Entrevista a Carlos Aguilar

Por Rubén Sánchez Trigos.

Hablar de Carlos Aguilar es hablar de uno de los escritores cinematográficos con más personalidad de España. Es también hablar del spaguetti western, de noches de jazz, del colorido delirante de un asesinato filmado por Mario Bava. Autor de volumenes como las emblemáticas Guía del cine (Cátedra) y Guía del cine español (Cátedra), La espada mágica. El cine fantástico de aventuras (Calamar Ediciones), Clint Eastwood (Cátedra), Cine fantástico y de terror japonés. 1899-2001 (Semana de Cine Fantástico de San Sebastián, junto a Daniel Aguilar y Toshiyuki Shigeta) o Sergio Leone (Catedra); coordinador, entre otros, de Cine fantástico y de terror español 1900-1983 y su segundo volumen Cine fantástico y de terror español 1984-2004 (Ed. Semana de Cine Fantástico de San Sebastián), y colaborador en innumerables antologías y trabajos, la basta obra de Carlos Aguilar es siempre un compendio de erudicción, trabajo y sentido del entretenimiento, amen de un ejercicio de coherencia, a veces, hasta sus últimas consecuencias. Coherencia que es extensible también a su producción literaria, que comprende, hasta el momento, cuatro títulos, todos enmarcados en la literatura de género con preferencia por la novela policíaca: La interferencia (Ed. Versal), Simbiosis (Ed. Grupo Libro), Coproducción (Valdemar) y Nueve colores sangra la luna (La Factoría de Ideas). Dos Carlos Aguilar, el historiador y el escritor, -que la postre son el mismo- charlan con Culturamas de sus últimas publicaciones, de Sergio Leone y Clint Eastwood, de directores que nunca se fueron y de épocas que siempre quedaron. En suma, del cine y la vida.

Carlos, tus dos últimos títulos son Clint Eastwood y Sergio Leone, ambos publicados en Cátedra. ¿Qué circunstancias han propiciado esta coincidencia? Parece como si Leone y Eastwood no quisieran separarse ni cuando se escribe de ellos.

Coincidencia es la palabra justa. Por un lado, desde tiempo atrás Cátedra me proponía que escribiera un libro sobre Eastwood, pensando que yo era la persona adecuada; basándose en que el anterior que salió en la colección estaba agotado y en que sus mejores películas habían llegado en estos últimos años. Acepté y me puse al trabajo. Pero cuando había terminado, se anunció el estreno de El intercambio. Pensé que valía la pena esperar unos meses e incluirla. Pero luego vino Gran Torino! Cátedra estuvo de acuerdo en aguardar más, para  que también ésta se viera reflejada. ¡Y entonces llegó el vigésimo aniversario del fallecimiento de Leone! El festival de Almería quería hacer algo al respecto, lógicamente, y mi libro con Cátedra estaba agotado… Así que les puse en contacto, alcanzamos entre todos rápidamente un acuerdo, y mientras el libro de Eastwood entraba en imprenta yo me lancé a escribir el nuevo de Leone. Puesto que no quería una mera reedición del primero, ya no me gustaba. A lo largo de los veinte años transcurridos, he ido averiguando tantas cosas y conociendo tanta gente implicada al respecto, que quería volcarlo en un libro distinto incluso en las ilustraciones. Cátedra estuvo de acuerdo, se portaron muy bien. Y al final, ambos libros aparecieron con pocos meses de diferencia. Parece mágica esta unión, como apuntas tú. Luego el libro de Eastwood cosechó tal éxito que se agotó muy pronto, y Cátedra me pidió una nueva edición, que contemplara Invictus. Aproveché para retocar todo lo anterior, e incorporar más texto e ilustraciones. Esta segunda edición aumentada se presentó durante la pasada Feria del Libro y en otoño se hará en Filmoteca Española.

La carrera de Eastwood como director se presta a muchos adjetivos, pero desde luego ecléctica y prolífica parecen inevitables. ¿Cómo te enfrentas, como autor, a un corpus tan singular y tan basto? ¿Has tenido que hacer algún sacrificio? ¿Alguna concesión confesable?

Bueno, sacrificios o concesiones, no, salvo que quieras considerar así el hecho de tener que reflejar una labor de 50 años en 320 páginas. Lo cual tampoco me ha costado grandes esfuerzos, porque como escritor me he ido volviendo progresivamente sintético. Supongo que es una evolución natural en todos, aunque a mí, particularmente, me han ayudado tantos años escribiendo la Guía del Cine, acostumbrándome a comprimir al máximo los juicios. En cuanto al enfoque general, opté por aunar la crónica histórico-biográfica con la valoración cinéfila, un capítulo tras otro, procurando que el libro, así, pudiera leerse como si fuera una novela.

