Por Gonzalo Muñoz Barallobre

 

 

Un paisano que se pregunta por la utilidad de la Filosofía

 

“¿Para qué sirve la filosofía?” Pocas preguntas dicen tanto de quienes la formulan.

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En nosotros habita una red de conceptos, un tejido que determina nuestra acción y, siguiendo el círculo griego ser-pensar-hacer, lo que somos. Así, es imprescindible, y la mejor prueba nos la da la Historia, que exista una actividad que se ocupe de ellos. Esa actividad es la Filosofía. Y lo hace en dos niveles que son diferenciables pero que están íntimamente unidos. El primero, tiene que ver con el análisis de aquellos conceptos o aquellas idas que hemos heredado. A través de la cultura se han integrado en nosotros y, sin que pudiéramos identificarlos, silenciosamente, nos han dado forma. Pero es necesario que esos conceptos que hemos adquirido de manera inconsciente sean analizados, es decir, es necesario que pasen bajo el atento ojo de nuestra capacidad crítica. Y es que sólo así, y en esto seguimos la terminología kantiana, podremos alcanzar la autonomía, es decir, romper con toda dependencia conceptual. Así, analizar una idea o un concepto, uso las palabras como sinónimos, es obligarla a responder por su origen, obligarla a que confiese qué es lo que quiere de nosotros, esto es, hacer que nos diga qué exige que hagamos y, por tanto, de qué manera nos está definiendo. Y las primeras ideas que deberán pasar por este análisis serán aquellas que se escondan bajo la apariencia de ser el fruto, un fruto natural, de eso que llamamos “sentido común”. Una exigencia que nace de lo que la Historia nos ha hecho ver: los hombres no son iguales, la mujer es inferior, los animales carecen de sensibilidad, la tierra está ahí para ser dominada, y un largo etcétera. Y es que eso que llamamos sentido común, algo que parece intrínseco a nosotros, no es más que un constructo, un artificio útil, ya que garantiza la cohesión y, por tanto, la unidad del grupo, pero que debe ser vigilado, cuestionado, y la mejor manera de hacerlo será a través del análisis minucioso del concepto. Pero el análisis de la idea es sólo uno de los quehaceres impuestos al filósofo o pensador, ya que también deberá ser capaz de forjar nuevos conceptos que sean capaces de dar cuenta de lo que está ocurriendo. Es decir, deberá interpretar los acontecimientos y, a través de la lectura que extraiga, forjar las ideas que nos ayuden a comprenderlos y a actuar de una forma que a ellos se ajuste. Así, a través del análisis y la construcción de nuevos conceptos, la Filosofía se convierte en una actividad fundamental para el desarrollo de la cultura, una cultura en la que nacerán nuevos hombres que tendrán la obligación de ponerla en duda y de aportar nuevas respuestas, es decir, nuevos modos de pensar. Y es que en la forja del concepto está la llave de la posibilidad, la apertura del espacio lógico. Apertura que implica nuevos modos de actuar y, por lo tanto, nuevos modos de ser.