Calle Hauptstrasse de Dresde, “El puchero de oro” de Hoffmann

UNA CALLE, UN LIBRO

Calle Hauptstrasse de Dresde, “El puchero de oro” de Hoffmann

Siempre me ha fascinado esa narración, me parece la más significativa de Hoffmann.
Empieza con que el estudiante Anselmo entra en Dresde por la Puerta Negra que ya no
existe donde comienza la Haupstrasse. Esa calle es la avenida principal de la capital
refinada de Sajonia, la que llaman Florencia del Norte. Empieza en la plaza de Augusto
el Fuerte (ese que según Rilke en las “Elegías del Duino” tuerce con la mano un plato
de estaño, lo mismo que pueden hacer los ángeles con nosotros) y termina en el río
Elba. Y pasa por la estatua del Caballero Dorado, o sea, Augusto el Fuerte tal vez
alquimista.
El estudiante Anselmo conoce a Serpentina, la hija de un alquimista que está
prometida a un burócrata serio y formal. Pero ella se enamora de Anselmo y se le
aparece en los llamadores de las puertas como una serpiente que le susurra fantasías y lo
saca de sus estudios. Y lo enloquece y lo desconcierta y lo llena de pasión. Se
transforma como mucho después los personajes de Tolkien, se presenta como la vida sin
fórmulas y como el sueño. Es una versión de Melusina, el hada elusiva que nadie puede
comprender ni fijar. Borra a Anselmo los límites de la realidad y se presenta como un
torbellino constante, como un ser vertiginoso e inatrapable. Es la creación más
trastornadora de Hoffmann, es el espíritu de la música que poseía al escritor. Y
Serpentina como el hada rebelde alborota sin cesar al estudiante.
Si los cuentos de Hoffmann son inmorales por su fantasía (creo que lo dijo Goethe en
sus momentos sensatos), “El puchero de oro” es el más inmoral de todos. Y es una
metáfora de la alquimia y de la transformación de todos nosotros.
ANTONIO COSTA GÓMEZ FOTO: CONSUELO DE ARCO

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