Horacio Otheguy Riveira.

Realista y delirante, sumida en el horror de un antiguo balazo en la noche, arrebatadoramente sensual, dulcemente sexi. Blanche Dubois nació en los 40 de la mano de Tennessee Williams (1911-1983) como personaje fascinante, primera gran trágica del siglo XX, protagonista de Un tranvía llamado deseo, ahora repuesta con dirección de David Serrano, plenamente comprometido con una visión crítica sobre la sociedad patriarcal, y compasiva por excelencia hacia sus víctimas.

Williams vio en aquella miseria física de un pobre apartamento en Nueva Orleáns el amor mecido a golpes y sexuales caricias arrebatadoras. Fenómenos de maltratadores y mujeres que no conciben otra clase de amor, excepto una que enarbola la bandera de la libertad: Blanche, la bella dama educada a la francesa que ha perdido toda riqueza, muertos sus padres despilfarradores entre manirrotos y fornicadores compulsivos.

Sola y ávida de amores cuya sexualidad pueda abarcar toda dimensión metafórica, y a ras de suelo con solo 65 céntimos en la cartera. Una soledad que sueña con el noble caballero que la lleve al altar frente a la perfidia de su cuñado, el último hombre que abusará de ella en un definitivo final.

Dentro y  fuera del fuego eterno

Con abigarrada escenografía que empobrece la riqueza de las intimistas situaciones, junto a una excesiva música de fondo, el trabajo de dirección es tan impecable como el minucioso hacer de cada intérprete. Si bien Blanche es el centro absoluto sobre el que gira toda la trama, esta se encuentra diseñada con múltiples matices, de lo explícito a lo sugerente, del tormento emocional al abominable microcosmos social… en una representación de la mujer que fue y la que querría ser.

Con un reparto extraordinario a su alrededor, Nathalie Poza reinventa a Blanche para volcar desde el primer momento su vulnerable condición, bien pergeñada de elegancia, ingenuidad, sensualidad… y desesperación.

Dentro y fuera del fuego eterno de una mujer a la que no le está permitida la libertad de ser ella misma… desde el suicidio del hermoso muchacho con el que se acababa de casar.

Cuerpos y almas en sugestiva armonía

Una de tantas maravillas del teatro radica en fortalecer nuestra capacidad de sorpresa ante los muchos talentos de sus intérpretes. En todos hay luz, y magnética fuerza. Desde lo efímero de Carlos Carracedo, el bello muchacho paralizado ante los besos de una desconocida, la cadencia lujuriosa de Pablo Derqui, modelo de machista ruin y seductor; la genuina composición de Jorge Usón en el hombretón desolado, dependiente de una madre moribunda; el abanico de mujeres que habita a María Vázquez: tan dulce, tan ardiente, tan esclava de los bárbaros caprichos de su marido… o las breves apariciones de una primerísima actriz como Carmen  Barrantes.

La armonía lograda por el director abraza la portentosa poética de un escritor excepcional en una de sus obras mayores.

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Un tranvía llamado deseo cierra la temporada del Español con la grandeza con que empezó cuando asistimos a la Historia de una escalera… Dos piezas esenciales estrenadas en 1949, donde el verismo se unió felizmente con el enigma de personajes que se terminan de explicar en cada espectador…

Sublime y agonizante, hermosa y patética… Blanche es un personaje más fascinante aún en la creación de Nathalie Poza.

 

Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos

 

Blanche Dubois: Nathalie Poza

Stanley Kowalski: Pablo Derqui

Stella Kowalski: María Vázquez

Harold Mitchell: Jorge Usón

Eunice Hubbel: Carmen Barrantes

Pablo: Rómulo Assereto

Steve: Mario Alonso

Joven: Carlos Carracedo

Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda

Vestuario: Ana Llena

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Composición musical: Luis Miguel Cobo

Movimiento escénico: Carla Diego Luque

Ayudante de dirección: Montse Tixé

Ayudante de vestuario: Tania Tajadura

Producción Ejecutiva: Lola Graíño

TEATRO ESPAÑOL. SALA PRINCIPAL. HASTA EL 27 DE JULIO 2025

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