Horacio Otheguy Riveira.

La lucidez escénica y filosófica —tan cara al autor Martín Santos (1924-1964), trágicamente desaparecido con 39 años— se lograba dentro de un proceso de búsqueda bajo las grandes influencias de los años 50-60, de manera que cuanto ha dejado sin publicar tiene la tonalidad de ejercicios literarios en busca y captura de su propia voz.

El joven psiquiatra entró por la puerta grande en el mundo literario con una única obra, la novela Tiempo de silencio, 1961, llevada al cine en 1986, y al teatro en 2018… Una obra que dio pie a muchos estudios, en gran medida a causa de su trágico final, ya que los apuntes valiosos de la novela están más ligados a la panorámica social en tiempos franquistas que a sus valores literarios, aún con más influencias que propio estilo.

Un viaje muy interesante… a ratos

En esta ocasión de Viaje hasta el límite, el director es autor de la versión de un texto muy verde, sobrecargado de intenciones, y en la puesta en escena sufre los mismos reveses: un devenir de estilos con muy interesantes propuestas, y caídas en estereotipos y contradicciones que oscurecen el panorama final. Los intérpretes brillan con las limitaciones o aciertos de sus personajes, pero todos vuelan con el arte mayor de Eduardo Vasco en la dirección actoral. A menudo han de batirse con diálogos/monólogos ampulosos, con influencia de los existencialistas franceses, pero al borde del ridículo con giros de melodrama artificial.

La alta burguesía española de los 50 carece de contexto, y cierta confusión también asalta al espacio sonoro, canciones y toques ligeros de piano en escena, innecesarios hasta oscurecer dimensiones muy precisas; y una escenografía que va de lo abstracto funcional a un extraño barco de simbolismo sin asidero.

Intérpretes estupendos, sin duda.

La criada de Eva Trancón borda momentos insólitos, como brotados de obras de Ionesco; en el Intruso, Agus Ruiz desarrolla con mucha energía, capaz de doblegarse junto a su personaje, el estafador impetuoso, cuya codicia se derrumba ante el rechazo de la mujer que desea, una crisis que cambia radicalmente a ambos. Situaciones emocionales opuestas las ofrece Ruiz en una clase magistral.

Cuando cae su máscara de burguesa altiva, Lara Grube circunvala una angustia sobrecogedora que fluye con poética naturalidad hasta descubrir en sí misma a otra mujer: una que vemos por primera vez.

Ernesto Arias domina con la profesionalidad y el talento acostumbrados. No lo tiene nada fácil desde la silla de ruedas donde está gran parte de la función, a cargo de un texto frecuentemente ampuloso, malamente literario, en un quiero y no puedo de los autores existencialistas que fundían concepciones filosóficas con acciones de andar por casa; allá y entonces, Camus o Sartre e incluso su enemigo ideológico Paul Claudel, lograban apasionar con sus diatribas; en este Viaje hasta el límite solo se da como un intento vano de plasmar parecidas tendencias.

Luis Espacio es el hijo, desde el comienzo lanzado a la aprobación del padre: emocionado, tembloroso, ardiente buscador de una aceptación por la que puede dar hasta su vida. Muy lograda ambivalencia entre el chico que quiere ser un hombre y un joven que no despega desde la infancia en que le abandonaron.

Gran cierre, reflexiones nebulosas

Esta irregular representación cuenta con quince minutos finales admirables que permiten recordar todo lo visto bajo la mirada del dramaturgo, aquel psiquiatra que con mucho menos de cuarenta años ya dirigía una institución para enfermos mentales (adelantado en muchos aspectos a lo que sería la anti-psiquiatría de los 60), viudo con hijos, y finalmente fallecido en un oscuro accidente de carretera.

A tener en cuenta las sombras que rodean ese final en el artículo La extraña muerte de Luis Martín Santos.

Bajo esa mirada, los altos y bajos de esta obra adquieren un volumen de interés más que notable, el que brota de las obras imperfectas firmadas por alguien que ya no puede mejorarlas ni opinarlas, pero que, de haber superado su trágico destino se hubiese consagrado en cualquiera de las disciplinas que le interesaban.

 

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Autor: Luis Martín-Santos
Versión y dirección: Eduardo Vasco

Reparto:

Pedro: Ernesto Arias

Gloria: Lara Grube

El Intruso: Agus Ruiz

María: Eva Trancón

Alberto: Luis Espacio

Pianista: Iván López-Ortega

Escenografía: Carolina González

Vestuario: Lorenzo Caprile

Iluminación: Miguel Ángel Camacho

Música y ambiente sonoro: Eduardo Vasco

Ayudante de dirección: Laura Garmo

Una producción del Teatro Español en coproducción con GG Producción Escénica

TEATRO ESPAÑOL. HASTA EL 8 DE JUNIO 2025ía