Love, Death & Robots (2019), de Tim Miller – Crítica

 

Por Jaime Fa de Lucas.

Love, Death & Robots (Amor, muerte y robots) es la nueva antología de cortometrajes de animación que ha sacado a la luz Netflix. Una colección de ocurrencias poco desarrolladas cuyo título debería haber sido «Sexo, acción y poco más». De los 18 cortos sólo 3 dan la sensación de ser obras completamente formadas, el resto carecen de profundidad o parecen meras anécdotas sin ninguna trascendencia.

En general, la antología puede funcionar como escaparate técnico de lo que se puede lograr a día de hoy a nivel visual con la animación. Hay algunas ideas interesantes y buen sentido estético, pero falta sustancia en casi todos los cortometrajes, algunos de ellos incluso parece que están inacabados. Lo que resulta más lamentable son las intromisiones sexuales que hay en la mayoría de cortos, como si mostrar cuerpos desnudos y actos sexuales por doquier, con gratuidad y alevosía, fuera transgresor o provocativo en pleno siglo XXI.

Hay que destacar tres cortos por encima del resto –a partir de aquí hay spoilers–:

La testigo, de Alberto Mielgo, además de presentar una técnica de animación muy sugerente, tiene una estructura circular que de forma tangencial toca el tema de la violencia doméstica y cómo ésta puede ser simétrica.

Buena caza, de Oliver Thomas, destaca por ese guiño nostálgico que hace a la pérdida de lo mágico frente al desarrollo de lo tecnológico y lo material; aunque finalmente el protagonista consigue un equilibrio ideal entre ambos mundos.

Zima Blue, de Robert Valley, quizá el más profundo de todos, indaga en el proceso creativo asociándolo a la existencia, con una historia sobre un artista que en realidad es un robot. La conclusión es bastante interesante a nivel filosófico, ya que el gesto creativo definitivo es la autodestruccion de uno mismo, o más bien, la autolimitacion, con el objetivo de lograr la perfección desarrollando bien una tarea sencilla.

Netflix sigue intentando cautivar a la audiencia y ya no da palos de ciego, sino de tuerto. Acierta en los contenidos que la gente quiere ver, pero no acaba de conseguir algo totalmente satisfactorio. Love, Death & Robots se deja ver gracias a la corta duración de sus piezas, aunque como conjunto, fracasa.

 

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