Vidas paralelas: Crane y Chéjov. Badenweiler y una foto borrosa

Por Fernando Clemot.

“No escribimos historias, escribimos vidas…”

Plutarco: “Vidas paralelas”

Y es así como a menudo dos vidas pueden marchar durante años alejadas, paralelas y equidistantes, convergen, acuden los dos hombres a una misma llamada desesperada, en un mismo lugar, en un río, en un hospital, y unen sus destinos en un único vórtice de desgracia.

Tal sería el caso de Stephen Crane y Anton Chéjov, norteamericano uno y ruso el otro, no se puede decir ni que fueran exactamente de la misma generación porque Chéjov había nacido trece años antes que Crane, en 1860, en Taganrog, una pequeña ciudad a orillas del mar de Azov, de familia pobre, hijo de tendero y nieto de siervos. La infancia de Anton discurrirá entre problemas económicos que obligan a la familia a emigrar a Moscú y sólo en medio de dificultades extremas llegó el joven Chéjov a cursar la carrera de Medicina. Ese mismo 1879 envía sus primeros cuentos a su hermano Alexander que le espolea a seguir iniciando dos años después su gran época de redacción de relatos, arte del que será un gran maestro. Su primer libro de cuentos, El camaleón, nos aparecerá hasta 1884 aunque tendría que esperar a 1889 para que el relato La estepa le diera cierta celebridad pública. Tenía ya treinta años y para entonces la larva de la tuberculosis ya llevaba seis años enredada en su pecho.

Stephen Crane no tuvo una infancia difícil como Chejov, ni topó  obstáculos para ir a una universidad privada de la que sólo le alejó el capricho y su vocación literaria. Había nacido en Newark, estado de New Jersey, el primero de noviembre de 1871, decimocuarto hijo de un pastor metodista. Forzado por éste pasó un par de años en el seminario de Pennington del que tuvo que salir en 1887 en circunstancias poco claras. Durante los años siguientes seguirá enlodando su expediente académico en el colegio Lafayette y la Universidad de Syracuse, hasta que para su fortuna entra como corresponsal del New York Tribune. Pasará el año 1891 alternando su carrera como periodista y las clases, y llega a publicar también su primer cuento, El favor del rey. Alterna las jornadas en la redacción con el trabajo en su primera novela, Maggie: una chica de la calle. A mediados de año deja definitivamente la universidad para consagrar todos sus empeños al periodismo y la literatura.

Ese mismo 1891 tan importante para Stephen Crane también es decisivo en la carrera literaria de Anton Chejov, que no es un prometedor joven como él sino que ha cumplido ya treinta y un años, pero cuya fortuna parece al fin encauzarse. Publica habitualmente en la prensa más liberal, especialmente en el Ruskiye vedemosti[1] y en el Ruskaya misl[2] . Recibe críticas muy elogiosas y tras dos años de titubeos con la censura empieza a publicar en el Ruskaya misl, La isla de Sajalín, que aparecerá entre octubre de 1893 y julio de 1894 y que será recibido en las filas liberales como una prueba más de la necesidad de cambiar el sistema penal imperante. En 1891 había adquirido una finca en Melikovo, donde espera concentrarse mejor en su trabajo y superar los achaques de la tuberculosis que cada vez le incomodan más. En este intervalo de tiempo publica también Las tres hermanas: un drama en cuatro actos, en el que verá Lenin una alegoría de la sociedad amordazada de los últimos años del zarismo… Pasa todo el tiempo que puede en Melikovo, pese a los escándalos y la censura que lo incomodan la vida de Chéjov discurre por la senda que tanto le había costado desbrozar.

