«Asesinos todos»: cascadas de gags con burbujas de humor negro

Por Horacio Otheguy Riveira

Pep Anton Gómez ha coescrito con diversos compañeros de viaje, y dirigido en exclusiva funciones inolvidables donde el ingenio y el divertimento supieron encontrar cauces renovados sobre temas contemporáneos como en la excelente comedia negra para dos personajes, Mitad y Mitad, 2013, o sobre textos clásicos como El eunuco,  2015 o La comedia de las mentiras, 2018, la primera un sorprendente musical, la segunda una parodia con momentos musicales admirables… En cualquier caso, trabajos muy serios dentro de un género a menudo incomprendido.

Contaba José Luis López Vázquez que le asombraba lo mucho que la gente se reía en el teatro y el modo con que después lo despreciaba. En una ocasión, al salir de una de sus comedias, escuchó a un caballero: «Me reí como un idiota». Y muy a menudo en el mundo periodístico y de los investigadores, se menciona el género con un toque de displicencia. Incluso a veces se escucha a sus propios intérpretes desmerecer su propia labor: «Bueno, después de todo es una comedia». Se trata de una ya clásica mirada por encima del hombro hacia uno de los géneros más populares (junto al de crímenes), con la certeza de que no reviste importancia cultural; de hecho, los festivales se hinchan a premiar dramas y tragedias con personajes cuanto más desgarrados o demenciados mejor, nunca es galardonada la hilarante manera de ver el mundo. Una tradición judeo-cristiana de la que, precisamente, judíos y cristianos han sabido escapar del estigma con valiosos comediógrafos cuyo talento ha dado la vuelta al mundo.

Al margen de estas disquisiciones todos los espectáculos coescritos y dirigidos por Pep Anton Gómez han tenido merecido éxito, y creo yo que Asesinos todos promete otro tanto. De hecho, lleva las de ganar al unir crimen y costumbrismo como bien hicieron a lo largo del tiempo otros autores españoles (como por ejemplo, Jardiel Poncela y Alfonso Paso), pero con voz propia, gran dominio de situaciones breves, diálogos punzantes y un eficacísimo crescendo de diversión que quiere ser criminal a toda costa entre dos parejas de amigos de los que se quieren mucho y se quieren ayudar como el desconocido de Extraños en un tren (novela negra de Patricia Highsmith que no leyeron, adaptada al cine por Alfred Hitchcock, que sí vieron).

Amiguísimos entreverados en frustraciones que pueden hacerles caer en devaneos, críticas despiadadas, traiciones al paso, y en el fondo vivir a tope todas las reacciones posibles entre gente de la llamada “normal” que por caer en una que otra crisis se convierte en especialmente desequilibrada, o puede convertirse en alguien impensado, «que despierta la bestia que todos llevamos dentro».

Y las crisis que padecen no son poca cosa: el gran vendedor que aspira a una jefatura es relegado por un guaperas de diseño (Ángel Pardo consolida un personaje entrañable de cabreado penoso que es también un soñador y a veces un pobre tipo en un juego de entradas y salidas muy divertidas); su esposa, el alma mater de todos los crímenes posibles e imposibles en una peluquera parlanchina a la que Elisa Matilla aporta muchísima gracia con un dominio escénico ya aplaudido en otras ocasiones (entre otras, Gibraltareña; Sofocos; Ay, Carmela). Este matrimonio ocupa gran parte de los mayores efectos cómicos, hasta que los personajes más quedos, casi mustios, reaccionan de tal manera que provocan asombro entre renovadas carcajadas. Así, el funcionario acomodaticio que se niega a cualquier cambio, se convierte en un tipo dispuesto a todo, pero no precisamente en el sentido más solidario. Lo interpreta Carlos Sobera esgrimiendo recursos tragicómicos con una soltura que no le conocía, especialmente radiante en un monólogo con muchos registros. Y la tímida bibliotecaria de su esposa, Neus Asensi, también dará un inesperado cambio hasta caer como una pluma en el vendaval de situaciones límite del yo te mato al desgraciado que te fastidia y tú al amante de mi suegra que se va a quedar con todo.

Fotografía, gentileza de Antonio Castro.

Una comedia de acción envolvente en la que hasta los detalles escenográficos forman parte del juego, de manera de no perder la sonrisa ni siquiera en las penumbras donde los propios intérpretes mueven los muebles. Todo forma parte de un juego, de posibles crímenes, de amistades que podrían no serlo tanto, de miedos y valentías insospechados, desarrollado con firme disposición de que el arte de la comedia en el teatro es algo muy serio que exige trabajos de elaborada composición desde el texto hasta el último movimiento de una lámpara de pie con pantalla roja que no sabe si va o si viene, alrededor del desbocado corazón de personajes con buen caudal de sorpresas.

De pie: Neus Asensi, Ángel Pardo. Sentados: Elisa Matilla, Carlos Sobera, Pep Anton Gómez.

Autores: Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez
Dirección: Pep Anton Gómez
Diseño de escenografía: Silvia de Marta
Diseño de vestuario: Guadalupe Valero
Diseño de iluminación: José Manuel Guerra
Música: Pere Hernández
Jefe técnico: Ricardo Romanos
Regidor: Javier Díaz
Técnico de Luces y Sonido: Ricardo Romanos
Producción: Carla Molinari
Construcción Escenografía: Mambo Decorados
Fotografía y Diseño gráfico: Javier Naval
Fotos escena: Pepe H.
Productores ejecutivos: Jesús Cimarro, Pep Anton Gómez y Carlos Sobera

Una producción de: AREQUIPA PRODUCCIONES Y PENTACIÓN ESPECTÁCULOS

DESDE EL 5 DE FEBRERO 2021, TEATRO REINA VICTORIA, MADRID

 

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