Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida: lo real y lo siniestro

Por María Solís.

Foto: Federico Romero Galán

Las cenizas de Freud deben de estar revolviéndose en su urna. Está cabreado por puro deseo de gozar. ¿El motivo? En 1919 el austriaco publicó el ensayo Lo siniestro y para el estudio y recreación de esta idea utilizó el cuento El hombre de la arena de E. T. A. Hoffmann. Pues bien, en 2010 la editorial Amargord publica Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida de Rebeca Álvarez Casal del Rey. Y, ¿qué ocurre? Que con este poemario y su reflexión, uso y aplicación a lo real de «lo siniestro», la autora da carpetazo, sin avisar y en las narices, al hombre de la arena como objeto de análisis en este campo. Puede considerarse sepultado en el cubo de un niño de playa levantina. Freud y cualquier estudioso de «lo siniestro» y de sus relaciones con lo bello se chuparía hasta los tuétanos.

Pero, cuidado, atrás los enamorados de criaturas vampíricas y afines con la profundidad de una cucharilla de café. No porque su gusto no sea respetable, “cualquiercosamenosdios” me libre, sino porque reducen a la más plana de sus posibilidades un concepto que ha nacido suplicando que lo retuerzan y lo estiren. Por ello conviene dejar claro que la utilización de «lo siniestro» por parte de esta autora rebosa reflexión, aplica inteligencia y no se queda fluctuando en la ficción. Un mundo completamente imaginado carecería de peligro y no hay nada en este poemario que no rezume realidad. Bestiario y localizaciones se toman de lo oscuro, pero la batalla lo es con el «duro suelo», como matiza Julieta Valero en su prólogo.

En fin, que no hace falta recurrir al alegórico descenso a los infiernos. Ya suben ellos, encantados, por nosotros, y no están a nuestra espalda ni aguardando que miremos de reojo, sino que los tenemos a un palmo y frente a frente. Para verlos sólo son necesarios una buena luz o un buen espejo, una mano que hiere al presionar un interruptor que trae certezas. Y es que siniestro es «aquello que, debiendo permanecer oculto, se hace visible», decía Freud. Sin embargo, este libro le da aún una vuelta de tuerca y se plantea el capicúa: siniestro es lo que, debiendo mostrarse (y no sólo en el cariz de exhibición sino sobre todo en el de grito), permanece oculto. Un ejemplo: el poema dedicado al monstruo de Amstetten. Terror sin destilar ni alas de murciélago.

Poesía de compromiso, se diría, si no fuera por el regusto político o social que suele rebosar tal adjetivo. También hay una obligación del individuo de mirar y de mirarse con iluminación directa, de quitar tierra hasta respirar en la salida. Poesía, desde luego, sustantiva, por fundamental y por basarse en la punta de lanza de los nombres y no en el onanismo de la adjetivación, aunque se utilice en el momento preciso. Y, tómense esto como un cumplido, poesía no opositora, en el sentido de oposición como concurso para ganar una plaza estatal. Poesía sin látex.

Una poeta, en definitiva, Rebeca Álvarez, con todas sus letras, pero que a nadie se le ocurra llamarle poetisa. Tiene esta denominación una rebaba almizclera que, desde luego, no le va. Tal vez, viendo la poesía sin disculpas que escribe una gran parte de mujeres, y la que componen ciertos (no todos) hombres, habría que plantearse proponer a la RAE que aceptara el uso del término en su acepción masculina: «Poetiso: Dícese del rapsoda que habitúa a colgarse de los guindos. Olisquea, con gestos emotivos, los rosales». Y es que, poetisas quedan pocas, pero poetisos, ni les cuento. No digo más, porque si quieren que les hagan un retrato completo de este espécimen lo tienen en el poema Poética de la golondrina no retornable, de Rebeca Álvarez. No está publicado en este libro, lástima, pero si viven en Madrid tienen la posibilidad de oírselo recitar y, de cualquier modo, esperemos que lo incluya en su próximo poemario, junto al poema Profilaxis y otras catanas de la ironía.

Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida de Rebeca Álvarez Casal del Rey (Editorial Amargord) se presenta el jueves 2 de diciembre, a las 20h, en La Casa del Libro (Gran Vía, 29).

2 thoughts on “Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida: lo real y lo siniestro

  • el 2 diciembre, 2010 a las 10:28 am
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    pues a mí no me gusta; me lo compré y me arrepiento; ¿dónde lo puedo devolver?

    gracias.

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  • el 10 enero, 2011 a las 5:25 pm
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    Hay gente que escribe poesía y otros que escriben en verso. Poetisos no hay: No es el tema lo que marca la diferencia, si no la altura

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