Lara Moreno, una obra literaria y una crónica personal

GERARDO GONZALO.

Normalmente los grandes descubrimientos son consecuencia de arduas búsquedas. Otras veces, sin embargo, son fruto de la casualidad. Esto los hace más satisfactorios, porque a la alegría del hallazgo, se suma la euforia de la sorpresa. Esta es una historia sobre esta segunda clase de descubrimiento.

En la biblioteca de mi localidad, una autora, de la que apenas manejaba algunas referencias indirectas, iba a dar una charla sobre su última novela. Esas referencias, la vinculaban en estilo y generación con alguna otra autora que respeto. Ese buen precedente, la ausencia de un plan de lecturas estimulantes en el corto plazo y su inminente visita, fueron los argumentos que me embarcaron en la lectura de los libros, fundamentalmente de su obra narrativa.

No puedo afirmar que esta escritora, Lara Moreno (Sevilla, 1978), me atrapara con las páginas iniciales de su primera novela, Por si se va la luz (Lumen 2013). Reconozco que me costó entrar en ese mundo rural, tan inhóspito y descarnado, que planteaba. Pero poco a poco, me sumergí con satisfacción en una historia que envuelve por su fascinante desarrollo. La autora sitúa la historia en un pueblo, casi abandonado, en el que recala una joven pareja procedente de la gran ciudad, en lo que aparentemente parece una especie de huída de un determinado estilo de vida. Esto, que tiene el riesgo de derivar hacia un relato de urbanitas buscando el paraíso rural, en esa España vacía, que tanta obra está generando, se desvía a ámbitos complejos y poco evidentes, empleando un tono enfermizo, desasosegante, misterioso y a ratos espectral.

Con unos escasos mimbres motivacionales, pues la autora sitúa a su pareja protagonista en un marco más sobrevenido que buscado, y sin un razonamiento claro que sustente su cambio vital, estos treintañeros van al campo, a un pueblo, a la búsqueda de lo básico. La huída como retorno a lo primitivo, aprender a vivir sin nada, desprendiéndose de todo lo superfluo. Pero esta aventura, lejos de mostrarse como idílica, adquiere un tono viciado, a veces desagradable, con un fondo de misterio que lo acerca al ámbito de la sordidez, en un argumento inconcreto que no deja de escurrirse entre nuestros dedos y donde si ya se dejan muchos cabos sueltos en los protagonistas, el misterio que rodea al resto de personajes, es casi total.

Una trama difícil de fijar, donde Juan Rulfo, Miguel Delibes y Luis Buñuel se dan la mano, en un recorrido cargado de muerte, secretos, y sexo, en una nada cotidiana donde los personajes aparecen como compartimentos estancos, con un indómito y muy particular universo interior.

Aún impregnado de la atmósfera viciada y desesperante que transmite esta primera novela, me embarco en la lectura de la siguiente, Piel de lobo (Lumen, 2016) cuyo argumento gira entorno a dos hermanas que mantienen una relación cargada de complejidad, silencios, secretos y sobreentendidos.

La autora opta por un tono crudo, seco y por momentos desgarrador. Es la plasmación de un viaje a eso que todos llevamos dentro. Un tránsito hacia ese interior tenebroso, donde afloran los conflictos enquistados, el amor, el sexo y los secretos de familia. Un cóctel que acaba explotando, en un enganche malsano, con una protagonista desasosegada y en permanente estado de angustia, donde los sorprendentes giros saltan al ritmo que aparecen los secretos del pasado, en una olla a presión en perenne riesgo de estallido.

Aquí, Moreno eleva la elipsis a cotas superlativas, que lejos de relativizar las tensiones, las acrecientan. Porque Moreno sabe que la emoción se superpone al propio hecho que lo motiva, y en una decisión conceptual y estilística compleja, prioriza las consecuencias emocionales de los hechos soslayando, en apariencia, los mismos. Lo importante es su impacto emocional, su repercusión. Una descripción pormenorizada del hecho motivante, podría generar una pérdida en la carga dramática de sus consecuencias. Un estrecho sendero estético lleno de trampas, que solo un gran talento literario puede sortear a base de verdad, en una obra donde además, lo social y lo íntimo se dan la mano, en un relato de una envergadura más que notable.

Un libro que en su parte final se lee con un nudo en el estómago y una emoción desbocada, con fragmentos duros, intensos, descarnados, y que provoca esa sensación de que todo está a punto de explotar y que todos nos vamos a quemar en esa deflagración….que se acaba produciendo, aunque con un haz de luz en el fondo.

Moreno evoluciona, del misterio, en buena parte sin resolver de Por si se va la luz, a la salida a la luz de todos los misterios, que es Piel de lobo. La intimidad del aislamiento, da paso a una historia dentro de un marco social, desde una mirada femenina.

Al concluir la lectura de estas dos primeras novelas, uno ya percibe un rico universo interior, un imaginario propio, talentosamente desarrollado en fondo y forma. Me pareció entonces necesario escarbar algo en la obra poética de Moreno para hallar claves, interruptores, contactos y cables que enlacen con su cosmos literario.

No soy un buen lector de poesía, pero reconozco la fuerza de esos versos, sin sonoridad clásica, que lo fían todo a la intensidad. Más que poesía, parece una forma alternativa de narrativa, en la que bullen obsesiones que también aparecen en sus novelas. Pareja, familia, amor, sexo,….(constantes en su obra). Moreno es perfectamente reconocible en su desgarro y visceralidad, que en el ámbito poético se torna en grito de denuncia y desesperación. Unos poemas narrativos, que parecen esquejes de relatos que en cierta forma germinan luego en novelas. A veces críptica, otras transparente, la autora es cruda en este diálogo con el lector, eliminando intermediarios en forma de personajes, mostrándonos la voz de la autora de forma directa. Lean algunos de ellos, como La herida costumbre, Después de la apnea o Se busca monstruo para compartir, …… o mejor aún, leanlos todos y no lo llamen poesía (que igual a ustedes como a mí, el término les impone), llámenlo microrrelatos, ideas, voces, gritos, todo eso es la particular poética de la autora.

A estas alturas, ya estaba a punto de producirse tanto la charla con la escritora como mi lectura de su tercera novela. La fuerte impresión de sus dos anteriores obras y la certeza de que me encuentro con una autora con una voz literaria de altura, generan grandes expectativas, pero también miedos. Tenía la intriga por saber si iba a asistir a una evolución hacia una narrativa más nítida y un compromiso más coyuntural, que degenerase en discursos bienintencionados pero más adocenados, en el cajón desastre de lo políticamente correcto. De hecho, algunos de sus comentarios en medios de comunicación presentando su tercera novela, La ciudad (Lumen, 2022) me hicieron atisbar elementos en los que el discurso social  se superponía al literario, y eso me generaba algunas dudas previas.

Pero antes de embarcarme en esta lectura, pude conocer en persona a la autora, que me pareció algo enigmática, incluso distante. Una presentación, no deja de ser una representación teatral, con un actor principal y un público expectante. Normalmente, el autor suele desplegar un discurso bien estructurado y un andamiaje que genera pocas dudas sobre su camino literario. No fue el caso de Lara Moreno, en ella hay una permanente duda y reflexión, cierto retraimiento. Da la impresión de que su proceso creativo no siempre debe ser un camino de rosas y los senderos a seguir se intuyen pedregosos.También creo que no es consciente de lo buena que es, (se sorprendió cuando en primera persona le comenté que había leído sus anteriores libros, le pareció raro) Obras que creo que con el tiempo acabarán siendo referenciales. Será entonces cuando Lara Moreno se expanda, y no dude, y a mi eso por un lado me alegrará, porque merece ese reconocimiento, pero por otro me robará esa sensación placentera, la del descubrimiento de una joya de tipología ajena al conocimiento de la mayoría. Ya me pasó con Manuel Vilas, al que había leído antes de que escribiera Ordesa y claro, cuando llegó esta obra, esa relación tan íntima que yo tenía con su literatura se perdió en parte. Ya no era necesario recomendarle, porque le habíamos leído cuatro gatos, ni que descubrírselo a nadie, el tipo era ya un fenómeno literario … y sin mi ayuda. De él no llegué a escribir reseña alguna, ni siquiera puedo probar lo que digo.

Tras leer La ciudad, puedo afirmar que todas las dudas quedaron superadas, ya que nos encontramos ante una obra mayúscula de enorme envergadura y solidez. En mi opinión, una novela capital en la literatura en castellano de los últimos años que Moreno, a través de una estructura de mayor complejidad, en la que se multiplican aspiraciones y dificultades, resuelve con éxito. La autora entrelaza el camino de tres mujeres, aparentemente dispares (o quizás no), que comparten un ámbito espacial cercano, con una trayectoria vital muy diferente, a la que cada una da respuestas particulares. Una obra ambiciosa, en el mejor de los sentidos, hilvanada con maestría, llena de emoción, que transita desde diferentes vertientes, llevando aún más allá el desasosiego permanente de sus dos primeras novelas y creando una obra apasionante y electrizante, que transmite interés y emoción.

Un libro que busca el impacto desde un mayor sosiego y equilibrio a través de una narrativa excelsa. Una crónica de una sociedad, de la mujer, de la economía, de los anhelos. Pero también una historia sobre el conformismo y la resignación, donde todo resulta algo más matizado, pero no por ello menos emocionante. Un caleidoscopio femenino de tres mujeres, que hacen lo que pueden desde posiciones muy diferentes para seguir adelante con unas vidas donde las ausencias, las lejanías o la toxicidad, las obligan a sufrir, pero sobre todo a resistir. Aquí las evidencias no son tales y las presunciones del lector ante una eventual reacción ante algunas de las situaciones del libro ante, pueden fácilmente desmoronarse

Una crónica de un momento, en ese contexto de la gran ciudad, que acentúa la búsqueda de soluciones individuales. Frente a desigualdades y fragilidades, no hay más remedio que buscar un lugar, un objetivo vital que supere los traumas cotidianos. La historia de tres mujeres, Oliva, Damaris y Horía, la disección de un momento, un estado de ánimo que la realidad corta abruptamente, con ese filo suspendido que fue la pandemia. Un relato apasionante y apasionado, a través de una mirada especial, genuina, personal y brillante.

“….solo quería estarse quieta y a oscuras, tumbada en su litera, para que algo sucediese de una vez, o para que nada hubiese sucedido” (Lara Moreno, La ciudad, 2022 Lumen  pag.159)

P.D. Acabo este texto con un breve añadido, un comentario que se sale de lo literario y que entronca con la publicación de un artículo de la escritora para elDiario.es el pasado 04/09/23 titulado Amargo como un veneno. Me dirijo a los que estáis leyendo mi artículo, buscad y leed el que acabo de señalar, nada puedo añadir a lo que ahí se dice. Si entre estos lectores estuviera Lara Moreno, le diría que siento mucho que algunos elementos de su última novela, tan espléndidamente escritos, no hayan salido en exclusiva de su imaginación  Gracias por su esfuerzo en convertir el dolor en literatura….. y por compartirlo.a

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