¿Qué es “progreso” en Ciencia?

Por Carlos Javier González Serrano.

Hay quien dice que llevamos sólo cuatro siglos de ciencia útil; por eso hacer “historia de la ciencia” es entender por qué ésta se ha convertido en algo útil y es aplicable, a la vez, a otros ámbitos del pensamiento. Por lo general existe una suerte de odio -o cuanto menos reticencia- hacia la ciencia, entendiéndola desde ciertas perspectivas alejadas de las Humanidades. Hemos errado en nuestro concepto de ciencia: asumimos la idea de la mecanización de la ciencia como destrucción del espíritu humano. Pero tenemos que pararnos a pensar que este concepto tiene su origen en el periodo de “entreguerras”, cuando comienza a darse un contexto de descontento por la ciencia (Heidegger, Husserl, Freud, etc.), sin recapacitar en que aquélla hizo maravillas que influyeron positivamente en la vida de la gente; sólo nos quedamos con la parte negativa (gases tóxicos, armas mortíferas…), y además, a la gente le gusta tal concepción, disfruta con ella.

Hacer historia de la ciencia es hacer filosofía, es una forma de pensar, una manifestación de la cultura que ha ido gestándose a lo largo del transcurso histórico. La ciencia  -explican algunos expertos- comienza cuando Aristóteles ofrece ciertas pautas para desplegar una forma de conocimiento que, se dice, es científico. Ante la pregunta “¿para qué sirve la historia de la ciencia?” podemos responder, recordando a Heródoto al principio de su Historia: para no caer en el olvido, porque la memoria es lo que permite la condición de humano al ser humano; la memoria es la condición para la libertad. El pasado tiene la peculiaridad de que se transforma a medida que lo reconstruimos…

Para que haya un desarrollo normal de la ciencia, sin embargo, los científicos no tienen que poner en duda todo lo que hacen, hay que educarles en el dogmatismo para que sigan creyendo en su actividad. Parte de este dogmatismo tiene que ver con el olvido y con lo que ha caracterizado a la ciencia moderna desde sus orígenes. Damos por hecho que las teorías del pasado ya no sirven; la ciencia tiene que centrarse en el presente y mirar con esperanza hacia el futuro; de alguna forma volver la espalda al pasado, todo está lleno de futuro porque el pasado está muerto. Es una ideología del olvido fomentada por distintas corrientes del siglo XIX, que ya había surgido en el XVII con en el enfrentamiento entre antiguos y modernos, y la ciencia se quiso presentar como una  antagonista más del pasado, situándose como su superación; no se alcanza el conocimiento de la naturaleza observando al pasado: olvidar los errores, aquello que ya no sirve, porque sólo así se alcanza el verdadero conocimiento, una mente libre de prejuicios.

El olvido es una de las características principales para la ciencia del siglo XX. En el XVII se mantenía la idea de que el conocimiento científico nada tenía que ver con la memoria; sólo en el seno del debate acerca del cosmos se echa la vista atrás: el mundo tiene historia, es decir, el objeto de estudio tiene historia, aunque no las teorías (no podemos hacer experimentos con el pasado). Al margen de tal excepción, el conocimiento científico del siglo XVII se ha ido fraguando como algo que no tiene necesidad de la memoria. Las nuevas teorías exigen el olvido, exigen la sustitución de lo viejo por lo nuevo, de forma que al científico le interesa el contenido de su especialidad, los problemas actuales y sus soluciones, y lo que se considera que en ese momento tiene que ser solucionado, pero no le incumbe cómo surgió ese conocimiento, o por qué apareció una teoría y no otra, etc.; el científico tiene la necesidad absoluta -y por tanto, la enfermedad- del presentismo, lo que importa es el último experimento, lo demás pasa a formar parte de los archivos de la historia que el científico no tiene por qué estudiar. La ciencia está refutándose continuamente y no pueden mantenerse todos y cada uno de los paradigmas científicos, que, como la moda, van renovándose.

¿Cuál fue el “origen” de la ciencia? ¿Cuál es su progreso? ¿Son las ciencias y las humanidades “posiciones” irreductibles?

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