Blackjack, un juego con historia

La revolución tecnológica ha impulsado el conocimiento de la gente hacia determinados juegos de azar, como sucede con el blackjack. La tecnología permite acceder a este tipo de juegos desde cualquier dispositivo que tenga acceso a la red y en cualquier momento del día. Son grandes avances, y más cuando las nuevas generaciones son cada vez más digitales. Esto, sin embargo, oculta una historia detrás de estos juegos, puesto que como sucede con el blackjack no estamos ante un juego de azar nuevo ni de hace pocos años. Todo lo contrario, el blackjack es un juego con historia. Veamos esa historia.  

El blackjack es un juego clásico y que ha sabido adaptarse a esta nueva revolución tecnológica. Aunque su historia no es tan extensa como otros juegos tradicionales, el blackjack responde a ese núcleo de juegos con naipes que fueron dándose a conocer alrededor de los 900 años antes de Cristo. Eran tiempos de juegos muy prehistóricos, pero que, según los historiadores, fueron opciones de ocio que sentaron las bases de los actuales juegos de cartas.  

Si nos centramos en este juego, habitual actualmente tanto en los casinos físicos como online, las primeras versiones del blackjack se encuentran en la antigua civilización de China, en donde se ha documentado que se utilizaba una especie de dinero de papel para jugar a un juego muy similar a los actuales juegos de cartas; puesto que esas cartas prehistóricas han ido evolucionando hasta contribuir a dar nombre al blackjack. Entre ese origen y el actual blackjack, se han documentado otras evoluciones, como aquellas que hicieron los árabes con diseños muy coloridos y elaborados, acercándose a las imágenes actuales de las cartas actuales que se mueven sobre cualquier tapete verde de juego de naipes.  

Se habla de China y de Araba, pero las cartas no llegaron al territorio que actualmente denominamos Europa hasta ya comenzado el siglo XIV, algo que fue consecuencia de los comerciantes de tribus de Egipto. En ese instante, según documentos históricos de la época, las cartas de ese juego, antecedente del blackjack, tenía una baraja de 52 cartas con dibujos diferentes en cada una de ellas, pero ya incluían, en la mayoría de los casos, símbolos muy conocidos por todos: palos, monedas, copas y espadas.  

¿A qué les suena a algo muy actual en las barajas de naipes que utilizan en su tiempo de ocio? Bien es cierto que no era un denominador común, ya que también ha documentos que reflejan cartas con dibujos de personajes más elitistas de ese momento histórico: reyes, cardenales y obispos, por ejemplo. En ambos casos, los dibujos eran realizados a manos por los principales artistas del momento. En cualquier caso, lo que sí era común era lo siguiente: las cartas empezaban a ser un juego cada vez más recurrente como alternativa de ocio. Y también que era un juego con cierto aroma de elitismo. Había barajas y partidas reservadas especialmente para los reyes y los nobles del momento; y también había ciertas diferencias entre los países.  

Ya en el siglo XV, las cartas se fueron unificando entorno a unos dibujos comunes (creados en territorio francés) y se fueron unificando las reglas, más cercanas a las que conocemos actualmente. Y en esto, como decíamos, tuvo que ver mucho la nobleza francesa. Además, en Francia encontramos la creación de otros símbolos actuales que se ven en los naipes: diamantes, tréboles, corazones y picas. E igualmente el resto de símbolos de las cartas que hacen mención a la realeza: cartas del Rey, Reina y del Príncipe, la cual, en la actualidad, es conocida como Jota, en alusión a su significado de hombre joven.  

Orígenes castellanos 

Realizado este escueto contexto histórico sobre cómo surgieron los primeros juegos de cartas y cómo evolucionaron hacia las reglas y símbolos más conocidos en la actualidad, el blackjack tiene un origen completamente distinto. Es decir, nada de Francia, salvo en la mención de las cartas. El blackjack, como juego, tiene unos antecedentes españoles, y si lo ubicamos en un espacio temporal, estamos ante unos orígenes castellanos. La primera mención que se asemeja a lo que entendemos como blackjack se encuentra en el el siglo XVII, en el libro de Miguel de Cervantes “Rinconete y Cortadillo”. 

En este reconocido libro se describe un juego de cartas que tiene como regla fundamental no pasarse de 21 puntos. Se conocía como el juego del veintiuno. Se podía, en consecuencia, apostar antes del juego y el ganador se apuntaba el bote de las apuestas perdidas. Estamos, por tanto, ante la primera documentación escrita del blackjack, pero los historiadores no descartan unos orígenes más aún más antiguos, ya que el libro, escrito por el afamado Miguel de Cervantes, fue escrito en 1601, lo que puede dar lugar a pensar a que se jugaba a este juego desde mucho tiempo antes, es decir, al menos desde finales del siglo anterior. 

El blackjack, con el tiempo, se fue extendiendo rápidamente por otros países europeos y, sí, especialmente, por territorio francés, la cuna de los naipes y de otros muchos juegos de cartas, o al menos de algunas de sus versiones. Esta propagación del blackjack como juego de azar encuentra su razón en la sencillez del juego: no hay que estudiar estrategias ni saberse un buen número de reglas para poder ganar. El azar y la pericia con las cartas tienen un mayor valor e importancia en el blackjack.  

Y desde tierras castellanas hasta los Estados Unidos, y, nuevamente, los franceses, unos emigrantes, fueron los encargados de extender este juego de azar por el continte americano. Más allá de dar a conocer este juego, la importancia está en que éste pasó de conocerse como ‘veintiuno’ a denominarse blackjack. Su popularidad aumentó tanto que hasta el gobierno estadounidense decidió, en el año 1890, prohibirlo, con el fin de evitar la delincuencia. Nada de esto se evitó, ya que se continuó jugando al blackjack de manera clandestina. Una vez, el blackjack volvió a la legalidad, este juego se fue extendiendo hasta llegar a nuestros días, en donde la digitalización le ha otorgado una segunda juventud.  

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