El fantasma de la ópera: gran producción musical con renovada pasión romántica

Horacio Otheguy Riveira.

Una ópera para los amantes de los musicales que no ven óperas. El acierto musical de Lloyd Weber radica en dejarse llevar por el bell canto de Puccini y “facturarlo” en una línea contemporánea, fiel al carácter histórico del evento.

No concibió una obra tan admirada como Turandot, Tosca o La Boheme, pero va camino de lograrlo. Explícita influencia pucciniana en el reiterado discurrir de un leit motiv que de diferentes maneras agudiza el recorrido de la trama, hasta resultar esencial en un par de arias muy aplaudidas. Termina la función y durante varios días allí estarán las melodías acompañándonos junto a la trágica historia de amor que en esta nueva versión (con muy cuidada traducción y adaptación de Silvia Montesinos) subraya el perfil femenino y la decadencia del grotesco genio, un pobre hombre que ama a su joven soprano como a una muñeca sin capacidad de decisión… hasta que ella se arroja a sus brazos para despedirse para siempre y huir con su otro pretendiente, un hombre que para amarla no necesita aterrorizar a quienes la rodean.

Tal la síntesis de lo que puede verse en un espectáculo con orquesta y protagonistas de óptimo nivel (donde hasta se cuenta, en breve intervención, con la gran Silvia Luchetti) con un declive en las escenas de conjunto, donde debería subtitularse lo que cantan, pues resulta imposible comprender lo que dicen. Tampoco destacan los numerosos integrantes del elenco en varias escenas donde el gran escenario parece quedarles pequeño, lo que no sucede con el fascinante uso de los escenarios giratorios, así como los muy logrados efectos de magia. Este desfallecimiento no afecta a la totalidad, ya que son mayoría los buenos efectos especiales y, sobre todo, las escenas de solistas, dúos y tríos muy conseguidos junto a la orquesta de quince músicos dirigida por Julio Awad con la precisión y elegancia que le caracterizan.

Un poco de historia

Al que cae de una dicha cumplida, no le importa cuán hondo es el abismo. Lord Byron

La reflexión del poeta romántico inglés fallecido a los 38 años, aunque de una época muy anterior a este Fantasma, le va perfecta. El corazón del drama se refleja en esta “dicha cumplida” de capturar a su musa… y después hundirse en el abismo del odio y la agonía de perderla.

La pasión de un hombre castigado por un rostro deforme que lo convierte en una atracción de feria hasta que huye y jura vengarse a través de la música. Se trata de un romanticismo muy integrado en el movimiento cultural que enriqueció las artes (apogeo a mediados del siglo XIX) a través de la desesperación de personajes que se sentían socialmente humillados y buscaban redención a través de rebeliones de distinto tipo, generalmente autodestructivas en medio de sociedades convulsas, patriarcales. Tal la raíz de la novela de Gaston Leroux (1868-1927), El fantasma de la ópera, publicada en 1910, con un estilo literario muy rompedor, ya que consta de cartas, memorias, extractos, narración en primera y tercera persona. Esta forma ecléctica permite al autor presentar las diferentes perspectivas de muchos personajes. La narrativa atrae al público de todas las épocas por su uso del horror. El escenario es inquietante y la presencia espeluznante del Fantasma se suma a los elementos sobrenaturales. A menudo ha sido clasificada como un romance de terror, pues su trama principal involucra un triángulo amoroso con un personaje tan temible como temerario.

Su éxito llegó a la gran pantalla muy pronto, en el cine mudo de 1925 con Lon Chaney, una súper estrella en el género de terror. Al día de hoy ya suman cinco versiones, una de ellas basada en el musical que estrenara Andrew Lloyd Weber en 1986, versión teatral que no para de recorrer mundo. Tras tantos años de traqueteo, Antonio Banderas —actual socio de Weber para musicales en España— y el equipo creativo de LetsGo Company pensaron en una renovación singular, una nueva mirada que, a 21 años de su estreno en Madrid, compone una recreación de muy alto nivel, y para nada se trata de una mera reposición. Esto sucede tanto en el fondo de la adaptación al castellano como en una impactante escenografía del propio director, Federico Bellone, responsable también de su estreno en Trieste y Milán.

La partitura tiene unos niveles muy exigentes, y los protagonistas se entregan de tal manera que afrontan los riesgos con admirable dominio escénico.
Escena clave del primer acto con el aria La música de la oscuridad, con la que el Fantasma “captura” a su adorada Cristine. (Gerónimo Rauch, Talia del Val).
Uno de los momentos más atractivos de la escenografía de Federico Bellone, también responsable de la puesta en escena.

Gerónimo Rauch, Talia del Val, Guido Balzaretti: un triángulo melodramático de gran belleza musical, capaz de recordarnos fantásticas arias del bell canto, a cargo de profesionales de consagrada trayectoria.

 

El fantasma de la ópera es el musical más longevo en la cartelera de Broadway y más representado en el mundo. Con música de Andrew Lloyd Webber, letras de Charles Hart y Richard Stilgoe y texto de Andrew Lloyd Webber y Richard Stilgoe, basado en la novela homónima de Gaston Leroux. En el Teatro Albéniz Umusic Hotel.

TEATRO ALBÉNIZ

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