Las excéntricas residencias para escritores viajeros de la librería Shakespeare & Co.
No es sólo el sitio donde se dio a conocer el Ulysses de Joyce, sino una zona temporalmente autónoma que acoge entre sus estantes a jóvenes escritores.
La idea de dormir en una librería ya es romántica de por sí, pero no es tan sencillo ser admitido: lo que hay que hacer es ir a hablar con Sylvia, la propietaria del lugar e hija de George Whitman, quien se describía a sí mismo como una suerte de “tumbleweed” retirado. No es posible reservar un lugar y no existe tal cosa como una lista de espera. Como en aquella famosa escena donde Meat Loaf espera en un pórtico de Paper Street a que Tyler Durden lo admita como parte del misterioso proyecto Mayhem, un aspirante a tumbleweed debe ser paciente.
Una vez admitidos, los escritores en residencia deben cumplir ciertos requisitos que no tienen que ver con el género literario que practiquen ni la calidad de sus escritos: es necesario (además de guardar cierta higiene básica), dedicar 2 horas al día a trabajar en la tienda, leer un libro al día y escribir una autobiografía de una página, misma que pasará a formar parte del archivo de tumbleweeds que se almacena en el lugar y que de ser publicado necesitaría varios miles de páginas.
Los tumbleweeds pueden quedarse tanto como necesiten: algunos se quedan 1 semana o 1 mes, pero hay quien vuelve ocasionalmente a lo largo de la vida y otros que se han quedado hasta por 7 años. La vida privada se entremezcla con el lugar público, y no es raro que los escritores se alojen en zonas de la librería afines a sus intereses. Además de hacer más fácil el requisito de leer un libro al día, el tumbleweed puede ordenar su sección, ayudar en la organización de los eventos, ordenar los libros y el resto del tiempo dedicarse a sus proyectos de escritura.
George solía decir de la Shakespeare & Co. que era “una utopía comunista disfrazada de librería”, y esta es prueba fehaciente de ello.
Pingback: Canción de cuna para una biblioteca - El blog de InfobibliotecasEl blog de Infobibliotecas
Pingback: Canción de cuna para una bibliotecaEl blog de Infobibliotecas