Esenciales de Culturamas: Dog Biscuits de Alex Graham

Portada de Dog Biscuits

La pandemia que nos ha acompañado durante tantos y tantos meses y el confinamiento estricto que experimentamos la mayor parte de las sociedades humanas durante el 2020 se nos presentan ciertamente como un material que habremos de explorar de manera artística una y otra vez en el futuro. Un ejemplo de esto es la obra de Alex Graham titulada Dog Biscuits, cómic coeditado por Fulgencio Pimentel y La Casa Encendida. Esta obra nos habla de esa época dura y oscura para tantos de nosotros como fue el año 2020. Es esta una historia de amor que como toda historia de amor que se precie es a su vez una historia de desamor.

Desde este punto de partida cabe decir que también se convierte en un relato de aprendizaje según vamos avanzando en su lectura, un bilgungsroman en toda la regla. Los tres personajes principales buscan su lugar en el mundo desde perspectivas diferentes en un entorno social que parece desmoronarse día tras días. El contexto de la pandemia del Covid-19 hace que todo quede enmarcado en unos parámetros casi teatrales de unidad de tema, tiempo y espacio. Aunque hay diversas localizaciones, de alguna manera el confinamiento y las restricciones exteriores hacen de correlato objetivo para explorar confinamientos interiores. Los personajes, cada uno a su manera, tendrán que enfrentarse a sus propios demonios y exorcizarlos de una manera u otra. El trauma social de la pandemia en lo macro se refleja en el trauma individual de cada personaje en lo micro, sobre todo en las relaciones que van teniendo, en sus esperanzas, en sus fracasos y desilusiones.

Páginas interiores de la obra

El tono del relato no es amargo, es real, aunque lo real es muy a menudo amargo, qué duda cabe. Todo en el cómic nos habla a la vez de la cercanía y la distancia, de cómo cada frontera crea seguridad y aislamiento. También nos recuerda esta obra la necesidad que tenemos de tirar cada muro y cada frontera para encontrarnos a nosotros mismos a través del conocimiento del otro. Quizás por eso, esta obra resulta muy humana y nos hace vislumbrar partes de nosotros que a veces ocultamos o negamos.

Por otro lado, está la presentación estética, el dibujo tiene mucho carácter, sin llegar a ser “feista” creo que podríamos denominarlo como “crudista”. Explícito en muchos lugares, consigue que el lector sienta de manera violenta cada situación, con una intensidad propia del realismo sucio de Bukowski o Carver, eso sí, quizás con menor derivación del minimalismo porque aquí hay cierta recreación postmoderna de las situaciones, cierto grado de metaficción en los momentos en que los protagonistas se ensimisman (que es a menudo, la verdad). También resulta interesante cierta mezcla entre lo antropomórfico y lo teriomórfico pues los protagonistas son humanos con cabezas de animales, por decirlo de alguna manera. Estos, por otra parte, se relacionan con otros caracteres, algunos más humanos en su representación que otros, dejaremos al lector que juzgue al respecto sin darle más detalles.

En resumen, teniendo tan cerca todo lo que pasó, esta lectura es un viaje a un espacio que se nos va a hacer a todos familiar y extraño, como volver a casa después de un tiempo fuera. Es un cómic extenso pero que en el que el lector, acaso por cómo cuenta lo que cuenta, avanza con ligereza. Una obra de arte que con todo merecimiento fue galardonado con el Puchi Award en 2021. Estamos por lo tanto ante un clásico moderno, al fin y al cabo.

 

Por Francisco J. Francisco.

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