Avenida Costera  de Trebisonda, El Quijote

UNA CALLE, UN LIBRO

Avenida Costera  de Trebisonda, El Quijote

 

 

Le dije a Consuelo: vamos a pasar por Trebisonda. Hacíamos un viaje larguísimo por Tierra desde Madrid hasta Armenia en el Cáucaso. Ahora bordeábamos el Mar Negro por el norte de Turquía. Yo iba durmiendo y despertando, mezclando la realidad y el sueño. Paro me desperté mucho cuando entrábamos en la Avenida Costera, Sahill Yolu, de Trebisonda, que bordeaba el puerto. Era de madrugada y fuimos bordeando el mar durante mucho rato. Las calles estaban desoladas y los edificios parecían de Magritte. En las encrucijadas empezaban avenidas hacia la parte antigua y la montaña. Recordé que en lo alto de la montaña había una iglesia de Santa Sofía con mosaicos.

Pero sobre todo le dije a Consuelo: esta ciudad aparece en el Quijote. Cervantes la cita en medio de un montón de lugares lejanos y fantasiosos para contraponerlos con la cercanía y realidad de La Mancha. Parecía que se burlaba de las novelas de caballerías pero sentía una gran saudade a causa de ellas. Pero Trebisonda era un lugar muy real. Cuando los turcos acabaron con el Imperio Bizantino continuó en la costa del mar Negro el pequeño enclave de Trebisonda y resistió durante siglos. Allí la cultura griega se obstinó como un sueño en un recinto rodeado y amenazado. También eso fue un empeño quijotesco. Y los caballeros llegarían por mar a esa avenida.

De modo que el autobús tragó con velocidad insonme o sonámbula los kilómetros de la avenida de la Costa y yo evocaba El Quijote. En un momento el conductor paró para comprar un trozo de pan recién hecho y a mí me fue tan sabroso aquel pan aunque no lo probé. Como me parecieron más sabrosas que nunca las frases del Quijote, que ya había leído a los diez años con delicia por amor a mi maestra.

ANTONIO COSTA GÓMEZ                      FOTO: CONSUELO DE ARCO

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