Lo jodido que es vender libros

Cualquier científico que se precie dirá que me equivoco, pero, a las cuatro estaciones convencionales, por estas fechas debemos de sumar una quinta: la de las Ferias del Libro. Hay alguna que, cual satélite orbital, precede al nudo gordiano de la temporada o se pospone hasta después de verano. Están bien para que los escritores podamos mantener algo de fuelle el resto del año.

Como escritor en su segundo año en el circuito comercial de casetas de librerías y editoriales, uno tiene sus tablas. Escasas, sí. Pero las tiene. Y no podéis imaginaros lo realmente jodido que es vender un libro.

Por supuesto, siempre han existido clases. Por un lado, están esos autores cuya veteranía nadie pone en duda. Autores con un público definido y un hueco en las librerías, que publican con editoriales grandes. Tienen a la maquinaria del marketing expulsando CO2 por donde pasan. De una forma u otra han sabido ganarse al público. En España, suelen ser escritores de ficción histórica, novela negra (englobo aquí todas las patitas: policiaca, detectivesca, negra, thriller…), juvenil y/o romántica. Los autores de género exitosos son extranjeros y, quien quiera verlos, debe acudir a un festival especializado.

De los titanes de las ventas no vengo a hablar. No de momento.

Me centraré en los autores chiquititos, como yo, entre los cuales diferencio tres niveles: los más pequeños, que muchas veces no están en estos eventos o que utilizan otros canales de distribución (rr.ss., venta masiva de ebooks); los de nivel medio, que van de caseta en caseta ofreciendo sus títulos; y los aguadores de los dioses, es decir, los que ya venden bastante en géneros comerciales pero les falta ese poquito para convertirse ellos mismos en la élite comercial.

Comencemos por una escena real que ficcionaré para reducirla: el viernes de la semana pasada firmé en Las Rozas. Acabo de publicar Mo-Ho con Apache, una novela que combina el suspense terrorífico (Tiburón, Cujo) con el drama familiar/costumbrista (El resplandor, El misterio de Salem’s Lot, Hex…). Ellos pusieron caseta, así que yo, que con tal de abrirme camino en estos vericuetos de la Literatura me apunto a un bombardero, cabalgué el taxi negro y me planté allí.

Bien. La Feria, al menos el viernes por la tarde, se centraba en el público infantil: cuentacuentos, y ese tipo de eventos. Lo cual lleva a pensar que si la mayoría de librerías han apostado por literatura infantil y juvenil, mejor; más alpiste para los adultos. Pues no fue así. He de decir que el trasiego de posibles lectores fue bastante escaso (y esto es un eufemismo). Pero, entre las ocasionales conversaciones que el escritor detective espía, se repetía un patrón: yo estoy mirando para los niños. Y, encima, estábamos a finales de mes.

Los adultos que se detenían a veces huían al escuchar que se trataba de la caseta de una editorial de fantasía, ciencia ficción y terror. Como si los libros de género fuesen menos libros por incluir elementos fantásticos o tecnológicos, si los románticos incluyen quimeras amorosas de difícil veracidad, la novela negra recurre a más clichés que Maradona en Sierra Nevada, y la histórica se basa en la reconstrucción ficcionada de hechos en base a documentos interpretados a posteriori (soy historiador, sé de lo que hablo).

Es aquí cuando llega el punto. En un par de ocasiones repetí el mismo discurso (aprecio la sinceridad): Ante la pregunta «¿De qué va Mo-Ho?», lo primero que decía era que era una mezcla de Tiburón y El resplandor, y luego ya añadía Cujo y el resto de las arriba mencionadas, sin intentar desvelar cuál es el animal que, en mi novela, caza personas. El enfoque que le he dado convierte a Mo-Ho en un elemento de misterio en los primeros capítulos, y me gustaría mantener ese halo.

