“Rumor de la marea que baja”, de Fernando José Carretero

Por Jesús Cárdenas.

Mediante las imágenes y la musicalidad accede el lector al placer estético que genera la poesía. En consecuencia, lo es también, aunque haya que levantar alguna que otra capa (textual, semántica) la tensión que el autor provoca en el lenguaje. Tras Los días demorados o El cuaderno iluminado, sólo por nombrar algunos de los títulos que conforman la trayectoria poética de Fernando José Carretero (Ciudad Real, 1962), se yergue con el cuarto y último, Rumor de la marea que baja (Mahalta).

El libro consta de cinco secciones introducidas por un poema-pórtico. Todas las composiciones son breves y sin titular, lo que nos da a entender la creación de un discurso lírico unitario y bien cohesionado.

El tránsito temporal y el de la propia poesía son motivos que se urden con hilos trenzados de belleza y dolor; así pues no se oculta la herida y la incertidumbre que deja la memoria. En los poemas de este Rumor Carretero despliegan una poesía de cadencias continuas y sugerente por vías de la contemplación y la visión retrospectiva ofreciendo un ámbito de calidez lírica.

En el poema inicial se ofrece algunos de los rasgos de la poética del poeta ciudadrealeño: la envolvente musicalidad y la expresión sobria. Siguiendo el objeto heredado de nuestra tradición literaria, la poesía es objeto de inefabilidad, porque las palabras no alcanzan para apresar los detalles: «Y aunque tú sabes que una sola palabra / nunca será suficiente, / basta para romper el silencio».

El fluir inexorable se ofrece en estampas melancólicas de azul húmedo-marino, entre tardes y crepúsculos que arden o se arrastran. Así, leemos en la primera sección: «Apenas el desconcierto de un perfume, / la resistencia del azul contra el olvido / o la mansa herida del ahora que sangra / la extinción de su belleza». Y en otra de ellas: «Sobreviene tras la tormenta / un crepitar de sol contra el cristal de la ventana / […] y transfieren su pureza a la tarde vuelta fulgor, / aroma incluso».

Carretero gusta de la cadencia de los heptasílabos, y cuando deja que la idea se apodere de la prosodia regular envuelve el pensamiento de figuras de repetición (con anáforas, paralelismos y repeticiones léxicas así como símiles), lo que ocasiona que la musicalidad fluya , como se muestra en la que comienza por “Arrastran las tardes”. Se trata de un universo vivificado, embellecido y pleno de emociones: «Pero hay tanta belleza […] en esta pavorosa agonía de agosto».

Ya en la segunda sección, otra de las claves, el poeta estira y amplía los versos (llegándose a la formación de versos compuestos por alejandrinos y superiores a dieciocho sílabas). El sujeto se haya distanciado de la implacable realidad experimentada en el primer verso de las tres estrofas de unas de las más líricas composiciones: «En esta soledad en torno a la cual todo gravita»; «El vértigo en torno al que todo gira»; «En torno a un naufragio, que es de lo que realmente todo trata». En invierno el sujeto se siente desprotegido aunque sitúe su mirada en el interior, así dirá «tu solo reflejo en el cristal de la ventana». En consecuencia, la incertidumbre termina por mostrar el pánico y el miedo ante el vacío.

A medida que las composiciones presagian un mundo sombrío, aparece la noche. El tratamiento contenida de las emociones vividas halla el equilibrio metafórico ofreciendo emotividad en los pasajes en los que la tonalidad gris contribuye a crear un clima lírico de recogimiento: «Hasta donde alcanza tu memoria / buscas bajo la piel encandecida del instante / un vértigo de luz en el que arda».

Los versos sentenciosos o aforísticos se alzan en la tercera sección en veinticuatro composiciones de unos cuantos versos. En la recreación del Tempus fugit Carretero reconoce que sólo en los mejores instantes vividos «reconocemos el vibrante / secreto acorde que conforma el tiempo, / que lo modela». Lo que muestra la realidad contiene un halo de irrealidad, mientras que «la belleza y el dolor son lo único real, / y hasta donde estemos dispuestos a sentir». Por consiguiente, la belleza se logra mediante la sostenida mirada aunque «orillada de una cierta melancolía».

En el rótulo de la cuarta sección hallamos el título del libro. Allí se encuentran composiciones que giran en derredor de la infancia. Estos versos horadan en la emoción y constituyen el alzamiento de tiempos dichosos, instantes de compañía de la madre. De ahí el naufragio, la soledad y la incertidumbre que embargan . Pero aclara el sujeto que no le preocupa tanto lo inexorable de la existencia como “al dolor. / Y al olvido”. Es, tal vez, la composición que se inicia con los versos “He poseído la belleza del mundo” la que mejor representa el libro.

Finaliza el poema con la sección quinta cuyo verso está tomado de San Juan de la Cruz. En estructura circular se vuelve a la imagen de “un hombre que camina por la playa, / y a cada paso que da / a él se le ofrece la sola luz que ha de llevarlo”.

Emotividad y pensamiento se alían formando un torrente de sensaciones arraigadas en composiciones descriptivas que tienen el retroceso de la playa como imagen predilecta. Fernando José Carretero emplea la contemplación revivida, las imágenes del pasado vistas desde un presente íntimo. Son, por tanto, las notas de estilo confesional, íntimo y reflexivo lo más destacado de Rumor de la marea que baja.

Rumor de la marea que baja
Fernando José Carretero
Mahalta Ediciones
Ciudad Real, 2023

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