Verano (intenso) del 85

François Ozon sabe muy bien cómo dotar de tintes de thriller un enamoramiento estival y fugaz en Verano del 85. Su última propuesta, en competición por la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián, te enganchará por recordar la juventud, la libertad, la sexualidad y la pasión de los primeros amores en esa etapa, a menudo complicada, como es la adolescencia. Es aquí donde se vive deprisa y la vida y la muerte revolotean como si fuera una broma. La inconsciencia… O quizá es el saber que te sientes muy vivo y quieres aprehender todo lo que la vida ofrece; incluida la muerte.

Así articula Ozon un filme que, como otros títulos de su filmografía, posee múltiples capas por las que se transita con naturalidad. Hay una historia, la de Alexis (Félix Lefebvre) y la de David (Benjamin Voisin), dos chicos de 16 y 18 años respectivamente, que se conocen cuando el primero sufre un naufragio con su embarcación y el segundo acude a rescatarle. Nada es azaroso, claro, existe una evidente atracción que eclosiona y crece durante unas pocas semanas estivales;  y esto acaba por convertirse en el relato de Alexis. Con él y su elocuencia asistimos a la escritura de lo vivido con David, un joven carismático, espontáneo y misterioso. Unas cualidades que dejan huella en Alexis, quien descubre a su lado uno de los grandes misterios de la vida: el amor y el despertar sexual.

Pero Ozon, – adaptando libremente la novela Dance on the grave del británico Aidan Chambers que leyó cuando tenía 17 años -, lo convierte en un juego doloroso para su protagonista, quien vive de forma desigual una historia que, como sucede muchas veces, cojea por uno de los implicados. En ese tira y afloja, Alexis necesita ese ejercicio de escritura como catarsis y sanación de ese primer amor fugaz que Ozon convierte en una película de suspense que es, también, luminosa y muy auténtica. Su final podría interpretarse casi como una metáfora.

Al lado de la pareja protagonista, una sublime Valeria Bruni-Tedeschi, que interpreta el papel de madre recién enviudada de David, ofrece una sutil y prolífica escala de registros. Por su parte, la madre de Alexis es la sempiterna actriz del cine francés Isabelle Nanty y el padre, Laurent Fernández. Ambos encarnan el prototipo de padres ausentes, de clase trabajadora, algo que por otra parte evidencia la incomprensión y el distanciamiento que causan en los progenitores las vivencias de los jóvenes en esa etapa. Los demás personajes terminan de completar los ingredientes de una trama de suspense bien orquestada con la presencia de una educadora de asuntos sociales, un maestro y Kate (Philippine Velge), una chica inglesa que se convierte el tercer vértice de una historia sobre la juventud contenida en su esencia: un amor de verano.

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