Héctor Peña Manterola.
Por lo general, no leo novelas románticas. Disfruto de los elementos amorosos en otro tipo de narraciones, por ejemplo, en fantasía épica, donde por lo general huyen de la sordidez de los desencuentros sexuales de la novela negra, pero, en lo referente a «libros rosas», suelo pasar de largo. Cuando se me planteó la posibilidad de acercarme a De Madrid al pueblo, obra de Cristina González (@TomorrowJuana), la verdad es que no sabía si sería capaz de abordar el trabajo con la profesionalidad que se merece, dadas mis escasas aptitudes.
Sin saber muy bien a qué atenerme, me lancé.
Entonces cierto día recibí en el buzón un libro en rústica, de unas cuatrocientas páginas, con una portada que invitaba a la esperanza. Y digo esto porque, acostumbrado a monstruos y guerreros en primera plana, una ilustración de fondo claro con dos mujeres en una panadería es capaz de sacarle una sonrisa a cualquiera. De nuevo, me pregunté si mi desánimo habitual me permitiría enamorarme.
Ya el título me hizo cierta gracia. El clásico «De Madrid el cielo» se revertía en un anhelo patológico que creo común a los que llevamos ciertos años en las tripas de la capital. Incluso desguazaba de esta manera la palabra «cielo» en la cubierta. Oriundo de Cantabria, la premisa me hizo conectar en seguida: una protagonista treintañera (Carlota), cansada de humo y asfalto, decide mandar a paseo los problemas generacionales (el precio desorbitado del alquiler, sin ir más lejos, o el filo del imposible que es la cota del precio de cualquier vivienda que aspire a ser algo más que un cuarto de despiece) y mudarse a un apacible pueblecito norteño, limítrofe con Francia.
Tú, lector, que tienes veinte mil alertas en Idealista, seguro que te lo has planteado alguna vez. No me vengas con que Glovo no reparte, o el Internet, o Amazon… Caprichos que pagamos caros. Caprichos, dicho sea, de los que Carlota decidirá prescindir, atravesando un periodo de adaptación.
Instalada en el pueblo (de nombre Canguingos), descubrirá que tiene un vecino tan insoportable como gracioso: el pequeño Paco, un chiquillo cuyas dotes musicales igualan a las de una piedra. Quizá la piedra le supere por un pelo. Entre vueltas y revueltas, entablará amistad con cierta persona de avanzada edad y con la panadera, Chloé, una francesa exiliada que, resulta que es…
No, no diré más. Os lo podéis imaginar. La torpeza y la diarrea verbal de Carlota darán lugar a numerosas escenas divertidas, en las que los aprensivos os moriréis de vergüenza ajena.
Y es que ya se sabe: no hay nada como meter la pata y reírse de uno mismo para conectar con los demás. Carlota es lesbiana, y Chloé, aunque de inicio no lo parezca, resulta que quizá sienta cierto interés por el género femenino, para sorpresa (y deleite) de nuestra protagonista.
Lo demás, lo que ocurre (o deja de ocurrir) entre ellas, tendréis que descubrirlo vosotras mismas.
De Madrid al pueblo fue publicado por LES Editorial en noviembre de 2024. Podéis encontrarlo en cualquier librería (como con todos los libros: si no los tienen en físico, ¡encargadlos!), grandes superficies, Amazon y la web de la editorial.