‘Estrómboli’, de Jon Bilbao

Por Ricardo Martínez Llorca

Estrómboli

Jon Bilbao

Impedimenta

Madrid, 2016

268 páginas

EstromboliUno se despierta por la mañana con una música interior que le alegra el diafragma. Al abrir la ventana entra un aire morado que vaticina un día con el punto perfecto de sal. Prepara café. Se equivoca y tiene que cargar de nuevo la cafetera porque no termina de acostumbrarse a que ahora los desayunos en su casa son para dos personas, y se dispone a afrontar el día. Cuando la mugre del atardecer ha arrugado esa música con la que se levantó, por culpa de dos palabras que no han estado ni bien ni mal cruzadas, se da cuenta de que la relación entre las personas, al menos las que él mantiene y, sospecha, las de todos los demás, se caracterizan por una sola consistencia: y esa es la incertidumbre. De eso tratan los relatos de Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), de esa compleja combinación de dos afirmaciones tan ciertas como contradictorias: por un lado, no somos dueños de nuestro destino; pero por otro, la suerte nos la hacemos. ¿Qué es lo que queda? Lo que queda es la deriva, así, sin más, sin adjetivos.

Y esto puede suceder tanto en Estados Unidos como en una aldea española. Pues este libro de relatos, de una lectura muy agradecida, con unas narraciones en un tono sano para el lector, se dividen en dos grupos: al principio, Bilbao se ciñe a los clásicos americanos del siglo XX, algo que, tras comprobar que es capaz de otras estructuras, no puede sino calificarse como un homenaje. La ventaja que le otorga el llevar allí la acción es que el escenario nos resulta familiar, pertenece al imaginario colectivo por su entrada en nuestras vidas a través del cine y la televisión. Y por esa misma razón, cualquier cosa que allí suceda será creíble, sobre todo lo fronterizo. Si, por ejemplo, nos creímos una película como Perros de paja, ¿por qué no íbamos a confabularnos con un relato que le diera la vuelta a la tortilla a esa historia? Eso es lo que sucede con el cuento que da inicio al volumen. La infancia y la senectud –como el amanecer y el crepúsculo- participan del siguiente relato, donde uno lo lee preguntándose qué es lo que realmente queda de lo que yo soy: pues al final de la vida esos restos serán lo que decidan quienes nos sufren o disfrutan.

Si bien la mayor parte de los relatos entran en otra dinámica, son puestas en escena más largas, alguna polifónica, con violines desafinados, como Una boda en invierno, con uno de los mejores finales que se han escrito en años. Como en un idioma desconocido sucede con una central nuclear como epítome del mundo: es cosmopolita y se degenera, da pie a la picaresca y a la lucha de clases, y el sexo es una de las cargas que hacen difícil encontrar nuestro sitio en el mundo. En Avicularia Avicularia, cuya trama no desvelamos, destaca esos dos recursos que una pareja utiliza para salir adelante: mientras la madre cocina galletas, el padre se come una tarántula. Sirva
como ejemplo de que uno de los puntos fuertes de Bilbao como narrador es la imaginación por el detalle. Algo que sabe combinar con paisajes inmensos, como el mar, que pese a ello no es capaz de contener todo, la memoria de uno y el olvido de su amigo, como sucede en El castigo más deseado. Finalmente, Estrómboli habla de esa costumbre de huir o esconderse, o de creer que huyendo o escondiéndose uno se salvará, cuando en realidad no se trata de nada más que un ejercicio de autohipnosis que se vendrá abajo con el más mínimo roce del pasado. En definitiva, Jon Bilbao ha escrito un libro en condiciones, unas narraciones redondas sobre temas que avalan que nos cuestionemos la costumbre de vivir, con sus derivas.

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