Sergio Vargas.

Han pasado 8 años para tener noticias de un nuevo artefacto del escritor súper ventas Dan Brown. “El último secreto”(Planeta), es su nueva novela que versa sobre los miedos de la era digital con una prosa de juguete. Su protagonista de siempre Robert Langdon, amante de descubrir secretos que nadie quiere descubrir, ahora se enfrenta al “último secreto”, un título que viene al pelo, porque lo lleva la nueva novela que quiere escribir la amante de Langdon en la historia, una neurocientífica de mentalidad pragmática, un complemento ideal para el profesor en la trama.

En medio de todo, podemos escuchar las carcajadas del autor líder en ventas mundiales, mientras va soltando cursiladas durante la trama a tutiplén. También hay momentos descarados de publicidad dentro de la novela, como cuando uno de los personajes nos deleita con su primer sorbo celestial del café más cremoso de New York” en Starbucks.

La acción principal transcurre en la Praga actual, donde Langdon se despierta en la cama tras una noche de pasión con su amante Katherine Solomon, cuando regresa al hotel ella ha desaparecido junto al manuscrito de una única copia. Mientras tanto un asesino en serie está suelto en la ciudad y tiene en jaque a la CÍA.

Persecuciones, asesinatos, geopolítica y enredos sexuales se darán cita con una escritura similar a la de la wikipedia y a las revistas del corazón. Eso sí, el ritmo es frenético hasta la mitad del libro donde decae un poco con las operaciones en nombre clave “Thershold”.

La comedia también tiene su cabida por ejemplo, cuando nos cuenta que en Praga había sido el nexo con Europa para el ocultismo de la mano del escritor judío Kafka que: “escribió una oscura novela surrealista, La Metamorfosis. ¿A quién no le gusta una historia tan divertida como esta?”.

La IA también entrará en juego: “una amenaza existencial para el noble oficio de la escritura”, me imagino a Brown delante de su máquina de escribir acordándose de esos escritores que han presentado demandas por plagio fallidas contra él a lo largo de los años.

Alguien dijo una vez que Brown: “te hace pasar las páginas a pesar de que muestran una falta total de talento como escritor”, en otras palabras, eso lo hace de fábula. A pesar de la espantosa trama, la novela se presenta como un bálsamo para los tiempos inciertos que vivimos.

Las investigaciones de Katherine demuestran como la humanidad puede enfrentarse a la adversidad. Al final ( no spoilers) Langdon contempla la Estatua de la Libertad mientras la imagina: “atrapando las almas dispares de todo el mundo”. Un párrafo fantástico como cualquier momento en las 650 páginas anteriores.