Contra el turismo

Contra el turismo

Rodolphe Christin

El Salmón

 

El turismo es absolutamente incompatible con un modo de vida sostenible. Durante mucho tiempo, el turismo se ha beneficiado de una forma de indulgencia de la crítica social de la que no han disfrutado otras industrias. Y, en efecto, el turismo se ha asociado a valores positivos. Se dice que es un factor de desarrollo de las regiones pobres, un factor de paz, un factor de salvaguardia del patrimonio, un factor para impulsar relaciones interculturales, de conocimiento del otro y de apertura de las mentes… El objetivo de mi libro es demostrar que el turismo entraña una forma de degradación global del planeta.

 

El turismo ha acabado con el espíritu del viaje: el descubrimiento ya no es su motivación, la exploración ya no es su motor, la evasión cultural ya no es su deseo. Hoy en día, el turismo es mero entretenimiento, síntoma de la degradación de la vida cotidiana, que una minoría de privilegiados compensa olvidándose temporalmente del mundo.

Pero además, el turismo es desde hace tiempo una industria tóxica. Durante décadas se benefició de una indulgencia de la que no disfrutaban otras industrias, asociándola a valores positivos: el turismo era un factor de desarrollo, de paz, de salvaguardia del patrimonio, de interculturalidad, de protección de la naturaleza… Pero últimamente se está resquebrajando este consenso que hacía del turismo la madre de todas las virtudes.

El turismo es una actividad depredadora que entraña la degradación global del planeta: transforma los territorios, rompe el equilibrio social y posee un alto coste medioambiental, por el consumo de recursos, la contaminación generada y la destrucción de entornos humanos y no humanos, volviéndolo, en definitiva, incompatible con un modo de vida sostenible.

En los enclaves masificados se asiste desde hace tiempo a una saturación turística con un grave impacto en la vida cotidiana: ya no se puede vivir y trabajar con normalidad, y el acceso a la vivienda se vuelve casi imposible, expulsando la vida local a la periferia. El turismo se ha convertido en una industria totalitaria que afecta al conjunto de la vida de las personas, cuyo descontento no deja de crecer.

Reconocer toda esta realidad no es turismofobia, sino una reflexión política que no puede ser tachada de patológica ni descalificada por un diagnóstico médico. Criticar el turismo apunta más ampliamente al modo de vida de nuestra sociedad de consumo. Y en ese sentido, no existe el buen turismo ni el mal turismo, sólo distintos grados en la escala de la nocividad. La única alternativa al turismo sería dejar de practicarlo.

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