"7 años": intensa intriga con cuatro socios conflictivos y un hombre tranquilo

Por Horacio Otheguy Riveira
Un plan maquiavélico para hacer frente a 7 años de cárcel, y un hombre tranquilo que llega de fuera para encontrar una alternativa, pero acaba poniendo el dedo en la llaga. Una obra de intriga con ingredientes de policiacos clásicos muy bien armada y estupendamente interpretada.

De pie, Eloy Azorín, Miguel Rellán y Carmen Ruiz. Sentados, Juan Carlos Vellido y Daniel Pérez Prada. (Foto: Carlos Melchor)

 

Un mediador en sábado noche para resolver una cuestión peliaguda: cuatro socios de una próspera empresa serán condenados a 7 años de cárcel por haber desviado dinero a Suiza. Entre todos han decidido que sólo uno de ellos cargue con el castigo, una decisión difícil de tomar que exige la objetividad de un buen mediador, un hombre sabio, con experiencia, sereno, recomendado por Natalia —un personaje misterioso que nunca aparece en escena, siempre al teléfono—.

Como en toda buena obra de suspense las apariencias engañan, de manera que los cuatro personajes irán mostrando de sí mismos lo que les conviene, y el hombre tranquilo se ocupará de descifrar el enigma que subyace entre rencores concentrados. Tres hombres y una mujer, perfiles de clase media con ingenio, talento y capacidad de trabajo a quienes se les cruza la posibilidad de ser muy ricos, encantados de convertirse en delincuentes magníficos, de los más listos. Hacienda acaba pillándoles, y si uno va a prisión los demás se comprometen a forrarle el futuro con una buena cantidad de millones.

La intervención del extraño es tan potente que convierte una reyerta entre socios, de pronto mal avenidos, en una revelación de crueldad amparada en una falsa amistad. Allí el meollo de la trama que, por supuesto, no hay que desvelar. Así, la negra amenaza de los 7 años es además del largo brazo de la corrupción un mero síntoma entre gente inmoral que actuaría del mismo modo, mezquino y malvado, en cualquier otra situación, ya que no es la codicia el auténtico corruptor… sino el mero despertador de lo peor de algunos de ellos…

Gente muy débil, gente muy fuerte, un tipo que nunca pierde los nervios… y una buena trama con final sorprendente.

Un quinteto bien compenetrado

Foto: Carlos Melchor

La dirección de Daniel Veronese consolida una buena atmósfera de inquietud desde el primer momento. El espectador se engancha de entrada porque no se cree todo lo que escucha, y la sospecha sobre estos cuatro crece en la misma medida que sus extraños millones fuera de España cuando estaban triunfando. «Son insaciables y no les importa nada…»: un susurro en nuestro oído que nos conduce por caminos sumamente interesantes por los que brota el humor, la violencia, el melodrama bien ajustado, contenido.

Miguel Rellán en su tercera obra en este mismo escenario (Jugadores, Cartas de amor) compone con maestría la calculada sencillez de su personaje; mínimos detalles ya conmueven no más entrar en escena, cuando llega con su aire descuidado, un portafolios mal cerrado y una sensación de pobre tipo que nada tendrá que ver con una realidad sinuosa que manejará como un eximio profesor. Actor y personaje se confabulan en este alma pater de una función muy bien arropada por todo el elenco: el bravo cinismo de Daniel Pérez Prada (La noche de las tríbadas), volcado en una espiral de inflexible crueldad; la sensualidad y energía sin dobleces de una atractiva mujer prisionera de un amor imposible en Carmen Ruiz (La cantante calva); el egoísmo sin contemplaciones, tras una caparazón de eficacia profesional en Juan Carlos Vellido (Bajo terapia), y la tierna desprotección de un joven abrumado en Eloy Azorín (Una gata sobre el tejado de zinc caliente), el menos histriónico de los personajes, y por eso mismo con el mérito de moverse en territorio minado donde sus silencios son muy significativos.

Una función teatral que viene del cine (película que no he visto) con ecos de muchos clásicos del género, desde Ha llegado un inspector, de Priestley a La visita de la anciana dama, de Dürrenmatt, nobles influencias que no impiden que 7 años sea capaz de construir sólidos personajes y situaciones dramáticas con vida propia.

 

Mónica Boromello ha creado un amplio espacio con mucha luz, elegantemente frío… que esconde oscuras pasiones. Una función en la que se habla mucho, pero a través de diálogos ágiles, despertando creciente interés. (Foto: Carlos Melchor)

Obra basada en la película original de Netflix
Idea original José Cabeza
Versión y dirección Daniel Veronese
Reparto (por orden de intervención) Juan Carlos Vellido, Daniel Pérez Prada, Eloy Azorín, Carmen Ruiz, Miguel Rellán
Voz de Natalia Malena Gutiérrez
Ayudante de dirección Maite Pérez Astorga
Diseño de iluminación  Juan Gómez Cornejo/Ion Aníbal López
Escenografía y vestuario Mónica Boromello
Ayudante de escenografía y vestuario François  Rouillé
Prensa María Díaz
Community Manager Cristina Díaz 
Fotos cartel Sergio Parra
Diseño gráfico Alberto Valle-Hawork Studio
Teatros del Canal. Sala Verde. Del 4 de octubre al 4 de noviembre de 2018

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