Como bien mencionas en el libro, el público, en particular el europeo, asocia a Eastwood y a sus películas con una ideología conservadora. Sin embargo, ser conservador en Estados Unidos no tiene exactamente las mismas connotaciones que serlo en Europa. ¿En qué medida crees que esta percepción ha condicionado su carrera cinematográfica, especialmente en lo que se refiere a la recepción de sus films?

En gran medida, sobre todo al principio de su filmografía. En Europa, por lo común, la gente continúa asociando la Derecha y la Izquierda con los republicanos y demócratas americanos, cuando son diferentes percepciones de la vida y de la sociedad. Si a John Wayne, o al propio Eastwood, alguien le hubiera llamado “fascista”, éste le habría arreado un puñetazo! Esta peculiar mentalidad americana supuso por cierto mi mayor dificultad a la hora de escribir el libro, tenía que comprender un punto de vista, una perspectiva distinta no ya de la mía, sino de la española, la europea. ¡Nunca había escrito un texto tan largo sobre un cineasta americano, y muy americano! Me ayudó el hecho de que en los ocho últimos años mi vida se ha abierto un tanto hacia América: mi nueva mujer, Anita Haas, es canadiense; sus amigas son americanas; la amistad con el actor John Phillip Law, que nos enseñó parte de California… Sin todo lo que me aportó esto, quizá no me hubiera atrevido a escribir un libro sobre Eastwood. Y, de haberlo hecho, el libro desde luego sería peor.

Clint Eastwood ha jalonado su filmografía de proyectos, a priori, sorprendentes, con más o menos acierto. Estoy pensando en títulos como Primavera en otoño, Bird, Cazador blanco, corazón negro o Los puentes de Madison. ¿Cómo interpretarlos? ¿Inquietud autoral? ¿Voluntad por superarse? ¿O basta rastrear en ellos para concluir que, en realidad, no desentonan tanto en el grueso de su obra?

Pues todo lo que dices a la vez. Ya desde que empezó como director, Eastwood procuró ensanchar sus vías, tocar siempre más teclas, pero sin sacrificar una identidad característica. Es decir, ha procurado que sus películas fueran reconocibles, pero no previsibles.

Sin perdón, el último western rodado por Eastwood, está significativamente dedicado a Don Siegel y Leone. Realmente, ¿es tan grande la deuda artística que mantiene con estos dos realizadores? ¿Hay algún otro director que normalmente se deje fuera y que, a tu juicio, haya ejercido también una influencia notable en él?

Sin Leone, Eastwood no sería nada. A los 34 años, un americano es mayor. Y uno que pertenezca al Espectáculo, más. Y 34 eran los que tenía Eastwood cuando trabajó con Leone por primera vez. Sin Por un puñado de dólares, habría rebotado de teleserie en teleserie hasta la jubilación, tipo Peter Graves, y eso a lo sumo. Además, antes de trabajar con Leone, Eastwood era un actor mediocre. Es lógico pues que le marcara la genialidad de Leone, que lo alzó del anonimato, le enseñó a resultar impactante en pantalla y le convirtió en estrella. Siegel le influyó también, pero en menor medida, aunque, quizá, durante más tiempo. Y con el paso de los años, Eastwood superó la sombra de ambos para establecer un estilo propio. Por lo demás, pienso que algo retoma también de Sam Fuller y Budd Boetticher, como director, así como de Robert Mitchum, como actor.

-Prácticamente desde tus primeros trabajos, no has ocultado tu debilidad por Sergio Leone. Imagino que ha sido particularmente especial para ti preparar el libro para Cátedra…

¡No sabes cuánto! El primero está escrito en plena juventud, apenas fallecer Leone. Era muy apasionado, respondía a lo fundamental que fue Leone en mi adolescencia cinéfila. Por eso, escribir ahora éste implicaba carearme con el Carlos Aguilar de veinte años atrás, reencontrar al autor que fui, dialogar con él en base a los dos decenios transcurridos, para corregirlo sin piedad.  Evocaba cada concepto, cada frase, conforme releía, me acordaba de mí mismo escribiéndolo entonces, a mano, mecanografiándolo después… Ha supuesto una lucha íntima conmigo mismo, bastante dura, librada para que saliera ganando sea la obra. Es decir, el lector. En definitiva, y en términos jazzisticos, yo entonces, con treinta años, era hot y ahora, con cincuenta, soy cool. Por lo cual, se trataba de establecer un término medio entre ambas opciones, que no desmintiera al Carlos Aguilar de entonces pero reflejara al Carlos Aguilar actual. Sólo el lector puede valorar si he logrado este propósito.

-Entre los muchos hallazgos aportados al western por la trilogía del dólar destaca ese hombre-sin-nombre de valores complejos encarnado por Eastwood. Hay algo que me llama la atención: en Por un puñado de dólares, el personaje salva las vidas de una familia; en El bueno, el feo y el malo permanece junto a un soldado en los últimos instantes de su agonía. Y, sin embargo, al mismo tiempo es un lobo solitario que mata a quien tiene que matar y parece ocuparse sólo de sí mismo. ¿Qué crees que subyace detrás de este esquema de valores, aparentemente contradictorios?

Una intención de sorprender al espectador, de asombrarle cuando ya creía saberlo todo acerca del personaje. Después de todo, el cine de Leone significa en su conjunto una contradicción aparente, como dices tú, entre su, obvia, desmitificación y su, sutil, remitificación del Western americano, al establecer un nuevo corpus fetichista, tan válido, a su manera, como el que brindó Hollywood, a la suya.

-El cine de Leone ha dejado una huella indeleble en un buen puñado de cineastas. Tú mencionas a John Carpenter –ese apasionado homenaje que supone el personaje de Snake Splissten- y a Quentin Tarantino, quien directamente considera El bueno, el feo y el malo la mejor película de todos los tiempos. Respecto a este último cineasta, ¿qué opinión te merece? ¿De qué forma crees que manifiesta la influencia de Leone en sus películas?

Uf, Tarantino… Creo que es listo, ha visto mucho cine, sabe rodar, obtiene magníficos resultados de los actores y, sobre todo, se vende muy bien. Pero le pierden la pobreza de ideas y la autocomplacencia. Su mejor película, y con diferencia, me parece Jackie Brown, logró que sea apasionante sin que pase prácticamente nada, encima a lo largo de dos horas y media. Las demás, en general, me parecen aparatosas pompas de jabón. La influencia de Leone en su cine emerge en muchos aspectos, según en qué películas más o menos patente; desde la valoración de los actores al sentido del diálogo, pasando por el uso de la violencia y de la banda sonora.

-Somos muchos los que creemos que la aparición de un director como Leone responde no sólo a su talento, sino también a unas circunstancias artístico-industriales particulares y a un contexto irrepetible. Al igual que él, italianos como Mario Bava o Tonino Valerii o nuestros Eugenio Martín y Joaquín Romero Marchent trabajaron en el cine de género europeo de los años sesenta y setenta. Aparte de esto, ¿qué crees que tenía en común el cine de estos realizadores?

Su vínculo fundamental era que trataron de brindar una alternativa válida al cultivo americano de los géneros fundamentados en la acción o el peligro. Y lo mejor es que lo consiguieron de forma espontánea y tácita, sin pactar ni influirse entre ellos. Estos cuatro que dices me gustan mucho, he escrito sobre todos ellos, y para mí es increíble ser amigo de los tres vivos, quién me lo iba a decir de pequeño, cuando perseguía sus películas por los viejos cines de barrio madrileños! La foto que me hice con Valerii, Martín y Romero Marchent, durante la presentación del ciclo del Western europeo que coordiné para Filmoteca Española, está muy dentro de mi corazón!

-El tópico dice que es difícil escuchar a Carlos Aguilar hablar bien del cine contemporáneo. Desmontémoslo. Háblanos de alguna película reciente que te haya gustado.

Hombre, ese tópico, como casi todos, está justificado, porque realmente pienso que el cine comenzó a decaer desde mediados de los años 80. Además, progresiva e irreversiblemente. Alguna película reciente que me haya gustado… En vista de que me han decepcionado las nuevas de directores por los que siento una gran admiración, como son Jim Jarmusch y Roman Polanski, diría que Watchmen. Sobre todo porque fui muy predispuesto contra ella, ya que la anterior de su director, 300, me pareció infame. Pero también, de estos últimos años, me han encantado películas tan dispares como Un engaño de lujo, Interview y Cobrador.

Carlos Aguilar es además autor de cuatro novelas, todas, de un modo u otro, con un cierto o total aroma cinéfilo. Me atrevería a sugerir que la obra teórica de un autor y sus creaciones de ficción pueden conformar un todo indisociable, y en tu caso creo que esto se cumple. Por ejemplo, Nueve colores sangra la luna puede leerse como complemento al volumen Cine fantástico y de terror español que editaste en 1999. ¿Existe alguna premeditación por tu parte de fusionar ficción y ensayo?

Ninguna, o casi ninguna. Pero es verdad que puede verse así, y no me parece mal. Por ejemplo, mi primera novela, La interferencia, y el libro sobre Leone, creo que se reflejan entre sí. Respecto a Nueve colores sangra la luna, por supuesto que puede interpretarse como indicas. Aunque yo lo que pretendía con ésta, conscientemente, era establecer una especie de contrapunto sórdido de la anterior que escribí, Coproducción, jugando con elementos similares. Pero inconscientemente supongo que tenía muchos más objetivos, surgidos de pulsiones propias y de realidades vividas directa o indirectamente. Pero a la hora de escribir no me gusta racionalizar demasiado sobre mis propias ideas, prefiero dejarme llevar por ellas, que éstas, en cierto modo, me dicten. Reflexiono sobre mis novelas sólo cuando ya están publicadas. Y tampoco demasiado, porque como ya no se puede cambiar nada…

-En Nueve colores sangra la luna aparece como un personaje más el actor John Phillip Law, al que has mencionado antes.

Cierto. John fue un actor de cabecera en mi infancia y adolescencia, desde que le ví en ¡Que vienen los rusos, que vienen los rusos!, una película que me encanta. Y luego en Diabolik, por supuesto, que me impactó, aunque la viera en una copia horrible, en el cine Olimpia, que estaba en Lavapiés, donde ahora se levanta el flamante Centro Dramático Nacional. Con base en esto, y en su protagonismo de la formidable El viaje fantástico de Simbad, le localicé mediante amigos comunes, para que me escribiera el prólogo de La espada mágica. Y así nos conocimos, y surgió una gran amistad, también con mi mujer, Anita. Dado que me encantan los juegos realidad-ficción, pensé “¿Y por qué no podría venir John a Madrid para protagonizar una película de hombre lobo?”. Y así lo dispuse en la novela, agregando asimismo otro actor real amigo mío, Dan Van Husen. Dado que la vida de John fue de lo más peculiar, surgió el proyecto del libro sobre él, en el cual Anita colaboró decisivamente y que no habría visto la luz sin el entusiasmo de Javier G. Romero, gran persona y gran profesional, creador y director de Quatermass. Vivimos Anita y yo con John en su casa de Hollywood unos diez días, para entrevistarle, recoger fotos, etc. Fue un trabajo muy gratificante, la gente no puede imaginar cuán novelesca fue la vida de John, podría hacerse una película perfectamente! Y un mes antes de que el libro saliera de imprenta, John falleció, de cáncer. La última vez que le vimos fue en Madrid, en nuestra casa, en una cena con otros amigos. Le enseñé en mi ordenador las pruebas, y la portada. Y me dijo “Carlos, es más bonito de lo que jamás pude imaginar”. Jamás olvidaré esto. Murió pocos meses después.

-Creo detectar un personaje-tipo en tus dos últimas novelas: Coproducción y Nueve colores sangre la luna. Es el hombre que vive en la nostalgia de un pasado –en este caso, cinematográfico- que vivió por su edad pero no por su profesión. Me refiero a los dos protagonistas –director de cine y crítico-: el uno fascinado por el western europeo de los sesenta, el otro por el cine de terror europeo de los setenta. ¿Qué hay de Carlos Aguilar en ellos?

Bueno, no demasiado, para no caer en el impudor o en la autofagia, pero sí bastante, para que el personaje resulte intenso y asumido. Sobre todo, se parecen a mí en la captación de un mundo que no tiene nada que ver con el que conocí, al que debo al completo mi formación estética y hasta humana. Esa parte crepuscular me gusta mucho de ambas novelas, pero procuré no subrayarla, para que no parecieran una especie de “Garci de la caspa”.

-Por último, y antes de agradecerte tu tiempo, me gustaría que realizaras el siguiente ejercicio: un canal de televisión te propone conducir un programa de cine. ¿Cómo sería? ¿Qué colaboradores quisieras tener contigo? Para empezar, te imagino en un set con una iluminación colorista y algunos buenos vinos sobre la mesa.

¡Bonita pregunta! Respecto a colaboradores, prefiero no decirte ninguno, para no herir susceptibilidades en vano. Pero lo plantearía en forma de miniespacios monográficos, de intérpretes, géneros, cineastas, músicos… si bien nunca con más de cuatro películas por monográfico. En cuanto a los coloquios, dos invitados, a lo sumo, me parece lo ideal. La escenografía es fundamental, en efecto, y los colores, si se combinan y distribuyen con cabeza y gusto, pueden crear una atmósfera envolvente, que enganche. En lo referido a los vinos sobre la mesa, tengo que felicitarte, porque es una idea genial! Habría que procurar, eso sí, buena armonía entre tintos, rosados y blancos, y el estilo de las copas, que bien podrían ser de Murano!

2 thoughts on “Entrevista a Carlos Aguilar

  • el 27 octubre, 2010 a las 12:05 pm
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    Magnífica y reveladora entrevista! Como siempre!

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  • el 28 marzo, 2015 a las 11:30 pm
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    Leone muy bueno.

    Aguilar absolutamente infame.

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