“Intruso” Premio Gran Angular 2024: amistad, crimen y castigo entre adolescentes

Horacio Otheguy Riveira.

Laberinto emocional narrado con felina habilidad. Tan bien construido el argumento que he llegado a sentir la parsimonia y precisión de fieras andando tiernamente al acecho. Valga esta metáfora para ilustrar la sensación provocada por esta novela que trata conflictos adolescentes desde el corazón de la llamada “edad difícil” en un entorno rara vez enfocado de esta manera: alternancia social y cultural entre criminales menores de edad con protagonistas en torno a los 16-17.

David Lozano es un escritor que ahonda en asuntos que a todos nos atañen con profundo conocimiento de causa, y suficiente talento para entusiasmar a lectores de 14 a 18 años, y a este cronista —adulto de edad avanzada— que se ha dejado llevar por una historia tan impactante como fascinante, dado el caleidoscópico prisma por el que se miran las pulsiones de jóvenes a la deriva… lo mismo de impecable contexto burgués, que marginados de diferentes estratos. Historia de varones detenidos en un centro de menores. En este contexto se viven oscuros conflictos, difíciles de nombrar, con pulsiones de diverso signo, guiados por un “larguirucho y esqueléctico” ladrón de casas obligado por su familia. Hay también amores imposibles, sugerencias de próximos abrazos, agobiante violencia y voluntad de hacer justicia cueste lo que cueste…

Empieza así:

Día 1

Ya estabas muerto, aunque no lo sabías.

Apuraste tus últimas horas mientras te hacías un selfi en ese ascensor. De haber sospechado que iban a asesinarte, habrías cambiado tus planes de aquella tarde.

Poco importa ya.

Y yo me fijo en tus ojos, aún vivos en esta imagen que de pronto solo es un recuerdo, como si a través de la foto pudiera seguir el rumbo de tus pensamientos.

Pero eso tampoco queda a mi alcance.

¿Qué se siente cuando se tiene la muerte tan cerca? ¿Qué sentías tú?

Intento adivinarlo a partir de tu mirada. Pensé que tu gesto ofrecería un tono de ausencia, el de quien, sin darse cuenta, intuye ya su despedida. Así te imaginaba yo antes de encontrarte en Instagram, cuando leí la noticia, porque nunca he estado cerca de alguien joven que fuera a morir en poco tiempo.

Vuelvo a fijarme en la foto que publicaste quince horas antes. La amplío en la pantalla del ordenador. Lo mío es intriga, nostalgia no sé de qué, morbo…

Me tienta interpretar tu expresión como la de alguien que ha empezado a dejar de interesarse por el mundo. Lo cual quizá sea un modo de despedirse.

Sin embargo, tu mirada no habla de eso. Ese brillo, esa luz. La sonrisa. Destruyes con tu vitalidad mi ideal de víctima, no encuentro en ti ni el aire vulnerable ni la rendición que uno imagina en alguien que ha de someterse a un destino trágico…».

Y le sigue a través de las fotografías que consigue. Es un apasionado de indagar en la vida, real o imaginaria, de desconocidos muertos a través de sus imágenes. Es un INTRUSO en la vida ajena, y a lo largo de la novela habla con él, con Joel, conviviendo en el centro con su, de momento, único condenado por haberle matado en una novatada feroz en la piscina habitual.

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