Al otro lado del Atlántico el año 1893 no empieza con buenas perspectivas para Stephen Crane, el prodigio de la literatura, el niño mimado del New York Tribune, tiene graves problemas para publicar Maggie; una chica de la calle y su primera versión es rechazada por varios editores. En el plano periodístico pierde su plaza de articulista en el Tribune al escribir un sarcástico artículo que será del agrado del consejo de redacción sobre un desfile de una asociación de mecánicos en Asbury Park. El hecho de hallarse en paro y algo deprimido le hace centrarse de lleno en la escritura de una nueva novela, La roja insignia del valor, que a principios de 1894 vende por noventa dólares a un editor que hace que aparezca en forma de folletín en el Philadelphia Press… Casi sin tiempo para digerir este pequeño triunfo publica un libro de poesías cuya aparición coincide del ascenso imparable de las ventas de La roja insignia del coraje que será un auténtico best-seller en Estados Unidos e Inglaterra. Ese mismo año 1895 de su consagración decide embarcarse en viajes aventureros hacia el Oeste y México que tienen que dar como resultado una serie de artículos en prensa. Con veintidós años es ya una de las plumas más prestigiosas del país. La  huérfana corona de Twain, Poe y Bierce parece tener nuevo dueño.

Mientras Crane triunfa en el otro extremo del mundo la enfermedad comienza a hacer mella en Chéjov, retirándose durante una larga temporada a Melikovo. Acuartelado en su refugio todo su caudal como narrador parece verterse, como si intuyera que debía apurarse. Del llamado “periodo de Melikovo” son Volodya, Tres años, Ariadne, El mono negro… También fruto de estos tiempos de encierro es La gaviota, que escribe entre los meses de octubre y noviembre de 1895 y sobre la que habla esperanzado en alguna de sus cartas[3].

Quizá pensaba que aquella nueva propuesta teatral podía calar pero el conservador público que acudió al Teatro Alejandrino de San Petersburgo en el estreno le daría una estocada casi mortal… Aquella noche del 17 de octubre de 1896 Chéjov intuyó el desastre y por eso mismo trató de retirar la obra tras el último ensayo al observar que, pese a su calidad, los actores hacían caso omiso de sus indicaciones. Abandonará el teatro antes de que acabe el segundo acto en medio de un diluvio de injurias y risotadas y tras esta decepción no volvería a escribir teatro. Pero lo peor estaba por llegar. Durante semanas tendrá fiebre y la salud debilitada hasta que en la tarde del 22 de marzo de 1897 mientras come con el editor Suvorin, en Moscú sufre un violentísima hemotipsis. Estará en el hospital durante quince días y pasará todo el verano sin escribir una sola línea.

Mientras tanto Crane, en el apogeo de su gloria, se lanza a una desenfrenada búsqueda de la aventura, del artículo exótico y la literatura de impacto. El 2 de enero de 1897, tratando de llevar contrabando a los rebeldes cubanos, el barco Comodore naufraga frente a las costa de Florida. Resultado de esa peripecia será el relato El bote abierto y otra andanada de artículos para el New York Journal. Publica una colección de relatos sobre la guerra de Secesión de nombre El pequeño regimiento antes de acudir como corresponsal a una de las frecuentes guerras Greco-Turcas. Apasionado por ese tipo de periodismo será también encargado de seguir la guerra con España para la Westminster Gazzette. Su vida está vuelta del revés, volcada en un desenfreno de acción y éxito literario. Poco después de la publicación de una nueva serie de relatos, a principios de 1899, se traslada a Inglaterra donde comenzará a escribir una novela sobre la Revolución Americana de título Los O´Ruddy. El 29 de diciembre de ese mismo año sufre su primera hemorragia pulmonar grave.

Para pasar el invierno de 1897 a 1898 Chéjov elige Niza, cuyo clima espera que le resulte favorable para su dolencia. En esos meses tendrá la visita de Vladimir Danchenko, cofundador del Teatro del Arte de Moscú, que le propondrá una nueva revisión de La gaviota a la luz de los nuevos sistemas que están introduciendo el comediógrafo Stanislavskiy. Meses más tarde visitará la compañía de camino a Yalta y le presentarán a una de las actrices, Olga Knipper, que tendrá un papel fundamental en los últimos años del escritor. El nuevo estreno de la obra en diciembre de 1898 será un éxito sin precedentes. Se serena el ánimo de Chéjov que escribirá entonces los relatos Casa nueva y Un asunto oficial. Divide su tiempo entre Melikovo y Moscú, donde le llega la noticia de su nombramiento como Académico Honorario de la Academia de Ciencias y Letras.

