Deje que el viento hable, una propuesta tan conceptual como poética

Hada Torrijos Suelves

¿Somos acaso el tiempo que tenemos en esta vida o nuestras huellas y ecos pueden resonar en un presente del que ya no formamos parte cuando no estamos?

El último montaje de Irina Kouberskaya navega entre lo poético, lo real y lo conceptual en el Teatro Tribueñe y lo hace de una manera tan delicada que termina por abrazar al espectador.

Deje que el viento hable es el título de esta propuesta teatral, ya tan poético en sí mismo, como la acción que se desarrolla en el espacio de esta sala tan polivalente como acogedora.

Un texto obra de Irina Kouberskaya, basado en la vida y sobre todo en el legado poético de Tonino Guerra (1923-2012), quien fue en su momento uno de los artistas, en el más profundo significado de la palabra, de la Italia del momento. Artista por ser escultor, pintor, guionista de Nostalgia para Tarkovski, Amarcord, Y la nave va de Federico Fellini, entre otros. Pero también tenía en su interior el arte de dominar las palabras como para tejerlas en poemas que atravesaban a todo quien lo leyera. Así pues, Kouberskaya recupera la esencia de Tonino Guerra en Deje que el viento hable y trae a escena a algunos de los personajes de esta herencia poética del italiano.

La memoria del tiempo, los recuerdos perdidos en un pasado que se reconstruye en un presente para transitar el viaje de la vida con nostalgia y deseo. La frontera entre lo terrenal y lo divino se irá diluyendo conforme avance la acción en escena, con un José Luis Sanz interpretando el papel de Ángel para derribar las costuras del tiempo, ese que solemos tejer a veces en sueños. Su compañera en escena, Chelo Vivares, con su gran dicción y proyección de la voz la hará resonar entre el patio de butacas como los ecos de la vida de su personaje.

Esta propuesta teatral se articula en un montaje muy completo, pues introduce en determinados momentos elementos audiovisuales que consiguen darle ritmo a una acción poética que se asienta sobre los sentimientos de los protagonistas. La escenografía, obra también de Irina Kouberskaya, es sin duda uno de los aciertos del espectáculo: varias telas que cuelgan en diferentes tendederos se combinan y sirven a los personajes para sus entradas y salidas. Pero no solo eso, el espacio escénico está delicadamente cuidado con cada uno de sus elementos, para que los espectadores viajen a las vidas de estos protagonistas. La acción sucede tanto en el escenario principal como en una escalera trasera de la sala, aprovechándolo al máximo para contar esta historia en varios planos, seguramente también metáfora entre la divinidad y lo humano.

Como en el caso de Tonino Guerra, la propuesta que nos trae Kouberskaya es completamente artística, en cuanto a que diferentes disciplinas del arte se dan la mano en una amalgama que termina siendo perfectamente poética. La danza, la música, la proyección audiovisual y la interpretación del reparto bailan para hacer brillar lo que se dice. La palabra termina siendo vehículo indiscutible de las emociones y los sentimientos que se levantan sobre el Teatro Tribueñe.

Varios son los momentos coreográficos que se suceden en la función, donde Virginia Hernández, Ana Peiró y Ana Moreno aparecen en escena dando vida a unos pájaros. Pareciera que las tres se han metamorfoseado en unos pájaros que el personaje del Ángel ha revivido. Sus movimientos, los sonidos y las posiciones casi imposibles que interpretan, hacen de esos momentos reseñables.

Todo en Deje que hable el viento es poético, teatral y, en definitiva, artístico, como lo fue el legado de Tonino Guerra. La dirección de Irina Kouberskaya en este caso deja latente que un teatro con esencia propia puede atravesar a todo aquel que lo vea. Nosotros como espectadores, ante esto, tenemos la posibilidad de dejarnos llevar durante una hora y media y acallar, como sus protagonistas, nuestras pulsiones y deseos para disfrutar en silencio de la belleza poética.

 

 

 

 

Dramaturgia y Dirección: Irina Kouberskaya.
Ayudante de dirección: Enrique Sánchez.
Intérpretes: Chelo Vivares, José Luis Sanz, Virginia Hernández, Ana Peiró, Ana Moreno.
Diseño de iluminación: Eduardo Pérez de Carrera y Miguel Pérez Muñoz.
Vestuario: Ana Moreno.
Coreografía: Sara López.
Espacio sonoro: Iván Oriola.
Espacio visual: Fragmentos Gente del Po de Antonioni. Montaje Antonio Sosa.
Escenografía: Irina Kouberskaya.
Técnicos de iluminación y sonido: Miguel Pérez Muñoz y Nicolás Orduna.
 Agradecimientos: Fernanda Cabral.

Puede disfrutarse los sábados y domingos de mayo a las 19.00h.

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