Belén Rueda ensaya una innovadora Salomé, de la mano de Magüi Mira

Horacio Otheguy Riveira.

El verano más ardiente vapulea la ciudad de Madrid. A un costado de su vida cotidiana, en una Sala de ensayos, un grupo de jóvenes y veteranos intérpretes trabaja de sol a sol, entrando y saliendo de situaciones de gran complejidad, con un notable esfuerzo físico que acompaña los ágiles parlamentos que huyen de los largos monólogos, propios del teatro histórico. Los intérpretes aman, odian, se revuelcan en el delirio o deambulan por cuerdas de finísima poética teatral en una acción continua, minada de hallazgos escénicos.

El bíblico drama de la hermosa hija de un reino en descomposición, minado por la corrupción y la lascivia de sus majestades, se desarrolla entre búsquedas, dudas, encuentros, hallazgos… y repaso constante de los menores detalles. Al frente, Magüi Mira, que por primera vez ha escrito —dirigiéndola mentalmente— una obra propia, basada en hechos históricos con la complicidad de su propia visión política de un intenso aquí y ahora.

Con gran experiencia como actriz, directora y autora de versiones de textos clásicos y contemporáneos, expresa con este texto una voz más personal, más exigente aún, brotada de su potente personalidad, enriquecida por los cinco sentidos de quien plasma en escena un conjunto de intrincadas redes con sólidas referencias históricas, creando un inquietante puente hacia penurias femeninas que alcanzan a nuestra época.

Amalgama de intenciones en esta Salomé que fluye con una naturalidad asombrosa, resultado de muchas horas de investigación, recreación, discusión de la escritora consigo misma, con la historia, y con la vehemente necesidad de libertad: conquista que parece innecesaria en quienes conforman desde su sexo generoso el origen del mundo: Cuenta la Biblia que en el principio fue el Verbo… No lo creo. En el principio fue la Mujer.

Resulta evidente que para jugar todas las cartas posibles en el gran escenario de Mérida —a partir del 9 de agosto—, ninguna dificultad hace mella; todo el equipo trabaja duro alrededor de la hermosa criatura ávida de amar por completo al líder revolucionario encarcelado por el rey, temeroso de la movilización social que su discurso libertario desencadena.

Con protagonistas de gran calado, nada se descuida, hay detrás un esfuerzo mayúsculo por dar lugar de excelencia a todos y cada uno: se trabaja duro en un espacio reducido, pronto se embarcarán de Madrid al cielo de Mérida en un bus especial, la Compañía en pleno, divertidos, afectuosos, nerviosos, a un paso de exponer la ferocidad de un tiempo lejano que aún tiene mucho que decirnos.

En los ensayos últimos, nadie equivoca su texto, el ritmo conseguido es alucinante, los personajes se enfrentan a situaciones que oscilan entre el drama lacerante, el divertido brillo de un vodevil y la tragicomedia del poder desalmado, y a pesar de que aún no hay puesta de luces ni sombra del ambiente de las funciones programadas con miles de espectadores anhelantes, el resultado resulta conmovedor.

El magnetismo del talento de Magüi Mira y la entrega total de Belén Rueda en una creación superior, tiran de un carro magistral donde Pablo Puyol es un Bautista lúcido y sufriente entre canciones, Luisa Martín aporta un inédito histrionismo, Juan Fernández los matices de un rey cobarde, cuya lascivia huele a chamusquina, y Sergio Mur es un encantador ángel que informa, acompaña, embellece y dulcifica el terror de toda la historia, donde da la puntilla un variopinto coro de jóvenes actores con muchas tablas.

Al comienzo, un cortejo principesco para una ceremonia de aparente felicidad. (Foto: Helena Sanchis).
Salomé bajo la mesa poblada de alimentos en el despilfarro y el abuso de poder de un reino en caída libre. (Foto: Magüi Mira).
Una reina cuya frivolidad desafía al rey temeroso de todo, pero aún lascivo. (Foto: Helena Sanchis).
Un ángel andrógino, una hermosa mujer entre tinieblas; a lo lejos, Juan el Bautista, enredado en sus prisiones. (Foto: Helena Sanchis).

En esta ocasión, Salomé importa como fenómeno político desgarrado que se explica a través de un imperioso deseo sexual, corazón de un modo de vida castigado por serviles represiones. Retrato de una mujer de enorme sensualidad cuyo mayor propósito consiste en abandonar el reino en el que está enclaustrada y cambiar el mundo junto al nuevo profeta. Cuando éste decide que no puede permitirse amarla porque está infestada de la criminal sangre de su familia… entonces ella enloquece y pide su cabeza: pide matar lo que más ama, la búsqueda de su libertad.

Pasiones descontroladas, injusticias lacerantes, canciones impactantes, humor con clave de sainete, la mujer como centro neurálgico, y una androginia en el vestuario de hombres que adoran o temen a las mujeres, pero que son parte de ellas… por mucho que su libertad sea el infierno más temido.

Salomé por Tiziano (1551): un manto de ternura infinita que la historia no ha contemplado.
Salomé en el comienzo de su danza final donde el erotismo coquetea con la muerte. (Foto: Helena Sanchis).

Intérpretes: Belén Rueda, Luisa Martín, Juan Fernández, Pablo Puyol, Sergio Mur, Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández, José de la Torre

Coro: Manuel Prieto, Paulo Mendoza, Iván Cerezo, Alejandro Villanueva, Benjamín Lozano, Ulises  Gamero, José Antonio Calero, Pepe Mira, Nacho Pérez, Pablo Rodríguez

Texto y dirección: Magüi Mira
Productor: Jesús Cimarro
Escenografía: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (Estudio deDos AAEE)
Iluminación: José Manuel Guerra
Vestuario: Helena Sanchis
Composición musical: Marc Álvarez
Movimiento escénico de Salomé: Cienfuegos Danza
Movimiento escénico de la Guardia de Herodes: Pedro Almagro

69 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida

Del 9 al 15 y del 18 al 20 de agosto de 2023 · 22:45h.

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