Durante ese tiempo ha continuado la correspondencia con Olga Knipper y ya en la gira por Crimea que hace la compañía de Stanislavsky pasa a ser su amante oficial. La presencia de Olga se empieza a hacer constante en todos sus actos, viaja con él a San Petersburgo y de allí a Niza e Italia. De vuelta a Yalta, en febrero de 1901, ella presiona insistentemente para que se casen… Mariya, hermana del escritor, ve la actriz como una simple arribista con ganas de beneficiarse de los derechos de autor a su muerte. Incluso el futuro Nobel, Iván Bunin, que se dice “amigo” de Chéjov, tendrá una opinión muy especial sobre esta relación[4]. Pese a todo ello, cuenta la leyenda que tras visitar al doctor Altshuller, que le anuncia lo irreversible de su dolencia, accederá a casarse con ella en los primeros meses de 1901.

Fue turbulenta y controvertida esta relación entre el escritor y la actriz, muchas veces separados, uno en su retiro de Yalta y ella en el Teatro del Arte de Moscú. A menudo Olga removerá el tranquilo talante de Anton describiéndole enloquecidas fiestas con otros actores y el éxito que tenía entre ellos. Durante el verano de 1901 los ataques de hemoptisis se agudizan como había predicho Altshuller y la salud de Chéjov parece entrar en un punto sin retorno. Todavía escribe algunos cuentos hasta el final de año pero durante meses debe guardar reposo en Yalta. En julio de 1902, algo repuesto, pasará unas semanas con Olga en la finca de Stanislavsky en Lyuvimovka. Fueron aquellos días los más felices del matrimonio, hasta la enfermedad pareció guardar una tregua hasta que de nuevo llegó una separación que habría de durar cinco meses. Del correo en ese tiempo se pueden extraer algunas perlas de amor[5].

Durante el año siguiente todo seguirá igual, con Olga en Moscú o de gira, y Anton en Yalta, cada vez más postrado. Finalmente, a principios de 1904, se toma una decisión. Quizá tarde…

Badenweiler y una foto borrosa.

Así aparece la última foto que nos queda de Stephen Crane, alejada y borrosa. Fue tomada en su domicilio de Brede Place, en Sussex, en mayo de 1900. Está sentado sobre lo que parece un grueso tocón y el fondo lo enmarcan la columna de una glorieta y otro árbol desnudo de hojas. Flaco como el árbol del fondo, con el bigote crecido, como le gustó siempre llevarlo, capa y gorra que no hacen sino embozar un cuerpo escuálido, las piernas cruzadas. Tiene el gesto triste mientras ojea un libro que casi se le esconde entre las manos. No parece reparar en la foto, distraído y cabizbajo, quizá no leía, con la cabeza en otro sitio, tal vez sólo contaba las horas.

Estuvo escribiendo hasta el último momento, hasta marzo o abril, debía pagar algunas facturas que había acumulado en Inglaterra con su mujer Cora. Las hemorragias se recrudecen el 31 de marzo y duran al menos tres semanas. Un periódico local publica en abril que “Crane se encuentra enfermo de gravedad en su casa de Brede Place”. La situación se hace insostenible y los médicos recomiendan a Cora que ingrese a Stephen en algún sanatorio. En la carpeta que se llevará a Badenweiler lleva Los O´Ruddy, todavía inacabada, y un borrador sobre cuentos de la guerra con España, Historias de Whilomville.

