Trigo sucio: admitimos Weinstein como animal…

Por Mariano Velasco

“Una violación no es solo un momento de penetración… Es para siempre”. La frase, que es tremenda, pertenece a Jessica Mann, una de las actrices que fueron víctimas de las atrocidades del productor de Hollywood Harvey Weinstein, condenado por abuso sexual y cuyo caso dio pie a que se iniciara el movimiento #MeToo, que posteriormente se extendió por todo el mundo con asombrosa facilidad.

David Mamet, que no es cualquiera en esto de la creación artística, respaldado sin duda por su extensa y reconocida carrera tanto en cine como en teatro, se atrevió a hacer de todo ello una comedia, este Trigo sucio que ahora llega al Teatro Reina Victoria de Madrid. Una comedia sobre un tipejo asqueroso y depravado, que no hay por dónde cogerlo como Harvey Weinstein, según ha dictado sobre él la justicia, que no es que lo digamos nosotros.

En esta en versión de Bernabé Rico dirigida por Juan Carlos Rubio, a quien le ha caído el papelón de tener que meterse en la piel y en la barriga de semejante energúmeno, al que en ningún momento se alude directamente, es a Nancho Novo. Y la verdad es que lo borda. Puede que muy a su pesar, pero lo borda.

La tremenda complejidad de este aparentemente sencillo montaje en general, y de la creación de Novo en particular, reside en su capacidad de presentarnos a un tipo tan despreciable como este, al que solo le interesan el sexo, el dinero y el poder, y hacérnoslo parecer casi casi simpaticote e infantilón, con sus tonterías como la de las viagras y cosas de esas. Es decir, que el público llegue en algún momento a plantearse la duda de si «admitir Weinstein como animal de compañía».

Y en esas estamos cuando de repente hay un momento en el que el Weinstein de Novo alza la voz, saca el animal que lleva dentro y parece que se acabaran nuestras dudas, en las que sin embargo fácilmente volveremos a caer en escenas siguientes.

Me parece que el gran acierto de Trigo sucio es hacernos ver que esa misma incómoda contradicción, que nos puede acabar  molestando si la experimentamos en nosotros mismos como espectadores, trasladada a la vida real es la que hace que casos como el de Weinstein sigan existiendo: el silencio y la complicidad de quienes lo conocen y no lo denuncian o no hacen nada por impedirlo, el “jiji”, “jaja” ante determinados comportamientos que acabamos aceptando cuando en el fondo sabemos que son del todo inaceptables.

A Nancho Novo le acompañan en su aventura Eva Isanta, Candela Serrat y Fernando Ramallo, y cada uno de ellos cumple a la perfección con el papel asignado de contribuir a esa «normalidad» alrededor del monstruo. Eva Isanta haciendo de una secretaria a la que todo lo de su jefe le parece normal y admisible; Candela Serrat, la víctima, asustándose y guardando las distancias a ratos, pero a ratos también riéndole algunas de las gracias al personajillo; y Fernando Ramallo, soportando estoicamente las burlas del productor.

Según afirma el propio Mamet, la comedia «no es más que una tragedia rotada 90 grados». Pero aun así, ante este duro ejercicio al que nos somete Trigo sucio, ¿le quedan al espectador ganas de reír con bromas alusiva a casos como el de Weinstein? He aquí el gran debate que abre la obra y que, a mi modo de ver, no queda del todo cerrado, con toda probabilidad intencionadamente, ya que cualquiera puede llegar a sentirse incómodo por no acabar de hacer nada a gusto: ni partirse de la risa ni aborrecer hasta el infinito al personaje.

Es más, el propio montaje de Trigo sucio busca acentuar todavía más tales dudas al plantear un sorprendente giro final que dejará a más de uno descolocado, si ya no lo estábamos. Y lo mismo sucede con algún que otro pasaje en el que se sugiere un desdoblamiento de la escena, proponiendo un juego un tanto impreciso del viejo recurso del teatro dentro de teatro.

En resumen, que si algo logra Trigo sucio es que el espectador abandone la sala de butacas inmerso en plena reflexión sobre si ha hecho bien en reírse, si es que se ha reído, o si no debería de haberse permitido semejante debilidad. Pero con el consuelo de que si en algún momento lo hemos hecho, habrá sido porque hemos entendido que Trigo sucio es solo puro teatro, una tragedia rotada 90 grados, mientras que la vida real no admite Weinstein como animal de compañía, sino solo una contestación posible a tanta crueldad: #MeToo.

Teatro Reina Victoria 

Autor: David Mamet
Dirección: Juan Carlos Rubio
Versión: Bernabé Rico
Diseño escenografía: Curt Allen Wilmer (AAPEE) en colaboración con EstudioDeDos
Diseño vestuario: Pier Paolo Álvaro (AAPEE)
Iluminación: José Manuel Guerra
Producción ejecutiva: Bernabé Rico
Ayudante dirección: Daniel de Vicente
Coordinadora Producción: Raquel Merino
Distribución: Pentación

 

Una producción de TALYCUAL en coproducción con La Alegría, Pentación, La Claqueta y Kubelik

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *