Valle Inclán según Gómez de la Serna en un extraordinario “show” con Pedro Casablanc

Horacio Otheguy Riveira.

No es un tradicional music-hall con sus chicas, boys ni orquesta, este show se la juega con un pianista en acción permanente y Pedro Casablanc que asume la profusa algarabía de dos genios literatos y la convierte en arte mayor, inescrutable de tan sensible, divertido y emotivo como en una Feria de la que no queremos irnos nunca. Por sus diversas maneras de decir, sus movimientos, su peculiar manera de cantar, y de andar por el devenir histórico de sus personajes, convierte la sesión en un encuentro excepcional con el verbo de Don Ramón María del Valle Inclán, según lo cuenta Ramón Gómez de la Serna en la biografía que le dedicó en 1944 —es decir, a ocho años de su muerte—, y a su vez el dominio del dramaturgo, compositor y director de escena Xavier Albertí que elaboró una función que es una y cuantas uno pueda llegar a repetirla, una y mil que diría la hija de Valle que no mentía, sino que se ocupaba de “decir otra verdad”. Albertí toma prestado —y regalado— el prodigioso libro de Gómez de la Serna en el que pone mucho de sí mismo, de su pasión por el surrealismo, de la poética dramática, y el buen ánimo de biografiar a quien tanto se admira.

La representación, acariciada con la magia del iluminador Juan Gómez Cornejo, y preñada de sugerencias desde el teclado de Mario Molina, no se acaba en su hora y cuarto, crece en la memoria del espectador, que vuelve a las calles de un Madrid con mucho de aquellos tiempos de Valle, siempre oscilante entre el recio paisaje de su Galicia profunda y los empedrados madrileños, sus amores y sus odios irredentos, su creatividad sin par, tan poco reconocida en vida, al margen de tradiciones y componendas.

 

 

«[…] Este orador que vive en la independencia sin tacha, en el sacrificio inacabable, todo para poder tener siempre la libre opinión y la libre palabra, que se lo debe todo a la literatura sin seudónimo, les va a hablar hoy de un gran literato. El literato permanece atento al ritmo de la vida, vive con las orejas en punta, quiere encontrar el sentido de lo aborigen, la verdad de lo humano.
Me gustaría que brotase de todas las imágenes que pasarán hoy por aquí, una comprensión más cordial de lo humano y de la desigualdad de lo humano. En esa imparidad está la clave de la vida literaria de una época, su propia mezcolanza, su viviente contacto.
La gran lección de estos tiempos con sus desastres continuos, con sus guerras civiles y guerras militares y totalitarias, ha sido una lección de cómo son los hombres y lo que significa su amistad y su convicción, pues todos hemos sido puestos a prueba. Las biografías no son un ejemplo. Un ejemplo es lo abstracto. Son una convivencia, ya que todo lo arreglaremos siendo un rato don Ramón María del Valle-Inclán, para que la conciencia esté tan tranquila que tenga la tranquilidad de la muerte y de más ganas de irse con los que se fueron que con los que se quedaron porque a aquellos se les ve libres de soportaciones, injusticias y pobrezas.

Don Ramón María del Valle-Inclán. Nace tan peregrino caballero en la fronda gallega, en la melena de España. Dos pueblos se disputan la piedra-cuna del escritor: Puebla del Caramiñal y Villanueva de Arosa; pero él, para partir la diferencia, dice haber nacido en un barco que hacía la travesía entre Villanueva y Puebla.
El día y el año también están en pleito, pues si unos biógrafos dieron el 28 de octubre de
1870, parece ser que fue el 28 de octubre de 1866…».

 

 

Yo ya había visto en el fondo de las cosas la distinción de la tristeza, había dialogado con la Luna y comenzaba a descubrir que las rosas guardan el encanto de haber sido mujeres.

 

 

Con una ambientación donde todo es posible, flotan cóleras y simpatías en clave de zarzuelas y sainetes—incluida la visita, sin nombrarse, de Don Carlos Arniches—, los pintores de la época, Zuloaga, Romero de Torres, Sorolla… Bullente vida de artistas fuera de serie entre las miserias esperpénticas del país del 98 y de comienzos de siglo, con el advenimiento de Primo de Rivera, y mucho más en un goteo preciso y vago, lúcido siempre, con una profunda emotividad nada edulcorada. La música que brota del piano y del hombre-orquesta que es el gran actor Pedro Casablanc, enmarcan una aventura magistral dirigida por Albertí como si se tratase de un óleo, cuadro vivo donde las palabras encuentran su vigorosa manera de traspasar la barrera del tiempo.

«[…] Como si fuera un disolvente y una vorágine y una ausentación de las vidas en medio de la vida, llegó la guerra europea del 1914. Cae sobre todos como un nubarrón que cubre nuestros problemas y eclipsa nuestros destinos, dejando a la literatura a la espera de mejores tiempos.
Valle-Inclán es invitado por Francia para que vea la guerra de cerca.
En el café del Gato Negro anuncia que él no es un naturalista que va a tomar notas de observador. Él es un enjuiciador que ya tiene su idea. “Claro está que como tengo un concepto anterior, voy a comprobar ese concepto, no a inventarlo. Si mi portera y yo vemos la misma cosa, mi portera no sabe lo que ha visto,
porque no tiene el concepto anterior. La guerra no se puede ver como unas cuantas granadas que caen aquí o allá, ni como unos cuantos muertos y heridos, que se cuentan luego en las estadísticas. Hay que verla desde una estrella, fuera del tiempo y del espacio”.
Don Ramón se viste de carlista, con su boina y un capote que no sabe de dónde ha sacado, y visita el frente, donde le confunden con el general Gouraud, que tenía su misma figura y también era manco.
Vuelve a España triste. Había visto que la guerra ya no era una epopeya sino algo monótono y feo, algo que visto de tan cerca como él la había contemplado ni se veía siquiera.
Valle era el artista irresponsable que vivía entre sus grandes paradojas y su sobremadurada
desesperación bohemia.
— Mi estética -había dicho- es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos…».

Y en el tumultuoso viaje por la creación literaria de una vida, aparece en boca del gran actor el cancionero popular: La tarántula e un bicho mu malo, no se mata con piera ni palo –  Que juye y se mete por tó los rincones y son mu malinas sus picazones…

TEATRO ESPAÑOL. HASTA EL 9 DE ABRIL 2023

________________________________________

Otras creaciones de Casablanc en CULTURAMAS

Hacia la alegría (2014)

Yo, Feuerbach (2016).

Torquemada (2020).

_____________________________________________________

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *