‘Hong Kong bajo la lluvia’, de Blas Piñero Martínez

Hong Kong bajo la lluvia

Blas Piñero Martínez

La línea del horizonte

Madrid, 2023

230 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Que la lluvia es un fenómeno que siempre ocurre en pasado es una idea que expresó Borges en uno de sus mejores poemas. La idea de enroscar la lluvia a la memoria sólo nos puede remitir a la melancolía. Pero el fenómeno muta cuando esa melancolía se refiere a un acto presente, como es el de caminar, el de estar caminando por unas calles que uno va conociendo. Uno está aprendiendo a la vez que siente que ese aprendizaje ya forma parte de su pasado, de los buenos sentimientos que le han construido, que le están construyendo. En Hong Kong la lluvia sucede, sobre todo, en los meses de julio y agosto. Eso nos recuerda Blas Piñero en este maravilloso retrato de la ciudad, uno de los mejores libros sobre los nervios de una gran urbe que hemos podido leer. En verano, bajo la lluvia, reconoce los lugares y nos va dando buena cuenta de sus impresiones y de sus conocimientos. Es el libro de un flâneur, pero también de un intelectual: «El paseo, además, nos devuelve, y esto es importantísimo en la vida urbana, la experiencia física de la ciudad en un mundo como el de hoy, digitalizado y deshumanizado (…). Y tal vez es la creación de la calle o la promenade junto al mar loque origina constantemente un espacio de humanidad en Hong Kong». Y así Piñero nos devuelve a uno de los grandes sentidos de pasear pensando, que es el humanismo.

Conocido por sus traducciones de Mo Yan o Can Xue, ahora Piñero se muestra como un autor abierto a la sorpresa, que no cesa de recordar que los beneficios de la sorpresa no suceden sin esfuerzo. Para dar testimonio, para ser testigo, uno ha de moverse. No se puede dar fe quedándose quieto. Y así no sólo se mueve en el espacio de la ciudad, sino también en la historia y la cultura. Lo que importa es ir concibiendo a qué se debe esta identidad propia de Hong Kong, que es tan difícil de definir, que no sabemos si ha conseguido consolidarse más allá de la intriga que provoca. En estas páginas se nos hablará de la herencia cultural, muy plural, de la urbe y sus habitantes, por se China y por haber sido colonia. Se estudiará, y mucho, el urbanismo y la arquitectura, que configuran el paisaje sobre el que habitamos y, por tanto, nuestro carácter. Se destilarán las leyendas como ideales y se pisará el territorio donde habita gente que debería ser corriente, que es corriente en sus estándares, pero sorprendente en los nuestros. Piñero se muestra como un observador que no se esconde, que participa, que intenta trepar a todas las ramas del árbol, y que termina por confesar que no puede ser sino subjetivo, que a pesar de tanta idea acumulada, sólo puede hablar de impresiones, de lluvia en verano: «Ahora que lo pienso, los hongkoneses crean espacios que luego los crean a ellos, y esto crea a su vez la sensación de estar viviendo lo que se ha vivido: el aprendizaje de la resistencia».

Tal vez sea la soledad del narrador lo que obliga a configurar el libro en fragmentos, que son tan atractivos que resulta imposible obviar ninguno. O talvez se deba a la propia configuración de la ciudad y al tiempo roto que se impone en la ciudad. La única forma de averiguarlo sería viajar a Hong Kong y relatar desde allí, y después de varios meses de estancia, la experiencia propia. El libro nos invita a ello, y eso es el mejor elogio que se le puede hacer a un libro de viajes.

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