“Nuestros muertos”: teatro documental en torno a la violencia en España

Horacio Otheguy Riveira.

La Compañía Comicon bate con mucho talento realidad testimonial y espectáculo vivo, a veces entre canciones, casi siempre bajo la vibrante iluminación de un cabaret intelectual o de carretera, chupitos y plumas excitantes. De todo hay en una carrera volcada en el teatro como el arte mayor que es cuando universaliza nuestra existencia en el marco de la violencia social, a tiro limpio o bajo la agresividad verbal camino de las pistolas… como ahora mismo se va alzando, pueblo a pueblo, el resistible ascenso de la ultraderecha, que no es más (ni menos) que el desafuero de la derecha de siempre, sin máscaras, sin su clásica hipocresía.

De un modo u otro siempre juntos, Laila Ripoll y Mariano Llorente son los directores de Comicon que ahora, con texto y dirección de Mariano Llorente, dan forma a un discurso atípico en su trayectoria: poco y nada de espectáculo en una disertación muy próxima a una conferencia, cara al público, entre la madre de un joven muerto accidentalmente por estar en la calle cuando un miembro de ETA llevaba a cabo un atentado. Hablan ambos, conversan en la cárcel donde a él le quedan 4 años. Es un arrepentido odiado para siempre por los que aún quedan anhelantes de una imposible victoria de la Euskadi programada a tiro limpio, despreciado por su propia madre, superviviente de un tiempo juvenil donde arma en mano se podía soñar con ser un héroe.

Violencia terrorista, terrorismo de estado por una Guardia Civil que tortura en una democracia que mira para otro lado, violencia que perdura entre los restos de víctimas del franquismo, a través de quienes se oponen a su búsqueda; la permanencia de las voraces fauces franquistas arrasando pueblos junto a curas y monjas que supieron unir a su dios con la vorágine del odio.

Madre y asesino hablan, ejecutan memoria propia y ajena, y jóvenes intérpretes se ocupan de ilustrar sus correspondientes instancias del pasado, como únicos, modestísimos, rasgos de acción escénica.

Nuestros muertos es lo que es porque así lo ha querido Llorente, un hombre de teatro muy hecho a la variedad de registros en todas sus posibilidades. Aquí apostó por el testimonio directo en una línea de dura conferencia en la que de cada lado del país salen varias españas que se creen autosuficientes, incluidas las que quieren dejar de serlo: todos los nacionalismos y los odios que perduran se dan cita con indudable capacidad de síntesis documental, pero en un contexto escénico que empobrece testimonios tan valiosos. El valor ideológico se ve lastrado por una dramatización que va perdiendo energía a medida que avanza, como si fuera castigado el conjunto de buenas intenciones por el clásico lema del conferenciante: “No hables más de 45 minutos seguidos porque el público pierde interés y empieza a distraerse”.

 

 

Los restos de su padre, asesinado por falangistas por alcalde socialista en 1936, al fin descansan con los de su hijo, muerto por “daño colateral” de un atentado de ETA en 1989.

 

 

Clara Cabrera representa la juventud propia y de la nieta de la madre, ya anciana (María Álvarez).

 

 

 

 

 

 

 

 

Javier Díaz interpreta diversos momentos de la vida del etarra arrepentido. En la foto: las torturas infligidas cuando nada sabía de la organización, “si hubiera sabido algo lo hubiera confesado para que pararan de golpearme”. (Carlos Jiménez-Alfaro).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NUESTROS MUERTOS

Texto y dirección: Mariano Llorente
Interpretación: María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera, Javier Díaz
Vestuario y escenografía: Laila Ripoll
Música: Mariano Marín
Diseño de iluminación: David Roldán
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Producción y distribución: Joseba García
Fotografía y gráfica: Javier Naval
Prensa y comunicación: María Díaz
Grabación obra y teaser: Miguel Ángel Calvo Buttini
Edición teaser: Juan Poveda

 

SALA CUARTA PARED

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