‘Novela de ajedrez’, de Stefan Zweig
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
Una partida de ajedrez es una obra envuelta bajo el manto de todo el cruel drama que envolvió al escritor austriaco al final de su vida. Novela de ajedrez (Stefan Zweig), publicada de modo póstumo, no sólo ofrece una lectura sobre esa tensión existente entre el bien y el mal que ha acompañado generación tras generación, sean los conceptos que acompañen a estas dos palabras, es también el testamento de un escritor huido a Brasil por culpa del nazismo y que siente esa desesperación psicológica, tan de su admirado Dostoyevski, por el trágico sufrimiento del ser humano ante una barbarie que surge una y otra vez, que adviene momentos de oscuridad.
Stefan Sweig es el apóstol de la “moral pacífica”, y es a través de esta novela como se evidencia una lucha frustrante entre la reputación dañada del humanismo por parte de esos populismos que de siempre han sermoneado sobre los enemigos que atentan contra nuestras imaginarias identidades. Es la partida entre lo oscuro y la claridad, entre las fichas blancas frente a las negras en el ajedrez, que nos vemos llamados siempre a romper todo contrato de convivencia para coger las armas en busca del enemigo perdido.
Esta novela es aún más trágica por lo nefasto del suicidio de Stefan Sweig que aconteció poco después. Vista con retrospectiva descubrimos como esa crítica clara contra el nazismo, la tortura y exilio, algo, esto último, a lo que se vio forzado el propio escritor, va mucho más allá de estas penalidades. El asunto principal que trata, a mi modo de entender, es el de la propia libertad que ronda en la mente y que puede trascender los barrotes materiales e ideológicos que se nos imponen. El señor B, el protagonista principal, es como un Fray Luis de León, uno de los poetas y teologos más importantes del segundo renacimiento español, el cual tras los barrotes de su prisión dejaba volar su mente en libertad hacia los bosques cercanos, en el caso de nuestro personaje, este ensayaba numerosas partidas de ajedrez en su cabeza mientras permanecía, dentro del calabozo en el que se encontraba, en la más absoluta soledad.
El ejemplo que veo yo en este argumento, está en saber como enfrentar a nuestros miedos, sobre todo el miedo a los demás, mediante el mayor acto de insumisión que se puede organizar ante el oprobio de esos absolutismos ideológicos que atenazan esos mismos miedos en nosotros, y que no es otro que la de prepararnos para conseguir emancipar nuestra mente de cualquier discurso totalizador, todo a través del ansia que toda persona humana siente por ser libre y la capacidad de esta por abstraerse en el pensamiento.
Con lo dicho, no es que podamos conseguir librarnos de todas esas eventualidades catastróficas que surgen en la historia, pero sí al menos nos hará optar por una mayor variedad de jugadas frente a los simplismos que nos impide ver más allá.