‘Los intrusos’, de Carlos Manuel Álvarez

Los intrusos

Carlos Manuel Álvarez

Anagrama

Barcelona, 2023

267 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Galardonada con el Premio Anagrama / UANL de Crónica Sergio González Rodríguez, esta obra nos traslada a uno de los momentos más críticos de Cuba, en lo que se refiere al ambiente político y social, de los últimos años. El 11 de julio de 2021 miles de manifestantes se lanzan a la calle para reclamar derechos, y protagonizan episodios nunca vistos hasta la fecha en la isla, como volcar coches de policía o saquear las tiendas en dólares. En el año 2018 comenzó a rodar el Movimiento San Isidro, en el que un grupo de intelectuales y artistas disidentes se rebela contra los dictados del gobierno cubano regulando sus actividades, realizando numerosas actividades públicas en protesta. Carlos Manuel Álvarez (Matanzas, 1989) recorre el tiempo y el espacio que media entre ambos momentos a través de varios perfiles y de su experiencia personal, por otra parte reflexiva, dando a estos años el peso de una revolución que funciona más como una carcoma dulce que como una revuelta armada.

El libro alterna una serie de perfiles con la relación de la visita del autor a la isla, una visita a partir de la cual va recogiendo sus propias impresiones acerca de lo que ha supuesto el régimen, de los motivos por los que ha podido mantenerse, de su imbricación en la vida del pueblo y cómo ha afectado al malestar en el que vive. El trazado de los perfiles no puede ser más profesional, más correcto; es fruto de una decantación del conocimiento, de los datos y los encuentros, y al autor no le faltan recursos expresivos para ayudar a que nos atrape la redacción, sin que en ningún momento abuse de ellos. En lo que se refiere a sus impresiones, tanto las reales, las que sufre en la piel y la carne como a las que atañen a lo intelectual y emocional, el interés nace del modo en que podrá transmitir algo que llamaremos miedo político: Carlos Manuel Álvarez lo siente y lo ve, sufre acoso y expresa que su acoso no es único, que está extendido entre todos los habitantes de Cuba. Se podría criticar, contradecir al autor replicándole la presencia de cierto descontento o agravio, pero por más que uno busque, no aparece ningún énfasis que nos haga sentir que es reo de resquemor, no hay apuntes de rabia, el tono es medido pero la intención es patente: este régimen totalitario ha demolido la ilusión de casi todos.

Si los perfiles de los protagonistas del movimiento de rebelión artístico son las ramas del árbol, los pareceres personales y la experiencia propia serán el tronco. En realidad, donde más convence, donde mejores momentos alcanza, es en los momentos en los que se refiere a su paso por un país que vuelve a visitar con el alma en vilo. A lector le queda la impresión de que todavía debe hacerse un buen balance, que alguien debería terminar de explicarle los papeles de todos y cada uno de los habitantes de la isla, que no sabe en qué grado un individuo es víctima ni en qué medida los intermediarios con los que trata son victimarios. Será en esa balanza, en la que en un fiel está el mártir y en el otro el verdugo, con todos sus movimientos hacia uno y otro lado, donde se obtendrá el mejor sustrato para las crónicas que van hablándonos de Cuba, como en La isla oculta, Cuba en la encrucijada o el anterior libro de Carlos Manuel Álvarez: La tribu, retratos de Cuba.

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