«El agua entre las piedras», de Víctor Jiménez

Por Jorge de Arco.

En 1984, iniciaba Víctor Jiménez su andadura lírica con La singladura. Cuatro décadas después, el poeta ha sumado once poemarios a una trayectoria coherente y unitaria.

Ahora, El agua entre las piedras (Valparaíso. Granada, 2023), reúne una sugestiva muestra de toda su obra. La edición ha estado a cargo de Juan Lamillar, quien desgrana en su certero prefacio las claves poéticas que vienen signando la producción del vate sevillano: “Quizá el lector no sepa si afianzarse en la piedra o dejarse llevar por la corriente. Firme o fugaz, acertará a alzarse o sumergirse en estas páginas, porque en ellas encontramos una piedra que canta y un agua que vivifica el recuerdo y lo convierte en música, esa música que se desprende de las palabras cuando nos acercan al misterio”.

Desde ese misterio, desde ese enigma que debe concentrar lo poético, Víctor Jiménez viene incidiendo en una manera de hacer que acude a la fuente en donde ha nacido. Y en donde ha bebido. El ayer, la acordanza, se unen, a su vez, a ese tríptico mayor, universal: tiempo, amor y muerte. Su impecable dominio de las tonalidades rítmicas y estróficas moldea, además, un verso elástico, atractivo, que acompasa sabiamente la lectura y la convierte en grata y sustantiva melodía:

Estando como estoy, vencido entre las cuerdas
del dolor y el olvido, de la ausencia y la nada,
queda ya solamente que desde mi rincón
alguien pare el combate tirando la esperanza.

Al par de este centenar y poco de poemas, se adivina la voz de un yo lírico que ha derramado la certeza de las ilusiones que fueron sublimes, de los sueños que aspiraron a trocarse realidad. Hay, también, una nostalgia intrínseca, una codicia vital que complementa la frontera de lo posible y roza con su verbo lo figurativo y lo almado, lo paradójico y lo liberador. Porque en sus adentros sobrevive el anhelo que renueva la esperanza, mas a sabiendas de que hay un ritual de interrogantes que no serán tal vez materia palpable:

¿Por qué, si sobrepaso -a más de cien-
crespúsculos por hora- el límite
de soledad, ningún agente me da el alto?

(…)

¿Por qué, como ahora el sol,
de vuelta va mi corazón amargo?

Ausencias, dichas, duelos, asombros…, pueblan el acontecer de esta antología, en la que destaca una densidad de pensamiento que acerca lo cotidiano hasta un grado de acentuada trascendencia. De ahí que, el poeta, consiga refundar un ámbito donde su persona sea también comunión con el prójimo, que su identidad se sostenga desde el pálpito común en donde pueda saberse latido y alianza. Una amalgama, al cabo, de “intensas emociones que hacen del libro un manual humano”, como bien anota en su epílogo Juan José Vélez Otero, y que alientan con su vitalismo la belleza de un verbo que deleita y acompaña:

Yo no sé cuántas tardes he buscado estos versos
escritos en el agua de las calas ocultas,
en el vaho invernal de unos fríos cristales
que daban al silencio, que daban a la ausencia.

Yo no sé desde cuando he buscado estos versos
en la luz que se pierde de vuelta entre las nubes,
en la niebla que esconde los secretos del mundo,
en la sombra que cubre de olvido las ciudades.

En esta compilación cabe, en suma, todo el sentir y el vivir de un poeta que se aferra al bálsamo de la palabra, que convierte en trasparencia aquello que contempla, que cristaliza con un verso vívido cuanto ama, que fundamenta su verdad en la perdurabilidad de lo mnémico. Y que se baña entre las piedras y las aguas de la poesía más pura:

Puente aquel de San Bernardo
todavía pasa el tren
de mi infancia por debajo.

No olvido que he de coger,
estación de San Bernardo,
un día mi último tren.

Estación de San Bernardo,
ojalá mi último tren
llegue con mucho retraso.

 

El agua entre las piedras

Víctor Jiménez

Granada, Valparaíso, 2023

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