«Espíritu»: una de terror cómico con un magnífico Santi Rodríguez

Horacio Otheguy Riveira.

La simpatía del “frutero” de 7 vidas, ya es historia, suficiente para recordarlo en varios momentos de este espectáculo con un momento de oro: “No me importaría volver a 7 vidas, sería estupendo, pero eso sí, si se reencuentran Willy Toledo y Toni Cantó, seguro que llueven hostias”.

El primer gag aplaudido a telón abierto en un espectáculo espléndido que no más empezar recibe el incondicional apoyo del público que disfruta entre sonrisas y carcajadas del paseo por el horror tradicional de tantas películas con fantasmas, pero sobre todo con nuestra inquietud alrededor de la muerte. Ahí está el talento de este actor, año a año más fogueado en el arte de hacer reír él solo en un escenario, aupado y acompañado por excelentes profesionales con los que urde sus numerosos juegos de palabras, de situaciones absurdas tomadas de la vida cotidiana, para al final dejarnos (como todos los grandes cómicos) tiernamente compungidos con un sencillo, brevísimo, toque de emoción.

En el trayecto de este tipo convertido en muerto y luego fantasma sin saberlo (le envían una carta para notificarle su nuevo estado) se permite dos extras admirables, dos composiciones actorales que resultan brillantes hallazgos: la niña de la curva y la anciana portera del edificio.

La niña aparece con su historial desopilante de éxitos y fracasos montados sobre la leyenda de la cría que avisa a los conductores de los peligros de la curva donde ella se mató; y la vieja encorvada que sueña con ser Demi Moore en Ghost con el buen fantasma de su Paco muerto sorprendiéndola por la espalda… Dos personajes femeninos, mientras “el espíritu de Santi” tiene que ocuparse de aligerar en el váter, un poco de escatología entre buenos amigos en un concierto de ocurrencias a cual más divertida.

Un éxito en toda regla que pasa por Madrid velozmente: se estrenó el 1 de junio pero se marcha el domingo 12, aquí no más, a la vuelta de la esquina como quien dice, así que a correr y no perdérselo.

Por si alguien lo pone en duda, insisto: Nada que ver con un monologuista al uso, pudo haberlo sido en otro tiempo pero ya desmuestra una seguridad y un talento en escena que logra empaparse de un personaje que hará carrera. Desde luego yo volvería una y otra vez, convencido de que, sobre una base argumental y estructural sólida, el actor hace avanzar el espectáculo bordado de hallazgos improvisados.

Además, traba ligera relación con algunos espectadores de manera educada, amable, con la distinción de un caballero que se ríe de sí mismo pero jamás del público.

SÁBADOS 22 HORAS 2024, EN EL TEATRO BELLAS ARTES

 

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