¿Dolorosos… Placenteros…? Sueños lúcidos en el Teatro Valle Inclán
Celebrar un cumpleaños de ensueño en familia y evitar que se transforme en una pesadilla es algo tan sencillo como entrenarnos para estar lúcidos mientras dormimos. Sólo tenemos que elegir un restaurante donde cenar, por ejemplo, La Pierrade. Ir predispuesto a probar platos nuevos y a hacer de cocinero, friéndonos sobre una losa volcánica nuestro propio huevo. Escoger como camarero a un galán que, por cortesía de la casa, nos invite a champaña, y cerrar la velada invitando al cine a nuestra madre y a nuestra hermana, con George Clooney y Brad Pitt en pantalla. Y si, por lo que fuera, algo se torciera en la siesta, chasquear los dedos y despertar conscientemente del sueño. Así es como uno de los personajes de Lúcido intenta controlar lo que se le escapa en la vida real. Pero, en la obra de Rafael Spregelburd, ¿qué es sueño y qué es realidad? Lo único que sabemos de cierto es que este melodrama familiar se representa con un reparto excepcional hasta el 6 de enero en el Teatro Valle-Inclán.
“Es un melodrama familiar, pero en clave de comedia de suspense”, aclara la directora Amelia Ochandiano, que quedó prendada del autor argentino desde que, por casualidad, se topó con La Terquedad. “Me atrapó su estructura dramática, su valentía, su riesgo y su carpintería teatral, y acabé comprando todos sus libros.” Rectifica: “Bueno, todos los que encontré…” Pues cabe decir que, en España, se tiene algo relegado a un dramaturgo cuyos textos se han traducido hasta al turco, o a lenguas tan exóticas como el catalán, el valenciano o el ruso. También checos, eslovacos, griegos, neerlandeses y suecos pueden leer en su lengua obras de Spregelburd. Y, por descontado, alemanes, italianos, portugueses, franceses e ingleses.
“En estos momentos, se lo rifan por toda Europa”, apunta. Ha estrenado desde Vancouver hasta Paris, y parece que ha sido Lúcido el boleto que hemos ganado aquí. “Me pareció el más directo y accesible. A parte de que, cuando llegué al final de la cuarta escena, cerré un momento el libro y me dije: « ¡No es posible! ¡Pero qué bueno!» ¡No me sobraba ni una coma!” La obra estuvo cuatro años en los carteles bonaerenses, aunque fue en el Festival Temporada Alta de Girona 2006 donde se estrenó, curiosamente, pasando luego por el escenario de la sala Beckett. En esta ocasión, fue el escritor quien, en los créditos, figuró como director.
“Y luego están los personajes –continúa la directora de la versión española–, que enseguida me los imaginé, los vi de pie.”
En el papel de Teté, la madre – ¿viuda?, ¿divorciada?, ¿abandonada?–, está Isabel Ordaz, esplendorosa ella, ya sea jugando al bádminton con platos o pedaleando sobre una bicicleta. Un terremoto escénico que habla, habla, habla y habla-bla, bla-bla, bla-bla, sin escuchar. Sin escuchar al camarero –Tomás del Estal– que le intenta explicar en qué consiste la pierrade. Sin escuchar que no es abuela y que no son sus nietos las fotos de Harry Potter y Ron Weasley que enseña a la peluquera. Sin escuchar que su hija Lucrecia –Itziar Miranda–no vive en Miami con un yanqui, sino que es editora en Andorra. Sin escuchar si ha vuelto a casa para llevarse un riñón o una córnea. Y sin escuchar que su hijo Lucas –Alberto Amarilla– no quiere ser como ella, aunque de vez en cuando, y por prescripción médica, le coja sus zapatos de salón y sus medias. “Teté guarda un secreto, guardo un dolor… Y el espectador no lo sabe hasta el final”. Y no es este sitio el lugar donde nosotros lo vayamos a revelar, a no ser que la actriz que la interpreta, sin coacción alguna, nos lo quiera contar… “Ese dolor es terrible, el peor que puede tener una madre…”, es lo único que, voluntariamente, le hemos podido sonsacar a Isabel Ordaz. “Pero mientras tanto, lo que se ven son fragmentos…” No hay planteamiento… “…pequeñas viñetas sobre la vida de esta familia…” …ni nudo… “…cristales rotos que el espectador va recomponiendo poco a poco.” …Ni el desenlace tradicional que, de acuerdo a la actriz, Chéjov llenó de silencios, Beckett de balbuceos, para que lo destrozara completamente Spregelburd.
“Teté vive en una realidad que no es tal”, concluye quien la encarna. Vive en una caja con zapatitos de flamenco y castañuelas, en una pared empapelada de los 80, en el año en que Agassi se retiró de la pista o, quizá, en la fase REM de una pesadilla. Entre tanto, la lluvia cae sin descanso fuera, y, en el restorán, el agua se cuela por la cascada – ¿agradable?, ¿molesta?– que, en pocos segundos –Plop… Plop… Plop…– la genial escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda transforma en una angustiosa gotera.
Pero… ¿no decía Amelia que Lúcido era una comedia (“comedia con lágrima en el ojo”, pero comedia)? “¡¡Juajuajuajuajuas….¡¡Juajuajuajuajuas….!!” Las carcajadas en platea, a los actores se lo recuerdan.
“El texto es tan virtuoso –señala Itziar Miranda– que nosotros estamos hablando de cosas serias, llorando, con las emociones y los mocos a flor de piel, y ves a la gente que se está partiendo de risa…” Reacción que el reparto no tenía prevista y que le cogió por sorpresa cuando pre-estrenaron en Parla la pieza.
“Pero es increíble lo inteligente que es Spregelburd, porque, en un momento dado, cuando él quiere, hace que la gente que se ha estado riendo se calle radicalmente. Parece magia.” ¿O humor argentino? ¿O el dolor de Teté ahogado en un estremecedor grito? El caso es que, llegado un punto, hacia los últimos minutos, nos quedamos petrificados ante la actuación de quien, no hace mucho era, en Luces de bohemia, la esposa de Max Estrella. Y una bollera espiritual para los que sigan La que se avecina.
“¡¡Bra-voooo!!, ¡¡Bra-voooo!!, ¡¡Bra-voooo!!”, por Isabel Ordaz… O por Amelia Ochandiano… O por el Pato Lucas, La violación de Lucrecia, la pizza ladrillo y el atún al mármol… O por la comedia argentina y Rafael Spregelburd… O por el espacio del Valle Inclán y dos imanes de paella en la puerta de la nevera… O por el arte, por la literatura y por el canario que Louise May Alcott mató en Mujercitas.
Bra-vo por todos aquellos espacios donde nos podemos refugiar los que todavía no somos duchos en esto de los sueños lúcidos.
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Lúcido
Autor: Rafael Spregelburd
Directora: Amelia Ochandiano
Reparto: Alberto Amarilla, Tomás del Estal, Itziar Miranda, Isabel Ordaz,
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Iluminación: Felipe Ramos
Vestuario: Rosa Engel
Ayudante de dirección: Virginia Flores
Producción: Teatro de la Danza de Madrid
Lugar: Teatro Valle Inclán
Fechas: DEl 5 de diciembre de 2012 al 6 de enero de 2013
Horario: De martes a sábado, a las 19.00h; domingos, a las 18.00h
Duración: 1 hora 40 minutos