Sanatorios y villas. El blanco de las sábanas de los enfermos en las terrazas, aleteando con la brisa que baja del Blauen, cerca de Friburgo y todavía más cerca de los bosques espesos de la Selva Negra. Así debía ser Badenweiler cuando llegaron allí Chéjov y Crane. Los mejores médicos, rigidez en la dieta y control de visitas, nada que ver con los sanatorios-hotel de Arcachon o Davos. Llegó primero el americano, en los últimos días de mayo del 1900, posiblemente más confiado en su recuperación que el ruso, era joven, apenas veintiocho años y su cuerpo aventurero había cargado con unos pulmones encharcados durante menos tiempo. Se dice que todavía dictó fragmentos de Los O´Ruddy desde la cama del sanatorio. Murió el 5 de junio de 1900 sin llegar a cumplir los veintinueve.

La llegada de Chéjov a ese mismo sanatorio de Badenweiler debió ser mucho más triste, como los teatrillos desolados que aparecen en La gaviota, llegó por las mismas fechas de mayo, cuatro años después que Crane. Arrastraba el mal desde hacía más de veinte años, casi los que llevaba escribiendo, debía acompañarle su enfermedad como un compañero molesto de cuyas bromas nunca acabamos de acostumbrarnos. Pese a ello en las primeras semanas de junio su estado pareció mejorar, hasta la noche del 29 de junio en que sufre un ataque cardiaco. Se recupera levemente pero sufre otro amago en la noche del treinta. Empieza a delirar y su muerte parece cuestión de horas

En la mañana del 2 de julio de 1904 susurra al oído del médico de guardia “Ich sterbe”, me estoy muriendo, y murió así, tras beber la copa de champagne[6] que le ofrecieron. Se diría que fue aquel el brindis final a una de las vidas más gloriosas que dio la literatura.

La vuelta de su cadáver a Rusia no fue menos curiosa, en un vagón frigorífico, dentro de un cajón con una etiqueta que ponía “oysters”, ostras. Su corazón exhausto, socarrón y generoso en vida, hubiera apreciado tan extraña ironía.


[1] Trad: La gaceta de Rusia.

[2] Trad: El pensamiento ruso.

[3] “…tengo un tema muy interesante pero no he encontrado todavía el desenlace… Creo que rompo con las convenciones; la obra tiene tres personajes femeninos, seis masculinos, cuatro actos, un exterior con vistas a un lago, muchos diálogos sobre literatura, poca acción y cinco encuentros amorosos…” Correspondencia de Chéjov, 1895.

[4] “…no entiendo como la Knipper podía dormir con Chéjov, que tan mal estaba ya entonces. Lo vi en Yalta en esa época. Alguien llamó por teléfono, él atendió y me pasó el auricular.’No puedo hablar- me dijo- diga que me están llamando afuera’. Tomé el auricular y pegué un salto hacia atrás. Olía fétido, a carne podrida de cinco o seis días…” (Ivan Bunin a Vladimir Zenzinov, 1934, extracto del texto “De amor” de Juan Gelman)

[5] Casi siempre separados, en seis años Anton y Olga cruzaron más de cuatrocientas cartas. Aquí anotamos un par pero hubo de todos los gustos; de amor, desamor, de desatino, para provocar celos y para aliviarlos…Una historia de amor en un grueso corpus de cartas.

De Chéjov a Olga: “…descanso poco en el jardín. Me quedo en casa, sentado, pensando en ti… Mi querida, mi actriz extraordinaria…me he habituado a ti y ahora estoy desconsolado, no puedo soportar el pensamiento de no verte hasta la primavera, esa idea me enloquece…”

“…amor mío, mi querida, eres mi mujer, entiende eso de una vez por todas. Eres la persona más cercana y amada para mí, mi amor es infinito…”

De Olga a Chéjov: “…No quiero ir a ninguna parte ni ver a nadie. Te quiero a ti, a ti a ti, a ti, a ti, a ti,…Te beso, muchos besos, mi querido…” (Extractos del artículo de Juan Gelman “De amor”, Página 12)

[6] En ese tiempo se consideraba esa bebida muy beneficiosa para los enfermos de corazón.

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