Yo ya estoy muerta
Ana Luisa Jacinto
Adel
Yo ya estoy muerta: ¿se puede no amar a un hijo?
Yo ya estoy muerta (Adel Editores, 2025), de Ana Luisa Jacinto, comienza con Soledad, la protagonista, con un bebé que no quiere en sus manos. La joven se pregunta cómo es posible detestar al ser que ha crecido en sus entrañas y, a la vez, se esfuerza por amarlo.
Detrás de esta primera escena se esconde una historia que reflexiona sobre el daño que pueden hacer los padres, sobre cómo el modo en el que sus acciones determinan nuestras vidas.
Esto ocurre en una novela que transita entre la reflexión y la búsqueda de venganza de la protagonista: Yo ya estoy muerta es la confesión íntima de Soledad, una mujer herida por un pasado al que se aferra. Conocer al padre de su bebé le dio la última oportunidad: llegar hasta lo más profundo de la pena para abrirla en dos e inundar a todos los que la rodean, a todos los que lo merecen.
Para la autora, esta es una historia que “nace a retazos”, como piezas de un rompecabezas: “Yo ya estoy muerta no es una historia que me gustaría vivir, pero sí es una historia que he escuchado mucho a mi alrededor; la pérdida, el dolor, el luto, la violencia, la venganza, el poco interés a nivel estatal, los rumores, el silencio, la injusticia…”.
Con este título, el primero de la mexicana, Adel Editores inaugura su segunda colección, La estirpe alada, con la que pretenden reflejar los distintos caminos que han seguido las familias en ese proceso de ‘echar alas’, de intentar -consiguiéndolo o no- no hacer daño.
BIOGRAFÍA DE LA AUTORA
Ana Luisa Jacinto
(1995, Guanajuato, México)
es una escritora e investigadora literaria. Ella estudió la Licenciatura en Letras Españolas y la Maestría en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. Actualmente es doctorante en Literatura Hispanoamericana por la misma universidad.
Lectora apasionada que, ante la pregunta ¿por qué escribes?, contestaría lo mismo que Rosario Castellanos: «Escribo porque yo, un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie».