J. Edgar (2011) de Clint Eastwood

 

Por Alejandro Contreras.

 

 

 

Es admirable que a sus 81 años la carrera de Clint Eastwood siga avanzando con películas tan arriesgadas como esta biografía de alguien que llegó a cotas de poder tan altas que incluso amedrentaba a los 7 presidentes del gobierno de Estados Unidos con los que coexistió durante su mandado en el FBI: John Edgar Hoover. Si bien la filmografía como director no puede estar más diversificada en géneros y temas, es innegable que sus obras gozan de una calidad bastante notable dejando para la posteridad títulos ya clásicos en el western como Sin perdón (1992), en el cine romántico como Los puentes de Madison (1995) o en el cine bélico con Banderas de nuestros padres (2006) y Cartas desde Iwo Jima (2006).

 

Con J. Edgar (2011) Clint Eastwood se atrevía a retratar a un personaje muy controvertido, cuyo retrato está bastante politizado y que le obligaba a «levantar la alfombra» para ver la parte más sucia que se suele esconder. Siempre es mucho más agradecido contar historias como la de Invictus (2009) donde los buenos sentimientos se transforman en hazañas épicas dignas de ser recordadas. Pero se agradece y mucho que se meta en harinas de otro costal y más en propuestas tan incómodas como ésta.

 

John Edgar Hoover no sólo se le recordará por haber reconvertido el Bureau of Investigation en lo que hoy se conoce como el FBI norteamericano, y por modernizar esa institución con innovación y  tecnología como el archivo de huellas dactilares o los laboratorios forenses. Pero también por el material reservado que guardaba gracias a cámaras ocultas y filtraciones ilegales que había realizado a gente tan poderosa como los residentes de la Casa Blanca. Rumores y conjeturas hay miles sobre si tenía material censurable sobre Martin Luther King, la señora del presidente Roosevelt o su implicación en la muerte de Kennedy, pero difícilmente demostrable. Con igual recelo guardaba su vida privada, aunque los rumores sobre su homosexualidad son un secreto a voces. Todos estos elementos, y en especial su condición de homosexual dentro del armario fue lo que animó a Dustin Lance Black para escribir otro guión de otro personaje homosexual a sumar a los que escribió sobre el concejal Harvey Milk en Mi nombre es Harvey Milk (2008), por el que consiguió un Oscar, y sobre Pedro Zamora, un concursante de realities de la MTV que en 1994 hizo pública su condición como seropositivo y que se reflejó en la película Pedro (2008).

 

 

 

Es difícil demostrar  que lo contado en esta película sobre John Edgar Hoover sea verdad, pero es imposible demostrar que es falso.  El retrato del secuestro del hijo de la estrella nacional Lindberg, el uso de grabaciones ilegales o su odio visceral al comunismo y al movimiento de igualdad racial no admite duda. Pero las conjeturas sobre la desordenada vida sexual de personalidades como Martin Luther King o John F. Kennedy que había registrado, o sobre si su relación con su adjunto Clyde Tolson pasó de compañeros y amigos a una pareja tal y como Dustin Lance Black admite como válido en su guión, pues son más discutibles.  

 

Clint Eastwood vuelve a ofrecernos a un homosexual atormentado porque su madre se enterara de su condición sexual como el Jim Williams (Kevin Spacey) de Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997). Eso sumado a la época que le tocaba vivir y al miedo a que fuera descubierto, Clint Eastwood nos muestra a un John Edgar Hoover (Leonardo DiCaprio) con una relación bastante fría y distante con quien era su pareja, Clyde Tolson (Armie Hammer), donde apenas había muestras de afectividad (de sexo ni hablamos) y que hasta el final de sus días vivían en viviendas separadas. Realmente un retrato lamentable y muy triste si fuera así, pero cuesta pensar que aguantaran juntos tantos años en esas condiciones con lo que parece que esa parte ha quedado demasiado «podada».

 

Leonardo DiCaprio ofrece una grandísima interpretación, y aunque la caracterización en el John Edgar Hoover más anciano es asombrosa y muy cercana a la real, ha obligado a que DiCaprio vuelque su interpretación en la voz más que en los gestos pues la máscara facial que tiene que llevar elimina cualquier tipo de interpretación gestual.

 

Ese mismo handicap tiene Armie Harmer con una caracterización como el Clyde Tolson anciano que recuerdan a las burdas caracterizaciones de Muchachada Nui. A Armie Harmer lo vimos hace un año dando vida a los gemelos Cameron y Tiler Winklevoss de La red social (2010), aunque este papel en J. Edgar (2011) servirá para descubrir que detrás de un físico muy cuidado hay madera de buen actor. 

 

Junto a estos dos intérpretes no podemos olvidarnos de las siempre eficaces Judi Dench y Naomi Watts que cierran el elenco protagonista. 

 

 

 

Clint Eastwood, tras el resbalón de Más allá de la vida (2010), ha vuelto a la senda a la que nos tiene acostumbrado y la película es impecable. Con un ritmo acertado, sin prisas pero sin pausa, nos va mostrando una vida muy interesante que muy difícilmente se puede resumir en una película, aunque dure 137 minutos como ésta, y que te dejan con ganas de conocer algo más del personaje y seguir mirando debajo de la alfombra. Realmente es lamentable que una película como ésta no haya conseguido ni una sola nominación a los Oscars 2012, prefiriendo propuestas más ligeras o naif como Criadas y señoras (2011) o Midnight in Paris (2011). Sólo por la escena de Leonardo DiCaprio con el vestido se merecía estar entre los 5 nominados al Oscar como mejor actor protagonista de este año, un olvido imperdonable.

 

 

J. Edgar (2011) se estrenó en España el pasado 27 de enero de 2011.

 

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