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‘Los infiernos’, de José Luis Muñoz

Carlos Manzano.

Hay escritores que tienen una predilección especial por descender hasta las estancias más oscuras de la mente humana y desvelar las ocultas urdimbres que la conforman. Y si a eso unimos un exquisito gusto narrativo y una capacidad más que notable para construir atmósferas malsanas y dibujar realidades abruptas y personalidades biliosas, tendremos al autor idóneo para ofrecer la versión más moderna, rotunda y actualizada del género negro: José Luis Muñoz.

José Luis Muñoz lleva casi cuarenta años pergeñando magníficas piezas narrativas en forma de novela y relato, y gracias a su admirable talento ha sido capaz de adentrarse con éxito en los más diversos géneros narrativos: aventuras, histórico, erótico, dramático, etcétera. Pero si nos ceñimos al género negro en particular, cabe considerarlo sin ningún género de dudas como uno de sus más grandes maestros, así como uno de sus más ilustres exponentes en nuestro país, de tal modo que hablar de género negro en España es hablar inexcusablemente de José Luis Muñoz.

Por si no fuera suficiente con su ingente obra publicada hasta la fecha (“Marea de sangre”, “El rastro del lobo”, “Los perros”, “El centro del mundo”, “La soledad de Hans Teodore Mankel”, “Yakutak”… resulta casi imposible detallar toda su producción, la cual alcanza ya ―si no ando equivocado― las sesenta y siete publicaciones, más numerosas colaboraciones en libros colectivos), tenemos ahora un conjunto de relatos descarnados que lleva por título “Los infiernos” y que editó Vencejo Ediciones el año pasado. Forman “Los infiernos” un total de 31 relatos que no son ajenos a las características descritas en el primer párrafo de este texto. Se trata, pues, de relatos surgidos de una pluma penetrante y afilada, experimentada y valiente, en la línea de lo que se espera del género negro contemporáneo, que pone el énfasis tanto en la naturaleza más elemental de nuestra especie como en el contexto social en que esta se desenvuelve, y que por eso mismo va mucho más allá del simple policial y de las novelas de investigación criminal que apenas trascienden la simple anécdota argumental.

Tan prolijo como desgranar la obra narrativa de José Luis Muñoz sería dar cuenta de todos y cada uno de los relatos que forman “Los infiernos”, de modo que me voy a limitar a señalar aquí unos pocos sin que esto signifique en modo alguno menoscabo de los demás ni ninguna clase de postura respecto a su calidad literaria, más que considerable en todos y cada uno de ellos, pero me centraré en aquellos que me han causado una impresión más honda o sencillamente generado en mí esa extraña reacción entre admiración y estupefacción que provocan los textos que nos agitan interiormente y nos invitan a reflexionar sobre lo que somos y lo que nos construye como individuos. Así, por ejemplo, tenemos ‘Chen, el polidáctilo’, que cuenta la curiosa amistad de un empleado de banca con un inmigrante chino que regenta un restaurante en Barcelona; ‘El fuego’, o las pesadillas recurrentes que parecen tejer extrañas conexiones con la realidad; ‘No llegarás a Granada’, una historia de persecución policial en la rancia España del franquismo; ‘El último tren no tiene destino’, o el resumen de una vida dentro de un vagón de tren entre Barcelona y Madrid; ‘Cuatro ojos y la Tudanca’, o las deliberaciones de un policía en la Cuba castrista ante un crimen que parece no tener solución; ‘La rubia del bar’, un texto especialmente breve en el que un recuerdo concreto parece condensar toda una vida; o ‘El disparo detenido’, una historia de celos y sexo a lomos de las utopías del sesenta y ocho.

Pero lo importante es que todos los textos que forman parte de este libro merecen la atención y el beneplácito de los lectores, porque “Los infiernos” está lleno de oscuros y excelentes relatos que conectan a cada lector con lo más oculto y arcano de sí mismo. Y porque la buena literatura, la literatura que deja huella, la literatura que alcanza verdadero sentido, no puede limitarse a hacernos pasar “un buen rato” y, menos aún, a apartarnos por unos minutos de la realidad (como si la realidad fuera algo que se puede dejar de lado). Los relatos de José Luis Muñoz contenidos en este libro, “Los infiernos”, además de distinguirse por su indiscutible calidad literaria, interpelan directamente al lector y le hablan de unos personajes que, quizá, quién sabe, en otras circunstancias, en otros contextos, con otros antecedentes, en otras vidas, pudiéramos haber sido nosotros. Y si no, basta con leer el que lleva por título ‘Tipos de Nueva Orleans’: todos somos susceptibles de protagonizar una historia. Lo único que se necesita es un buen narrador que le dé forma, como hace ni más ni menos José Luis Muñoz. Y este libro, “Los infiernos”, es el mejor ejemplo de ello.

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