“El moderno Sherlock Holmes”: 100 años de sueños

Por Paco Martínez-Abarca.

La próspera década de los años 20 trajo consigo numerosas innovaciones en el mundo del cine. No solo hablamos de innovaciones técnicas (el sonido llegaría en 1927), sino también del hecho de que en estos años, los últimos años del cine mudo, se desarrolló al máximo el potencial narrativo de las imágenes sin sonido. No es casualidad, por tanto, que un cineasta como Buster Keaton (1895-1966) gozara de enorme popularidad. A día de hoy considerado uno de los mejores cineastas del slapstick, Keaton dotó de profundidad sus gags, que no eran solo un mero chiste. Su expresión inamovible ante cualquier adversidad se convirtió en su seña de identidad. Una faceta asombrosa si tenemos en cuenta la magnitud de sus escenas de acción, probablemente las más ambiciosas para su época. 

Precisamente hoy en día podemos decir que son más ambiciosas y temerarias que nunca, teniendo en cuenta que la mayoría de superproducciones optarían por el CGI para realizar cualquiera de sus gags. Buster Keaton supo aprovechar enormemente el potencial del espacio y del encuadre para generar el humor. A menudo tenía que colocarse muy lejos de la cámara para abarcar todo el mecanismo del chiste. Con él, los gags pasaron de ser meros tropiezos a necesitar locomotoras en marcha y persecuciones en coche. Incluso para las acciones menos alocadas buscaba siempre diferenciarse de los demás humoristas del slapstick. Prueba de ello es la anécdota de que por muy poco se lesiona el cuello en un gag donde solo debía caerse al suelo en una escena de la película que queremos homenajear hoy: El moderno Sherlock (1924). La puedes ver en Filmin.

Se cumplen 100 años del estreno de esta obra maestra. Se trata de una película de menos de una hora de duración pero donde sucede absolutamente de todo. Estamos ante la máxima expresión del slapstick. Con un ritmo magistral, prácticamente cada plano es un chiste por sí mismo, cada paso y cada movimiento de su protagonista lleva implícito un gag. El personaje de Keaton interpreta a un joven proyeccionista de cine que sueña con ser detective al modo de Sherlock Holmes. Un día se le presenta la oportunidad no solo de resolver un misterioso robo, sino también de impresionar así a la chica que le gusta. Sin embargo, El moderno Sherlock no solo es recordada por sus impresionantes escenas de acción, sino también por la fantástica secuencia que ocurre en la sala de cine. Original y vanguardista, en ella tiene lugar la unión entre el mundo ficticio del cine y el mundo real, que termina juntando ambas experiencias. El protagonista de esta secuencia pasa a ser el propio subconsciente del proyeccionista, que surge cuando se duerme mientras trabaja en la cabina de proyección. Es el Keaton fantasmagórico y traslúcido el que se dirige hacia la pantalla de cine y entra en ella en busca de la chica a la que ama, pero la película no se lo va a poner precisamente fácil.

Como un puente, la secuencia une las dos mitades que componen el relato. La primera mitad transcurre en el mundo imperfecto de la realidad, donde Buster Keaton no culmina con éxito sus ambiciones de ser un detective e impresionar a la chica que le gusta. Sin embargo, después de entrar en el mundo de los sueños, la vida y la actitud del personaje cambian. Las escenas de acción son mucho más alocadas y lo inverosímil llega también a los gags. La magia y lo imposible pueden ser motivo para hacer un chiste, y el nuevo detective tiene todas las habilidades necesarias para desenmascarar a los culpables. Keaton (en su día alumno del mismísimo Houdini) desarrolla todo su potencial de gags con esta base entre lo onírico y lo mágico. El punto en el que cambian los mundos ocurre cuando un travelling se acerca a la pantalla de la sala, e indisolublemente se transforma en la misma pantalla que vemos nosotros. Pasamos así a ver la película que se imagina el dormido proyeccionista. Nosotros, conscientes de ser una ensoñación, asistimos a la historia sin recelos. Podemos extraer la idea de que las historias, por mucho que sepamos que son una ficción, tienen el poder de cautivarnos y de emocionarnos.

A tan solo una década del cine de atracciones de los hermanos Lumière, El moderno Sherlock, incluye ya este gesto de plena conciencia cinematográfica. Muestra sin tapujos lo artificial de las imágenes, sabiendo que no por ello van a dejar de resultarnos impresionantes. Porque pese a que las imágenes que se suceden 24 veces por segundo no sean verdad, siempre nos interpelan y nos cuenta algo. Hablan de hechos que nos son familiares y proyectamos, como ellas se proyectan en la pantalla, nuestras propias experiencias. Incluso nos pueden enseñar nuevas cosas, como la que aprenderá el joven Sherlock al despertar de su sueño al final de esta maravillosa película.

El moderno Sherlock desprende amor al cine, y también entusiasmo por su funcionamiento. Esta película demuestra una comprensión del lenguaje cinematográfico y los elementos que lo componen. Y no solo eso, sino también una sensibilidad por el propio medio fílmico: el negativo que se superpone para formar el ente de Buster Keaton; pero también la sala de cine como el lugar en el que nuestras vivencias se unen con la experiencia de la película. Una concepción mística para unos, ontológica para otros, pero en todo caso preciosa y soñadora.

5 thoughts on ““El moderno Sherlock Holmes”: 100 años de sueños

  • el 5 enero, 2024 a las 1:23 pm
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    Un artículo genial, profundo y digno de elogiar en todos los sentidos, comparto esa visión tanto del análisis del personaje como de su producción.

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  • el 5 enero, 2024 a las 6:08 pm
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    Buen artículo, Paco, gracias por recordarnos al gran Keaton.

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    • el 5 enero, 2024 a las 6:21 pm
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      Gracias por el artículo y recordarnos la magia de Keaton.

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  • el 5 enero, 2024 a las 8:01 pm
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    Me la pongo en primera línea de parrilla para ver este fin de semana.
    Gracias por redescubrir a un clásico.

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  • el 19 enero, 2024 a las 1:22 pm
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