Luego ya hablaba del sociópata de Pacheco, del narcicismo de James… Pero lo primero la comparativa. Tiburón y cia. forman parte de la cultura popular. Facilitan un cuadro mental rápido. Pero me quiero yo imaginar a Stephen King deteniendo a una pareja en una Ferie para hablarles de una novela sobre un sanbernardo rabioso que hostiga a una madre y a su hijo en un coche averiado, y de ahí desenredar para hablar del marido, de los dueños de Cujo… O a Peter empezar un discurso de venta fría mencionando a un sanguinario tiburón (sin especificar la especie; es parte del misterio) que asola una playa turística, y los problemas de corrupción de la localidad, y el matrimonio del prota…

Pónganse de mi lado. Tenemos tan interiorizadas esas novelas que es como imaginarnos un mundo sin los Beatles. Si los autores tuvieran que salir a ganarse las habas en una Feria, pura venta fría, parece bastante jodido. Por buenísimos que sean. Me alegro de que no fuera necesario, porque muchísima gente ha disfrutado de historias fabulosas que, de otra manera, no.

Hoy me estoy extendiendo demasiado. En las Ferias grandes, las principales, hay público para estas historias, aunque sea minoritario. Para vender en el tú a tú es clave saber simplificar la novela tocando palos que despierten lucecitas en los lectores. Esto lo hacen muy bien las novelas comerciales. El año pasado compartí stand con otros escritores, y una de ellas tenía un discurso perfecto: thriller de una jueza que se enamora del malote, por él pasa al lado oscuro, pero la pasa esto otro… Y vendía como churros. Porque, cuando mencionas al monstruo o al fantasma, la gente locamente racional desconecta.

Mi propio ejemplo es con MIMO, aunque ojo, aún a veces me llevo sorpresas. MIMO es la historia de un asesino en serie perseguido por los familiares de las víctimas, que, mientras se suceden los hechos, busca completar su cruzada. La sola mención de los conceptos «asesino en serie», «víctimas» y «libros» (recrea las obras de un famoso escritor de terror) son un faro. Aunque sea una novela de terror. Estos meses he recibido muchos lectores que de MIMO han saltado a Cabárceno o a Mecánica de fluidos, libros que, claramente, son más de género. Y ahora pasará lo mismo con Mo-Ho, ya que son novelas relacionadas.

Lo que quiero decir es que comprar un libro es algo muy personal cuando hay intenciones de leerlo y no es por mera posesión (cosa que los metidos en el circuito hacemos). Para que alguien te compre a ti en lugar de a otro, tiene que conectar contigo o con el discurso de tu novela. Pero ¿y cuando pasa? Ahí es cuando ganas un lector inquebrantable. Gente que, aunque tus obras permeen en temática, se las comprará para sí misma o para regalar. Porque lo que le gusta es tu enfoque, tu estilo, tu forma de contar una historia y de definir a los personajes. Como si escribes un recetario. Son tus heraldos del boca a boca, y el círculo se ensancha, y se van ganando lectores, y tú, escritor, que haces esto por amor al arte, escribes más, y más, y sigues dándoles su droga a esos yonquis de la tinta. Es la victoria absoluta. Pero, para llegar a eso, has tenido que dedicarle tardes enteras a hablar de perros rabiosos, familias disfuncionales y tiburones a un montón de extraños. Cuando des en el clavo, te lo agradecerán. ¿No sería el mundo un lugar un poquito peor sin esas historias?

One thought on “Lo jodido que es vender libros

  • el 6 junio, 2024 a las 8:59 am
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    Muy buen artículo. Me gusta la idea de relacionar Best Sellers con tu novela para recrear vínculos. A las mías les falta eso, una es rollo Un mundo feliz y la última casi no sabría catalogarla más allá de un thriller psicológico dentro de una novela negra llena de sociópatas tipo Joker. Pero lo de pertenecer al género del gran King es un puntazo, ese y el saber hablar en público, actividad que aún no me he propuesto.
    Suerte con tus proyectos, tiene buena pinta y se ve que crees en ellos tanto como para hacer que el resto también lo haga.
    Un abrazo

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