‘La casa de una escritora en Gales’, de Jan Morris

La casa de una escritora en Gales

Jan Morris

Traducción de Blanca Gago

Gallo Nero

Madrid, 2023

123 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Mirar al cielo sin esperar respuesta. En eso consiste la vida de una escritora retirada a un lugar que aparenta ser de retiro, pero que puede considerarse, con muchos motivos, el centro del universo. Jan Morris (1926-2020) escribió La casa de una escritora en Gales tras recorrer medio planeta y entregarnos algunas de las obras de periodismo de viajes más hermosas del siglo pasado: Trieste, Venecia, Manhattan 45 o el extraordinario La coronación del Everest dan buena fe de ello. Pero vivir cansa y uno requiere descansar de vivir practicando, como hace ella en su casa en el monte, el oficio de sentirse vivo. Morris nos acerca a un Gales en el que los misterios ya se han desvelado, pero que mantiene viva la llama de su peculiaridad, su idiosincrasia y esa rebeldía contra la geopolítica y la civilización que nos altera.

El libro es una confesión, pues nos da fe de cómo es la vida que se ha ido construyendo a través de la descripción de aquello de lo que se ha ido rodeando. Morris elige lo natural, la naturaleza, la vida rural, lo que se supone que es el descanso, lo que nos aleja de la neurosis. Se identifica con lo peculiar del territorio y defiende esa parte que supone dar la espalda a la vida urbana, pero no maldice, sino que elogia con parsimonia su buena elección. Hasta tal punto que uno pensaría, durante la lectura, que el libro está redactado a mediados del siglo pasado, pero de repente Morris nos descubre una línea de internet, o un teléfono móvil, que nos recuerda que nos habla desde un momento bastante contemporáneo.

Gales es un territorio que vive al margen del resto de las islas británicas, por proyección, por estilo de vida y por geografía, y esa peculiaridad lleva a Morris a considerar que las pequeñas tradiciones vivas deben ser buenas tradiciones. A partir de ahí, se centra en comentar cómo la vida de las pequeñas criaturas y de las pequeñas decisiones son el hilo con el que se teje un presente en el que vivir con algo que llamaremos armonía. El texto apunta a poético, pero la armonía que nos muestra es bastante pictórica, como si pretendiera arrimarse más a la poesía visual que a la literaria. Huertos, árboles, libros, sabiduría popular, algún cuadro y su gato, rodean a la escritora con el encantamiento justo para animarnos a emular su suerte, o al menos a envidiarla. Con tanta bronca que hay en el mudo y qué sereno se ve Gales, el rincón de Gales en el que Jan Morris se refugia.

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