‘El valor del agua’, de Julio Llamazares

El valor del agua

Julio Llamazares

Ilustraciones de Antonio Santos

Nórdica

Madrid, 2024

60 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

El verdadero valor del agua es la tierra. Es decir, no hay tierra que no le deba al agua su existencia, sus nutrientes, su vida. Por otra parte, a lo que más se debería parecer la memoria es al agua: liquida la sed, se adapta a la forma y hasta nos recuerda al líquido amniótico en el que habitamos los meses más seguros de nuestra vida. Sin embargo, hay versiones referidas al agua que dan al traste con la vida: estas tienen que ver con la civilización. Ahora que se trata tanto acerca de los pueblos abandonados a merced de algún pantano, un tema al que ya había recurrido anteriormente Julio Llamazares (Vegamián, 1955), llega este pequeño relato, El valor del agua, a recordarnos que el mundo está en liquidación. Volvemos a la memoria, que en la literatura de Llamazares es tanto como decir que volvemos a los ancianos, a los que están cerca de desaparecer. Y debemos hacerlo no con imaginación, ni con atrevimiento, ni con nada que tenga que ver con esa inteligencia que rueda entre la materia gris: volvemos a ellos con la única expresión válida de respeto, que es el cariño. La relación entre un abuelo y su nieto sirve para componer esta sencilla historia sobre la melancolía, sobre los tiempos que jamás regresarán y que morirán con nosotros. En realidad, nos recuerda todo lo que vale lo que echamos de menos, lo que hemos querido.

Cabe decir que al texto acompañan unas ilustraciones (o tal vez las ilustraciones sean las verdaderas protagonistas) de carácter naif, en blanco y negro, que nos recuerdan a los grabados de linóleo. Hay en ellas mucha inocencia, pero también un punto exacto de lo sombrío. No son puro deleite, si no una forma de advertencia contra el éxito del desarrollo de la civilización, con todas sus invenciones, que nos llevan al olvido de lo que de verdad importa: querer y ser querido.

El valor del agua es un hermoso texto de Julio Llamazares sobre la pérdida, la vejez, la tierra y el agua. Un libro para lectores de diferentes generaciones.

«Cierra el grifo, que se gasta el agua. Siempre que Julio se dejaba un grifo abierto, escuchaba a su abuelo repitiéndole lo mismo: “Cierra el grifo, que se gasta el agua”. O bien: “No malgastes el agua, que cuesta mucho”. Parecía como si el hombre no pensara en otra cosa más que en el agua». Julio contempla cómo su abuelo va envejeciendo en un lugar que no es su casa, recordando lo que dejó atrás: amores, trabajo, naturaleza y, sobre todo, la pérdida de un pueblo inundado por el agua. Julio Llamazares narra, a través de la mirada de un niño hacia su abuelo, cómo se viven la pérdida y la vejez.

 

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