Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese

Voy a discrepar de los que opinan que Los asesinos de la luna es una obra maestra ya que no es, ni por asomo, una de las películas más inspiradas del gran Martin Scorsese, sobre todo viniendo de otra película larga, y crepuscular, como era El irlandés. Algo falla en esas más de tres horas de cine parsimonioso que discurre ante nuestros ojos y nos traslada a Oklahoma, años veinte, al territorio de los osage, una tribu india que tuvo la suerte, o más bien la desgracia, de encontrar ingentes masas de petróleo bajo las paupérrimas tierras a las que fueron relegados por el hombre blanco. Le falta al film del director de Uno de los nuestros capacidad de enganche, de emocionar en alguno de sus tramos, de empatizar con sus personajes para que afecte al espectador lo que acontece en pantalla. Esta mezcla extraña de western y género negro no es ni una cosa ni otra.

Ernest Bukhart (Leonardo DiCaprio), viene de la Gran Guerra con una mano delante y otra atrás a cobijarse bajo el ala de su influyente tío William Hale (Robert De Niro) que vive en medio de la comunidad india de los osage y mantiene una relación cordial con ellos. El sobrino, que trabaja como taxista de Mollie (Lily Cladstone), una india que tiene cuantiosas propiedades, seduce y se casa con la indígena para heredar su ingente fortuna y se suma así a una trama criminal ideada por su tío para hacerse con todas las propiedades de esa tribu que se ha enriquecido por una carambola del destino.

Basada en hechos reales, la película de Martín Scorsese es un film denuncia de uno de los muchos abusos que cometió el hombre blanco con sus comunidades indígenas en el Oeste, pero la narración balbucea, le falta fuerza, las interpretaciones, especialmente las de esos dos monstruos llamados Leonardo DiCaprio, que se limita a tener el ceño fruncido para componer su papel de villano, y Robert De Niro, bastante esperpéntico y caricaturesco, como Brendan Fraser en su episódico papel de abogado chillón, no funcionan, como tampoco la de la melancólica Lily Gladstone, la india osage que vegeta a lo largo de 206 minutos. No hay magia en la puesta en escena, no revuelve la conciencia los numerosos asesinatos que se cometen en la película y, sobre todo, sobra metraje, mucho, en esta película que parece diseñada únicamente para copar espacio en las plataformas. Decepcionante y aburrida a partes iguales este que parecía ser uno de los estrenos más esperados de la temporada.

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