
Consuelo De Arco: La Casa De Las Cabezas Negras En Riga
Por Antonio Costa Gómez.
Iba por la calle Gothersgade de Copenhague, que va desde el castillo de Rosenborg hasta la Plaza Real y el canal Nyhawn de los marinero. Admiraba los cafés de estilo parisiense y las galerías de arte. Y me acordé de que Rilke estuvo en Copenhague en 1904, llegó en barco desde Kiel en Alemania. Pasó en barco el estrecho de Oresund y como no aguantaba encerrado en el camarote fue todo el tiempo en cubierta aunque llovía a cántaros. Llegó empapado y asustó al sueco que lo invitaba, que lo llevó enseguida a cambiarse.
Por aquella época escribía el Libro de imágenes. Y en él hay poemas como “Infancia”: “Ir entre todo, con el trajecito / muy de otro modo que otros van y fueron…/ Oh tiempo milagroso, oh gastar tiempo, /oh soledad”.
Iba por la calle Sodergatan en Malmo que se dirige desde la plaza principal antigua hasta la plaza Gustavo Adolfo. Y me acordé del poeta sueco Gunnar Ekelöf, tengo aquí desde hace muchos años un libro suyo amarillento que incluye la obra “Tarde en la tierra”. No quiso que la llamaran surrealista, porque son poemas muy pensados y corregidos, pero tiene la libertad y la magia del surrealismo.
Y en ella está ese poema misterioso: “Las flores duermen en la ventana y la lámpara clava la mirada de su luz / y la ventana clava su mirada negligentemente en las tinieblas de fuera, / los cuadros muestran apáticos su contenido que se les ha confiado / y las moscas permanecen inmóviles en las paredes y reflexionan, / en el rincón el gato ronroneando hila la lana del sueño”
Iba por la calle Kulka en Riga, que va desde el Monumento a la Libertad, cruza el canal y llega hasta el ayuntamiento y la fascinante Casa de las Cabezas Negras. Nos paramos en la plaza Lica a tomar algo en una vinería que está en la Casa del Gato. Los comerciantes del Gran Gremio y el Pequeño Gremio que están enfrente admitieron a regañadientes al dueño de esa casa, pero le exigieron que el gato del tejado dejara de apuntarles con su culo.
Y me acordé de que en Riga estuvo Boris Pasternak en 1912. Y de que hojeé tantas veces una antología de sus versos en francés de Gallimard. En ella leí a menudo ese poema que ahora traduzco como puedo : “La vida, mi hermana, ved que ahora ella explota / y golpea en lluvia, en llantos, en bofetadas de primavera”. El poema pertenece al libro Mi hermana la vida. Pasternak era hermano de la vida y tan vivo como ella en todo momento, sin que nadie pudiera evitarlo, ni Stalin siquiera. Tomó del futurismo la audacia y la ruptura, pero no la esclavitud a la máquina ni el fascismo, y mantuvo siempre su hondura humana.
Iba por la calle Pilies, o calle del Castillo, en Vilna, la más sabrosa del casco antiguo, con librerías y un recuerdo de una estancia de Stendhal. Y recordé un poema de mi admirado Oscar Milosz, que pertenece a El poema de las decadencias, que habla de otro tiempo lleno de defectos, pero también con un encanto que ya no existe en nuestro tiempo deshumanizado y reducido a fórmulas: “Es la vieja canción que en voz baja viene a llorar /Al parque huérfano de antaño, es la amarga //temblorosa melodía, oh querida muchacha. / De aquel pobre viejo tiempo que ya no volverá”. El poema se titula “Viaje”, habla de cuando uno viajaba de verdad y no encontraba lo mismo en todas partes. Y cuando la prepotencia lo aplasta todo es bueno vivir más sutil y libre con la decadencia.
Iba por la calle Freta en Varsovia, que va desde la Plaza del Mercado Viejo a la Plaza del Mercado Nuevo (las dos son medievales). Había leído tanto sobre esa calle. Isaac Bashevis Singer habla mucho de ella en El mago de Lublin y en Un amigo de Kafka. Paseábamos Consuelo y yo por ella, con sus tabernas y sus suelos de piedra.
Y me acordé de un poema de Czeslaw Milosz, que tanto sabía sobre el estalinismo, y la vida pese a todo bajo él, como lo cuenta en la novela El poder cambia de manos llena de melancolía por todo lo que la rigidez política humilla y aplasta.
Ese poema habla de un país militarizado, del prosaísmo brutal de la política, y de la Historia como un aplastamiento continuo. En ese país sometido a las luchas políticas y las abstracciones de los gobiernos, un poeta se dedica al estudio de las formas, a la pura poesía y la estética como liberación. También Schiller habló de la estética como liberación en “La educación estética del hombre” y lo revindicó Herbert Marcuse mucho tiempo después en “Eros y civilización”. Las cosas que parecen tan serias al final se vuelven mortalmente serias y cortan la vida de los hombres. Y solo la libertad y la vida está en lo que los políticos no se toman en serio. Con razón Platón defendía un gobierno de filósofos, pero tal como los describía eran más bien poetas.
El poema se titula “Cuento” y está en una antología de poesía polaca: “En medio de un país militarizado, en la ciudad por cuyas calles /resonaban los gritos de manifestaciones nacionalistas, un joven // investigaba la esencia de la forma, su surgimiento y duración. //Quería utilizar con ese fin sus cinco sentidos // pero el poder de estos estaba solo en el sueño”.
El poema lo tradujo Francisco de Oráa y se incluye en la Historia de la Literatura Universal, de José María Valverde.
El mundo hipertécnico actual nos mutila y nos priva de nuestros sentidos. Y ya no digamos en el digitalismo desnutrido que nos quieren imponer. Solo en el sueño podemos usar todos nuestros sentidos, cuando la realidad se empobrece y reduce toda a fórmulas. Era indispensable soñar cuando el estalinismo aplastaba la poesía. Pero el tecnologismo actual aplastante tiene mucho de estalinismo.
Cuando atravesábamos en un tren de cercanías el estrecho de Oresund desde Copoenhague a Malmo yo miraba las aguas animadas del Báltico, como un secreto que se mueve a pesar de todo calladamente. El Báltico como un lago grande o como un mar mítico con poetas de varios países asomados a él. El Báltico que un día creó prosperidad con la Liga Hanseática y hoy aún es una esperanza poética.