«La tumba de Antígona», de María Zambrano: poético teatro-danza

Por Horacio Otheguy Riveira

Karlik-Danza Teatro expone el teatro filosofal de María Zambrano (Málaga 1904-Madrid, 1991) a través de un espectáculo en el que la música especialmente creada, las coreografías y el movimiento plástico de luces y vestuario conforman el espíritu de la «razón poética» que a la prolífica escritora tanto le importaba. Y como epílogo, su propia voz que nos llega con ese susurrar tan suyo de los últimos años. Llevaba tiempo  en España de vuelta del exilio mexicano que tantas satisfacciones le brindó, entregándonos una y otra vez perlas teóricas, reflexiones en constante reelaboración, pues, como esta aventura teatral enfoca: lo humano y lo divino, la vida y la muerte, son antípodas que nunca dejaron de buscarse.

Una búsqueda que en este caso apuesta con firmeza por la danza teatralizada. Desde el comienzo, con el público acomodándose, todavía sumido en conversaciones, comienza a producirse una acción en penumbras: hombres y mujeres con túnicas negras corren por el gran escenario en un intento de huida misteriosa, hasta caer derrotados. El amplio espacio se puebla de cadáveres. Los espectadores enmudecen. Baja luz de la zona de butacas. La voz característica del Festival da la bienvenida. Se ilumina el escenario. La estupenda grabación orquestal comienza una trayectoria que, a lo largo de casi dos horas, envolverá la historia, el mito, la leyenda, y acompañará la desesperación de Antígona en su tumba, ese lugar donde fue condenada por el tirano Creonte a dejarse morir.

Vestida de blanco, cual virgen absoluta que no conocerá la pasión de su prometido, habitará un limbo angustioso con momentos serenos. La actriz Ana García es la responsable de su tránsito en un complejo universo de gritos, llantos, pesares diversos, recuerdos y reflexiones. En ella se posa el complejo discurrir filosófico de Zambrano: un texto que ha hecho escuela, sembrado debates, alicatado bibliotecas, desde que lo publicara por vez primera en México, en el año 1967. A lo largo del tiempo se sucedieron numerosas versiones editoriales, propias y ajenas, y un estreno escénico póstumo en este Festival de 1992 (versión y dirección de Alfredo Castellón, 1930-2017).

El mítico personaje abunda en planteamientos cercanos a una visión estructuralista y psicoanalítica, entre otras perspectivas, abonando la escritora su afán de hallar caminos diversos para la revelación de la verdad en cuanto la necesitamos para renacer, para vehicular la necesidad de establecer una intensa comunicación entre vivos y muertos; aprender a sentir, a observar, a descubrir la sinfonía del dolor y la piedad rumbo a nuevos caminos de lucidez.

El espectáculo ahora presentado irradia estos aspectos primordialmente como fenómeno audiovisual en el que la densidad del texto original queda ensombrecido por el devenir musical. Un lugar preferente en el que las peculiaridades del teatro-danza con su fuerza poética imprimen fascinante energía a los complejos mecanismos del arte de pensar, decir, sentir…

En el transcurso de esta especie de epílogo a la tragedia griega, la hija de Edipo recibe la visita de  varios personajes, además de pronunciar dos monólogos dirigidos: uno a Ismene y otro a Yocasta, a quienes considera “sueño” y “sombra”, respectivamente, y que no toman la palabra. En primer lugar, en “Sueño de la hermana”, recibe la visita de Ismene, personaje que no aparece, según acabamos de señalar, como interlocutor directo; después, la de dos figuras con las que sí dialoga, su padre, Edipo, y Ana, la nodriza, personaje inventado por Zambrano y cargado de fuerte simbolismo, como veremos; a continuación, en “La sombra de la madre”, aparece otra figura crucial, Yocasta, pero, de nuevo, en forma de presencia intangible y no de personaje; entra Antígona, finalmente, en diálogo con la Harpía, con los dos hermanos, Eteocles y Polinices, con Hemón y, para terminar, con Creonte. [Extracto del Estudio realizado por Marta González González en 2011, Centro de Estudios Clásicos, Ciudad de México]

Espacios abiertos, eficaces proyecciones de video, danza neoclásica y contemporánea, ritmo creciente en ambientes cuyo vestuario nos sitúan en diversas posibilidades temporales (clásico, siglo XIX, actualidad…), en todo caso la función cuenta con dos intervenciones actorales especialmente relevantes.

La de Camilo Maqueda en una emocionante intervención de Edipo, padre de Antígona, y de Mamen Godoy como la dulce, divertida y clarividente nodriza Ana, el único personaje inventado en su totalidad por María Zambrano en su ejercicio de revisión de la tragedia original firmada por Sófocles. La interpretación de la gran actriz (La Maricarmen) aporta matices admirables por donde circula algo de comedia fraternal, zarzuela ligera, melodrama contenido.

 

Intérpretes: Ana García, Cristina Pérez Bermejo, Elena Rocha, Lara Martorán, Camilo Maqueda, Mamen Godoy, Tania Garrido, Jorge Barrantes, Simón Ferrero, Sergio Barquilla, José Antonio Lucia, Francisco García.

Violín: Aolani Shirin

Autora: María Zambrano
Versión: Nieves Rodríguez Rodríguez y Cristina D. Silveira
Dirección: Cristina D. Silveira
Colaboración artística: Susana de Uña
Escenografía: Amaya Cortaire
Vestuario: Marta Alonso Álvarez
Composición musical: Álvaro Rodríguez Barroso
Iluminación: Fran Cordero
Ayte. dirección y regiduría: Carlos Sañudo
Realización de escenografía: Antonio Ollero y La Nave del Duende
Realización vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno
Dirección de producción: David Pérez Hernando

Una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Karlik Danza-Teatro.

68 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA 2022

Ver También la web de la Fundación María Zambrano, por su valioso carácter testimonial.

 

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