ESPAÑA EN SORDINA

CANAL DE CASTILLA, CANAL DE MISTERIO

Es curioso como Garzo mitifica y hace poéticos unos espacios que a mí me parecían en principio poco sugestivos, como llena de magia la región donde vive. Pueblos de Valladolid. Medina de Rioseco.

El Canal de Castilla que acaba llenándose de misterio, siempre hay seres que acaban sumiéndose en él, o hay una mujer que va a vivir su pasión desatada por las noches junto a él. Los lugares cotidianos se llenan de resplandor sagrado, de fuerza literaria.

La literatura muestra su poder de profundizar en la vida, de revelarla cuando la hemos olvidado. También lo hacía Rilke, lo que parece más anodino está preñado de misterio. Como las tierras resecas de Palestina, que la literatura cristiana llenó de poesía y de mito. Y siempre las sugerencias del agua, el poder de liberación del agua. Incluso encauzada como en el Canal de Castilla, acaba embelleciendo y ahondando los paisajes que recorre.
Garzo siempre habla de vidas soterradas, secretas, que alguien descubre más tarde. Como en La carta cerrada, donde un hombre va buscando lo que fue de su madre en una carta que dejó. Se había enamorado de un policía y todo parecía apasionante al principio. Pero luego la vida se atoró y se hizo demasiado cotidiana y se llegó a un aburrimiento trágico.

Pero siempre había la necesidad de la magia, de vivir anchamente antes de morir, de encontrar el espíritu. Los seres de Garzo no pueden soportar que la vida se reseque, que pierda el espíritu. No pueden soportar el atasco y la inercia. Y en La soñadora hay otra mujer que está enterrada en un cementerio castellano y que le habla al protagonista que ha venido a recuperar su pasado, que se siente inundado por él y que se lanza desde lo cotidiano a la evocación y al mito donde se dispara su vida. Porque la vida, como dice Garzo, en uno de sus títulos, es una ‘marea oculta’, es un oleaje de plenitud y de nostalgia que siempre nos perdemos.

Y nos lo perdemos en gran medida por el culto a la vulgaridad y la medianía en que nos hemos instalado y por nuestra entrega a la tecnología sin alma y por nuestro alejamiento del espíritu. Y por negarnos, encerrados en costumbres y cuadrículas, a vivir todo lo inmenso y elusivo que nos esconde la vida.

 

ANTONIO COSTA GÓMEZ

FOTO: CONSUELO DE ARCO