Hemeroteca

Debemos de estar completamente ciegos

Por Luis Franjo

“Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas, lo son cada una a su manera”. ¿Les suena este comienzo? Dejemos unos segundos para que lo piensen… y, sí, han acertado, así empieza Tolstói su gran novela y clásico por excelencia: Anna Karénina. Pues bien, en la novela que hoy nos traemos entre manos, Los avispones (Nórdica Libros) de Peter Handke, nos encontramos con un tipo cuyo padre es un borracho, que tiene a un hermano desaparecido y a otro muerto (al igual que la madre) y que, por si fuera poco, un buen día se queda completamente ciego. Vamos, una familia muy pero que muy desgraciada, de esas que tanto le gustaban al gran Tolstói.

Narrada por este pobre desgraciado, Los avispones son pequeños textos o epifanías (como haría el mismísimo Joyce) aparentemente inconexos entre sí y mediante los cuales el propio protagonista pretende escribir una novela que lleva por título (¿adivinan?) Los avispones. Son historias que le ocurrieron antes de quedarse ciego, trazos de historias que le han contado, de las que cree haber escuchado, hechos que va deduciendo tanto de los ruidos como de la falta de ellos. El ruido que hace la nieve al caer, el ruido que hace la rueda de una bicicleta que gira en el aire, el que hacen los avispones con sus alas… Llega un momento en que parece como si el lenguaje se quedase corto para tantos ruidos y también para tantos silencios que hay que interpretar. Y el ciego lo intenta y lo escribe y lo vuelve a intentar. ¿Angustia? Pues sí, mucha, y de la buena, de esa que, cuando no sabemos cómo nombrarla, definimos simplemente (o no tan simplemente) como kafkiana.

Y es que Kafka tiene mucho que ver en todo este asunto no solamente por ese ambiente angustioso y opresor. En realidad, como también sucede en El proceso, por ejemplo, no hay una historia concreta que el ciego nos quiera contar y, de hecho, la novela nunca se acaba. Y aquí uno de los grandes aciertos de la novela, porque si al principio tratas de hilvanar esos retazos de historias para construir la historia, luego ya no te importa en absoluto y te dejas llevar por el ciego y su narración, la vida en un pequeño pueblo austríaco antes, durante y después de la guerra, narración en la que va cambiando a su antojo (pero siempre con criterio) de primera persona a segunda e incluso a tercera.

Polémico Handke, contradictorio (recordemos su apoyo a la causa serbia, limpieza étnica incluida), nos dejó aquí una primera gran novela en la que finalmente sientes como si no tuvieses a nadie alrededor, como si fuésemos invisibles o, mejor, en negativo, como si estuviésemos completamente ciegos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *