‘El rastreador’, de Baptiste Morizot

El rastreador

Baptiste Morizot

Traducción de Silvia Moreno Parrado

Errata Naturae

Madrid, 2023

245 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Fue Manuel Vicent quien afirmó que la diferencia entre el chimpancé más simple y el teólogo más retorcido sólo está en los hábitos sociales. Fuimos primates frugívoros y ahora somos unos tipos a los que les encanta la carne, pero tan acomodados que preferimos no tener que cazarla. Entre aquella especie que se subía a los árboles a por un mango y esta que va al supermercado para sacar brillo a la tarjeta de crédito hay una ruta que debería marcar, en paralelo, el desarrollo de la inteligencia. En algún punto de esta evolución se encuentra la práctica del rastreo, del cazador, que supone mucho más que la búsqueda de comida, que supone una integración natural. Lo que es una barbaridad es intentar colonizar lo salvaje con el espíritu con que se coloniza ahora. Lo ideal sería concebir el aire libre, el matorral, como lo concibieron aquellos cazadores, esa etapa intermedia, casi idílica, en la que lo salvaje era nuestro hogar. No es necesario regresar a la caza, pero sí conveniente a los medios de los que se valían nuestros ancestros para retornar, así, a la que fue nuestra casa. Por un lado está la propuesta de Baptiste Morizot (Draguignan, Francia, 1983), que es heredera de las de Gary Snyder y Emerson, y por otro está la de las compañías de gas y petróleo.

Ya habíamos leído Salvaje, del mismo autor, donde se expone una propuesta de renaturalización, de resalvajización, creando sistemas pertinaces, y ahora vuelve para hablar en unos términos más individuales, para atenerse a la acción y emoción de cada uno. Monbiot ha emprendido varios viajes por lugares de América del Norte o Kirguizistán, y ha seguido las huellas de los animales más emblemáticos: el lobo, el oso, y un poco el leopardo de las nieves. Monbiot emprende, en esas búsquedas y en esas interpretaciones, un camino filosófico, en el que nos demuestra que la filosofía es una rama de la poesía: lo mejor es vivir como uno piensa, y pensar siguiendo otras huellas, las de Walt Whitman. En sus paseos semisalvajes irá descubriendo que las interpretaciones son magia, que esa combinación de etología y sociología de los animales, a la que llama ecoetología, es el territorio al que deberíamos aspirar, es salud, es un mundo auténtico. Mientras se va preguntando qué es la humanidad, en tanto que especie, en tanto que ha heredado tantas trabas y virtudes, encuentra que ser naturalista es poner la sensibilidad al día, es encontrar, descubrir, y que no se puede encontrar nada quedándose en casa para sólo salir al supermercado.

Monbiot considera que quien practique la actividad de rastreo intentará dominar la etiqueta de lo salvaje, conocer mejor las costumbres del otro, «las reglas de cortesía ecológica», protocolos que son sensatos sobre las actividades que practicamos al aire libre (pesca, senderismo, vivac, basura). De lo que se trata, al aprender todo esto, es de poder aplicarlo luego a la singularidad de cada encuentro. «Morizot nos propone explorar no sólo los confines de nuestro mundo, esos que tenemos tan cerca, sino los límites de nuestra legua. Para expresar el acto de la vida», nos dice Vinciane Despret en el prólogo de este libro, bellísimo, que pretende centrar la atención no únicamente en los seres, sino sobre todo en las relaciones.

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