El detective anónimo

GASPAR JOVER POLO.

Yo había oído hablar mucho de esta novela de Eduardo Mendoza, de El misterio de la cripta embrujada. Yo sabía que sobre este texto habían rodado una película con el actor José Sacristán como protagonista, e incluso creo recordar que, durante algún curso académico, mis compañeros del departamento de castellano habían elegido esta obra como lectura obligatoria para los alumnos de bachiller. Había leído ya varias novelas de este autor pero ninguna me había dejado una huella importante. O tanta huella como para que me interesara por leer con urgencia el resto de sus novelas. A pesar del prestigio y de las buenas críticas que acompañan la trayectoria de Eduardo Mendoza, no era uno de mis autores favoritos. 

Primero di con El enredo de la bolsa y la vida, en la que descubrí al detective anónimo, al protagonista de la serie de novelas negras de este escritor barcelonés, y allí descubrí el humor negro, el subgénero de novela negra que es también novela de humor y que tiene a este original detective, a este pintoresco deshecho de la sociedad de consumo, como protagonista, y a partir de esta lectura cambié de opinión, aumentó mi interés. Fui a la biblioteca otro día y, al lado del Enredo…, estaba El misterio de la cripta embrujada, y me lo llevé a casa porque esta novela también pertenece a la serie protagonizada por el detective anónimo.

Leí El misterio… y me convertí en admirador de Eduardo Mendoza. En esta novela, la primera de su serie negra desde el punto de vista del orden cronológico, me llamó la atención sobre todo que, se combinaran, alternaran, se mezclaran muy diversos e incluso distantes ingredientes, como por otra parte suele ocurrir con la buena literatura. Los ingredientes de El misterio… son muchos y variados y, además, todos ellos se presentan en armoniosa conjunción, todos aparecen en la justa medida y sin que unos a otros se pisen. El humor delirante e hiperbólico se combina, por ejemplo, con un retrato muy verosímil de la trastienda moral de nuestra sociedad. Y tenemos también la intriga propia de la novela negra mezclada con elementos de la literatura barroca, con una forma de escribir bastante recargada, llena de cultismos y de figuras poéticas (hipérboles, ironías, perífrasis) que sobre todo persiguen el objetivo humorístico. Y por este lado del barroquismo, se suma otro componente importante que es la concepción picaresca de la vida: resulta que la extracción social del detective anónimo es tan baja o puede que más baja todavía que la del Lazarillo de Tormes o que la de cualquier otro héroe de nuestra novela picaresca; se trata además de una historia escrita en primera persona y pretendidamente autobiográfica, como sucede con La vida de Lazarillo de Tormes, con La vida del Buscón, con La vida de Diego de Torres Villarroel…. Y por último, también el protagonista es un ser en gran parte amoral, como les ocurre a Lázaro o a Torres Villarroel. 

El misterio… se distancia, sin embargo, del modelo del Siglo de Oro, podríamos decir también que va un paso más allá, porque, que yo sepa, los pícaros siempre tienen un nombre, un apodo al menos, todos salvo el detective anónimo; o más bien lo que sucede es que el narrador protagonista creado por Mendoza no quiere confesar un dato que, para el común de la gente, resulta tan importante. Esta obra da un atrevido paso adelante al demostrar que el protagonista de una novela puede funcionar sin nombre. Incluso puede mantenerse en el anonimato a lo largo de toda una serie de novelas. Es un pícaro todavía más pobre y marginal.

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