Se traduce por primera vez al castellano el Epistolario completo de Francesco Petrarca

Ismael Sánchez.– El sello Acantilado acaba de publicar, en un hercúleo esfuerzo editorial, la traducción del Epistolario de Francesco Petrarca, en cuatro volúmenes y en la versión directa del latín de Francisco Socas.

En la Italia del siglo xiv Petrarca se erige, con Dante y Boccaccio, como uno de los tres pilares de una nueva era en Occidente, marcada por el humanismo. Y es que, al redescubrir la tradición de los clásicos latinos, el poeta del Cancionero, laureado en 1341 en el Capitolio de Roma, se distanció de la teología e hizo del ser humano el principal interés del saber. Y precisamente su obra epistolar escrita en latín contribuyó a plantear ese proyecto inédito. En esta edición del monumental corpus en prosa—integrado por las cartas familiares, de senectud, sin destinatario y dispersas, que abarcan buena parte de la existencia del poeta y casi un siglo de historia—, Petrarca nos habla como observador de su convulsa época, de sus contemporáneos y de sí mismo, dialoga con autores del pasado convirtiéndolos en privilegiados interlocutores y crea su propia comunidad intelectual más allá del tiempo y el espacio. Así, forja la figura del hombre, singular y mortal, pero capaz de ejercer su libertad y trascender la finitud apelando a la posteridad. Con Petrarca el arte se vuelve alternativa existencial al sentimiento religioso, y el artista, paradigma humano.

A continuación reproducimos algunos pasajes de la obra.

«Aquí vas a encontrar muchas cosas escritas en tono familiar para los amigos y para ti como uno de ellos, sea sobre cuestiones públicas o privadas, sea sobre nuestras penas—un tema que aparece más de la cuenta—o sobre otros asuntos con los que al azar voy tropezando. Casi no he hecho otra cosa que darles a conocer la situación de mi alma, o alguna otra noción si la tenía, a mis amigos».

«Frivolidad más que desvergonzada es la que sólo está segura callando: para el que da palmadas bien asentado en la orilla es fácil decir lo que quiera sobre la habilidad del piloto. Contra tal vileza al menos protege tú en un buen escondrijo estos escritos míos astrosillos, que se me escurrieron de las manos sin yo quererlo».
«¡Ojalá yo haga con mi alma el viaje por el que noche y día suspiro de la misma manera que con los pies de mi cuerpo, superando todas las dificultades, hice este de hoy! Y no sé si debe ser mucho más fácil el viaje que sin ningún cambio de lugar se puede cumplir en un abrir y cerrar de ojos con el alma activa e inmortal, que aquel otro que hay que hacer en un espacio de tiempo mediante la ayuda del cuerpo mortal y perecedero y bajo el fardo pesado de las carnes. Hay un cerro que es el más alto de todos».

«Y para que no creas que he perdido el hilo, ¿quién tomaría a mal hacerse viejo, cuando recuerda que tales personajes se hicieron viejos? Más todavía, ¿quién no compartiría con gran gozo la suerte de los hombres más dichosos y no aceptaría con actitud alegre que le llegue la misma vejez que a ellos les llegó? ¿Quién de ellos o quién entre todos los hombres vivió mucho tiempo y no envejeció? ¿De quién leemos que tuviera una vida larga que no concluyera en vejez? Pero nosotros, con deseos enfrentados y contradictorios, deseamos vivir mucho tiempo, más aún, siempre, y nunca envejecer, nunca morir».

 

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